Posted by : Vaig a Peu lunes, 29 de octubre de 2018

En el año 2007 se crea el Catálogo de Flora Protegida de Castilla y León estableciendo la figura de protección denominada Microrreserva de Flora. Después de los estudios realizados por las universidades de León y Salamanca gracias a un convenio de colaboración con la Consejería de Medio Ambiente, se ha propuesto que la Playa del Rostro tenga esa categoría para ayudar a su conservación. Es un arenal artificial asentado en un meandro del río Duero y es desde hace años, una de las zonas más visitadas de Arribes del Duero por ofrecer ser entre otras cosas el punto de partida de una magnifico y atractivo crucero por el Duero hasta la presa de Aldeadávila. También nos podemos encontrar con otras actividades como pueden ser el piragüismo. Además, para los que buscan descansar y desconectar de la rutina nos podemos encontrar con mesas y asientos de piedra donde pasar un rato en un lugar de ensueño. Para llegar hasta la playa del rostro tenemos que llegar hasta Corporario, que es una pedanía de Aldeadávila. Una vez hemos llegado a Corporario, nos tenemos que limitar a seguir las diferentes señalizaciones que nos vamos encontrando por el camino. Pero siempre extremando la precaución, puesto que hay momentos en los que la pendiente que nos vamos a encontrar es muy pronunciada. A medida que nos dirigimos hacia la playa podremos observar el paisaje característico de las arribes a un lado y a otro, teniendo en el frente el serpenteante río Duero. Veremos a los lados grandes viñedos, muy comunes por las Arribes, no en vano podemos y queremos reseñar que en esta tierra tenemos una denominación de origen propia, Arribes del Duero. Un poco más cerca de La Playa del Rostro, y por supuesto más abajo, dado que llegamos a un desvío en la carretera, tras el cual se hace mucho más pronunciado el descenso, haciéndose inaccesible la pendiente para vehículos como autobuses. Ya casi llegando, podemos disfrutar de la vista del río Duero, paseando por sus Arribes y haciendo "zig-zag". 


Vamos bien de tiempo y regresamos de nuevo a Aldeadávila de la Ribera para bajar hasta la Playa del Rostro. Ayer hicimos la reserva para hoy del crucero por el río Duero, ya que mañana hay muchas posibilidades de lluvia.


Somos de los primeros en llegar y todo está muy tranquilo con el catamarán amarrado en el embarcadero. El resto del pasaje lo compone un autobús que viene desde Salamanca y nada más llegar embarcamos.


Hace apenas unas horas estábamos en lo alto de Las Arribes a más de 680 metros de altitud, observando algunos tramos del Duero y, ahora nos deslizamos sobre sus aguas contemplando las paredes de granito del cañón del río.


El catamarán posee una cubierta abovedada elevable que ahora que comienza a caer la tarde,  nos protege del aire. La guía, que es la dueña de nuestro hotel, nos va comentando todas las peculiaridades de la zona.


Por las ventanas vamos observando las impresionantes paredes del cañón. En la ladera española el colorido otoñal es muy vistoso ya que al ser más abrupta no está cultivada y abundan los arces, robles, las encinas y algún castaño.


Hasta no hace mucho estos bosquetes estaban esquilmados al ser utilizados para leña y pasto de cabras, corriendo grandes riegos para acarrearla. Con la prohibición de talas y el ocaso de los cabreros, la zona se ha recuperado notablemente.


Ahora es flora protegida donde conviven más de cien especies de plantas, la frescura de la orientación norte, junto al Duero que pasa sin prisas, con nombres tan hermosos como madroño, cornicabra, olivilla, jazmín, arce, Daphne, sedun o linaria.












En cuanto a las rocas, se clasifican con gneises, que son poco frecuentes en esta región, y el bosque es singular por la gran cantidad de especies que lo forman, gracias al clima suave de los bajos del gran cañón ibérico.


Vemos como algunos torrentes, con poco caudal en estas fechas, vierten sus aguas al río. Pasamos por debajo de los Miradores que coronan los farallones y por los que hemos caminado esta mañana admirando las aguas del Duero.


Varias plantas son endémicas de la zona como el dragón de Las Arribes (Antirrhinum lopesianum) en peligro de extinción, con menos de mil ejemplares en el mundo. Exclusiva de algunos roquedos del cañón del Duero y del río Sabor, en España y Portugal.


Observamos varios de los oteros donde se posan las aves y recovecos donde anidan. Logramos distinguir en las alturas algunas de las rapaces, águilas, buitres leonados, cormoranes y algún quebrantahuesos. Las manchas de sus heces nos ayudan a verlos.


El Ojaranzo, Lodonero, o Almez (Celtis australis) también es una reliquia en las laderas de Las Arribes del Duero, donde se extiende uno de los dos únicos bosques españoles de este bonito árbol. El otro está en Aldeaquemada (Ciudad Real).


Una vez en las proximidades de la presa de Aldeadávila, el catamarán da la vuelta y comienza el viaje de regreso. Son unos 22 kilómetros de ida y vuelta con una duración aproximada de hora y media en total.


El regreso, ya sin comentarios, es más reposado y nos vamos fijando en detalles que antes no hemos reparado. Tras el desembarco, volvemos al hotel, buena ducha, descanso y a buscar donde degustar las delicias de la zona.


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