Posted by : Vaig a Peu lunes, 24 de octubre de 2016



Continuamos nuestro periplo otoñal de viajes al norte peninsular. Esta vez hemos elegido Los Picos de Europa como genérico y nos moveremos por los alrededores del Parque Nacional, entre Asturias y Cantabria, haciendo rutas por sus hayedos y en los Parques Naturales que lo circundan, pequeñas joyas forestales que deben ser visitadas.


Intentamos avanzar con las nuevas tecnologías, smartphone, tablet y por supuesto el ordenador portátil para descargar los tracks de las rutas en el GPS. Con Google Maps hemos diseñado un mapa de nuestro viaje, añadiendo puntos o pestañas de colores de los lugares que queríamos visitar y que previamente hemos documentado. Por ejemplo, de color verde los parques naturales, de rojo los tracks de las rutas, de azul pueblos bonitos, etc, etc. Nos ha sido de gran utilidad.


Cada dos días de ruta hemos tomado uno de “descanso” aprovechando para conocer y recordar lugares. Hemos estado en Covadonga, en los Lagos, en el Mirador de la Reina y el de Fito, en los bonitos pueblos de Torazo, Lástres, Ribadesella, Taranes, Mogrovejo. Potes, el Puente Romano de Cangas de Onís, el Monasterio de Santo Toribio de Liébana con su Santa Reliquia, la maravillosa Cueva del Soplao, las praderas de Fuente Dé, que pese a no funcionar el funicular vale la pena acercarse a contemplar los Picos de Europa, y como no, atravesar los desfiladeros de la Hermida y el Cares para llegar a Arenas de Cabrales y subir hasta Camarmeña, al Mirador de Naranjo de Bulnes.


Al tener que desplazarnos por carreteras comarcales y de montaña para llegar a los puntos de inicio de las rutas, hemos elegido tres puntos como centro de actividades, acortando así las distancias. El primero de ellos ha sido Pola de Lena, bonita población y puerta de entrada a Asturias, con dos noches. El segundo Cangas de Onís, entrada a Picos de Europa por Asturias con tres noches, y ya en Cantabria, cuatro noches en Ojedo, a 1,5 km de Potes capital de la parte cántabra, mucho más tranquila y menos turística.


Trescientos millones de años han sido necesarios para que los Picos de Europa presenten su actual topografía; distintos plegamientos y glaciaciones han conformado su tortuoso paisaje, de altivas montañas presididas por impresionantes agujas y afiladas aristas, de profundas y retorcidas gargantas surcadas por aguas cristalinas, que dan paso a frondosos valles cubiertos de bosques y praderas.


Ya en el Paleolítico Superior (entre 35.000 y 10.000 años de antigüedad), aparece en escena la especie humana. En este período la actividad principal era la caza. Su preferencia por los abrigos rocosos ha dado lugar a una gran cantidad de cuevas paleolíticas con presencia de este arte rupestre en la Península.








Es en el Neolítico cuando el hombre domestica los primeros animales herbívoros y aprende a cultivar la tierra. Surgen así los primeros pobladores de los Picos de Europa que, asentados en los valles, se desplazaban temporalmente a los pastizales de montaña, donde el ganado encontraba abundancia de alimento.



Entre los siglos II y I a.C. llegaron los pueblos Celtas. Antiguos pobladores de estas montañas, eran un pueblo propenso a divinizar los fenómenos y elementos de la naturaleza y distinguido por su valor en la lucha. El "Mons Vindius" era su Dios, al que veneraban, que no era otro que el "Monte Blanco", haciendo alusión a las blanquecinas peñas calizas que asoman de los macizos Central y Occidental. Abrigados por su dios de Piedra, astures y cántabros eran invencibles en las contiendas hasta que el propio César Augusto tuvo que intervenir para conseguir la pacificación tras diez años de luchas internas.


Siete siglos después (año 711), llegaron los árabes y de nuevo las peñas brindaron su protección a los astures. De esta forma, Don Pelayo, con un reducido ejército, consiguió vencer al ejército musulmán, entre aquellos bosques y macizos rocosos, en la famosa batalla de Covadonga (s. VIII). Se había iniciado un proceso que duraría más de 600 años y que se conoció como la Reconquista.












A lo largo de la Edad Media toman protagonismo las iglesias y monasterios, se fundan pequeños pueblos y se construyen caminos entorno a los Picos de Europa.


En estos parajes, la vida se sustentaba en la caza y ganadería. La fauna salvaje era tan abundante que todavía en el siglo XVI los hombres de Abamia iban a misa armados con lanzas. Desde entonces hasta nuestro siglo, el aislamiento geográfico mantuvo tradiciones y paisajes inalterables.


En el marco de las celebraciones que con motivo del 12º centenario de la histórica batalla de Covadonga, el 22 de Julio de 1918 se declara Parque Nacional de la Montaña de Covadonga del macizo de Peña Santa. En Covadonga fraguó para España el ideal de los Parques Nacionales.


Son muchas las voces que, durante una década, piden la integración del resto de los Picos de Europa en la Red de Parque Nacionales, y que se establezca un modelo de gestión que asegure la conservación de sus valores naturales y el desarrollo para sus pobladores. A tal fin, el 30 de mayo de 1995, las Cortes Generales aprueban la declaración del Parque Nacional de los Picos de Europa.

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