Posted by : Vaig a Peu martes, 1 de noviembre de 2016

Este circuito con inicio y final en Espinama permite compaginar la belleza de los pueblos del alto valle de Camaleño con los magníficos bosques de hayas y robles que tan bien se conservan en su entorno. Tras callejear entre la cuidada arquitectura popular de Espinama y Pido la ruta se adentra en la pista de Pierga en dirección a Cosgaya, que discurre por la margen derecha del río Deva y al pie de los frondosos bosques que descienden desde las cumbres del Coriscao por los valles de Pierga y Peñalba. Sin duda esta es una de las zonas mejor conservadas del entorno de los Picos de Europa, donde se refugian algunos de los escasos osos de la Cordillera Cantábrica, entre otras muchas especies esquivas. El circuito se completa pasando por el pequeño pueblo de Las Ilces, para regresar por la vertiente expuesta a la solana, en la que cambian las especies forestales, aunque se mantiene la espesura del bosque. Los Picos de Europa es una formación caliza que se extiende por Asturias, Cantabria y León y en ella destacan sus alturas, en muchos casos por encima de los 2.500 metros, por lo cerca que se encuentran del mar Cantábrico, pues en su punto más septentrional apenas se distancian 15 kilómetros del mar. Geográficamente los Picos de Europa se encuentran en la línea de la Cordillera Cantábrica, si bien son considerados como una unidad independiente de ésta por su formación más reciente. Ocupan una superficie total de 64.660 hectáreas repartidas entre las tres provincias. Los Picos de Europa están divididos en tres macizos: el macizo Occidental o Cornión, el macizo Central o de los Urrieles, y el macizo Oriental o de Ándara. Las mayores alturas se encuentran en el macizo de los Urrieles, que pasa por ser el más agreste de los tres, pues catorce de sus cimas superan los 2.600 m de altitud, con la Torre de Cerredo, de 2.650 m, como techo de estas montañas y tercer máximo de toda la Península Ibérica, después de Sierra Nevada y los Pirineos. Otra montaña que forma parte de este macizo es el Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu, de gran importancia histórica en el alpinismo español. Fue conquistado por primera vez en 1905 por Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa. En el macizo Occidental o Cornión, llamado así por la forma de cuerno que ofrece su silueta al ser avistado desde el oeste, destaca la Peña Santa, que con sus 2.596 metros de altitud supera en 110 a la siguiente cima de este macizo, la Torre de Santa María o Torre Santa de Enol. Por estas dos montañas, la Peña Santa y la Torre Santa, este macizo se conoce asimismo como el de las Peñas Santas. El macizo Oriental, también llamado de Ándara por estar en él el circo del mismo nombre, es el más modesto de los tres, tanto en alturas (su techo, la Morra de Lechugales, alcanza los 2.444 m.) como en verticalidades.
CÓMO LLEGAR: Desde Ojedo por la CA-185 dirección Fuente De hasta llegar a Espinama, aparcar en su pequeña plaza a la derecha.

COMPONENTES: VICENTE Y SUSI.

ITINERARIO: ESPINAMA / PIDO / ROBLES / ROBLEDO / RÍO DE PEÑALBA / CARRETERA / LAS ILCES / HAYEDO / ESPINAMA.

LA RUTA: Hoy es nuestra última ruta en Cantabria, mañana regresamos. Han sido unos días maravillosos en los que hemos recorrido también los Parques Naturales asturianos. En la ruta de hoy pasaremos por tres pequeñas aldeas pegadas a los Picos de Europa entre bosques de robles y finalmente el hayedo.

Iniciamos cruzando al lado izquierdo de la carretera para entrar en el pueblo de Espinama donde varios carteles nos informan de su patrimonio, sus personajes, hijos ilustres y datos de la ruta. Pasamos junto a la enorme casona blasonada del indiano Alejandro Rodríguez.


Callejeamos por la parte baja del pueblo sumido en un silencio y quietud tradicional a estas horas, las primeras parecen casas solariegas y las siguientes son ganaderas junto a sus establos. Se percibe una pulcritud y orden en todos los sentidos. Las marcas buscan las riberas del río.









Por debajo de un establo y una cuidada huerta tapiada, nos acercamos al cauce del río Deba con poco caudal en estas fechas, y que vadeamos por un puente de cemento con barandas metálicas, para entrar en la umbría del arbolado subiendo por un camino cementado.


Tras una breve subida entre márgenes de piedra seca, con impresionantes vistas a los Picos de Europa, vamos entrando en el pueblo de Pido famoso por sus quesos. Callado y solitario como todos, hace gala de su pulcritud en sus viejas casas y establos, sin embargo, a la salida del pueblo ya hay nuevas casas y otras reformadas.


Al tomar altura tenemos nítidas panorámicas a la mole del Macizo Central de los Picos de Europa, distinguiendo perfectamente las instalaciones del cable del teleférico y el pequeño circo que forman en el paraje de Fuente De, cerrado por el bosque de robles. Impresionante.


Entramos en el robledal por camino ancho y cómodo, dejando de visualizar los Picos y pasando a tener miradas a los montes de la otra vertiente, ondulados y sinuosos, tapizados de Bosque Atlántico hasta en sus cotas elevadas y con una diversidad cromática inverosímil.








El camino se pinta con colores marrones y ocres de las hojas caídas, quizás menos que en los hayedos, pero también influenciado por las altas temperaturas en estas fechas. Se trata de un bosque denso y apretado, mayoritariamente de ejemplares jóvenes que rivalizan por alcanzar la luz del sol.










En la parte central aparecen especímenes de más envergadura y porte, con encendidos colores amarillos y ocres. Al contrario que el haya, el robledal si permite que otras especies arbustivas se asocien en su entorno, así encontramos algún arce, enebros, majuelos, aladiernos, durillos, etc.


Aparece un amplio claro donde el camino hace una gran curva abierta para remontar levemente hacia otra ladera, dejándonos a la vista extensas panorámicas al valle. y al esplendor de algunos robles centenarios más apartados, antes de cobijarnos de nuevo en su interior.









El Bosque Atlántico es caducifolio y su principal requerimiento es la humedad, por ello está presente en la franja norte peninsular, donde las precipitaciones son abundantes. Este bosque predomina en Picos de Europa y su desarrollo y composición varían en función de la temperatura y la humedad.


En general se observa que está formado por robles de distintas especies a menor altitud, siendo sustituidos por hayas a medida que ascendemos. Sólo en zonas con sustrato ácido el haya es superada por el abedul. Estas masas forestales albergan una gran variedad de especies animales.


Cerca de una caseta de aperos ganaderos vadeamos el río de Peñalba que tributa sus aguas al río Deva. La presencia constante de humedad convierte a este bonito rincón en un núcleo de exuberante vegetación con helechos, musgos y líquenes que cubren los troncos y las piedras.








Con un giro cerrado a la derecha, el camino deja de subir para tomar ladera abajo, un suave pero constante descenso paralelo al río de Peñalba que busca su afluencia con el río Deva. Tramo de ambiente húmedo y colorido donde se mezclan diversas variedades forestales.


En la unión de los dos ríos también hay bifurcaciones del sendero, nosotros tomamos dirección hacia Las Ilces, para lo que tenemos que cruzar la carretera otra vez extremando las precauciones. Una cuesta de cemento comienza a subirnos hacia nuestro tercer pueblo.








Las Ilces, quizás el más pequeño de los tres, nos recibe con una estrecha huerta cargada de cornamentas de venado, como exhibiendo trofeos de caza, las ventanas de sus casas engalanadas con tiestos de flores y un antiguo hórreo de madera que ahora solo guarda recuerdos del pasado.


El pueblo es una cuesta en la ladera que superamos con varias rampas, y en la parte alta tenemos buena panorámica de los montes. Entramos a la iglesia de Santiago, cuya agitada historia está cargada de pleitos desde 1730, para conceder a los vecinos asistencia religiosa sin tener que desplazarse a Espinama.


La iglesia ha sido restaurada recientemente, con demasiados rótulos para mi gusto. El camino prosigue subiendo haciendo varios zigzags, para superar el fuerte desnivel hasta alcanzar la parte más alta; luego giramos a la izquierda para seguir rodeando el Cabezo Llau (1.172 m.)


Al igual que en la vertiente anterior el Bosque Atlántico predomina en la ruta, al principio con algo más de humedad, hay abedules, alisos y algún castaño, y en la zona más elevada persiste el robledal con sus tonos rojos, aquí la humedad disminuye y escasean las hojas caídas.


Después el camino llanea manteniendo la altitud y el hayedo se apodera de la ladera, vuelve el colorido otoñal, fuerte, encendido y el suelo se llena de hojarasca marrón. Comienza un suave descenso que nos abre alguna ventana al paisaje en las lomas del valle atestadas de roble.









Otro tramo de colores incandescentes donde se mezclan algunos castaños o la figura poderosa de un roble casi centenario. El sol lo ilumina todo y sombrea el camino que se estrecha entre claros-oscuros, donde destacan los retorcidos troncos de las hayas de color más lóbrego.


El descenso se apresura cuando más bonito está el bosque. En la parte baja retorna la humedad y la exuberancia en la arboleda, algunos castaños inundan el suelo de hojas amarillas y entre los huecos del ramaje volvemos a tener los abruptos Picos de Europa.

Salimos a la carretera porque un valla nos impide el paso y cerramos la ruta en Espinama. Decidimos almorzar en Casa Clara, degustando quesos de Pido y embutidos lebaniegos. Luego partimos hacia Camarmeña, para contemplar el Naranjo de Bulnes desde su mirador.








Antes paramos para visitar la iglesia de Santa María de Lebeña (siglo X) y continuamos por el desfiladero de La Hermida, entrando en Asturias, y luego por el del río Cares hasta Arenas, para llegar a la base del Funicular de Bulnes y subir Camarmeña. Toda una odisea.









El trozo de “pista asfaltada” por llamarla de algún modo que sube desde el aparcamiento a la aldea, es de una inclinación bestial y apenas cabe un coche. Aparcamos junto a la iglesia en el primer mirador y Susi ya no quiso subir a pie al gran Mirador, superando un desnivel de 60 m.








Arriba en el mirador había una pareja y un burro, que no conseguían hacerse fotos sin que saliera el animal. Hay un monolito coronado por una escultura metálica de un águila, en una gran placa se recuerda al alemán Schulz, primero en estudiarlo, Pedro Pidal y Gregorio Pérez, primeros en su cima, y a “el Cuco” su primera víctima.







La mirada es colosal. La estrecha canal, algunas casas del pueblo de Bulnes a medio camino, la ancha franja del rojo robledal, y culminando, la mayestática silueta del Picu Urriellu, Naranjo de Bulnes (2.516 m). Ha sido un palizón llegar hasta aquí, pero qué mejor imagen para guardar un grato recuerdo de este viaje.
RECORRIDO: CIRCULAR.

AGUA EN RUTA: SI. (En los tres pueblos)

DISTANCIA: 10,15 KM.

TIEMPO EN MOVIMIENTO: 04:10 HORAS.

ALTURA MÁXIMA: 1.136 M. (En el Robledo)

ALTURA MÍNIMA: 800 M. (Antes de la carretera)

DESNIVEL POSITIVO: 485 M.

DESNIVEL NEGATIVO: 485 M.

DIFICULTAD: MODERADA.



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