Posted by : Vaig a Peu lunes, 31 de octubre de 2016

Pesaguero es un municipio de montaña, situado en la comarca de Liébana, en un área de montaña regada por el río Bullón. La mayoría de las localidades que integran esta zona meridional de Liébana aparecen en documentos escritos a partir del año 1000. Sus tierras formaron parte del dominio señorial del conde Don Tello, que las recibió de su padre Alfonso XI, para pasar más tarde por vía directa a Doña Leonor de la Vega y de ésta a su hijo, el marqués de Santillana. Pesaguero es un municipio rico en manifestaciones arquitectónicas de valor histórico, tanto desde el punto de vista religioso como desde el civil. Variedad de iglesias rústicas aparecen por todo su territorio, como la de Lomeña, que encierra una interesante pila bautismal del año 1200. En Avellanedo y Valdeprado se conservan dos de los pocos hórreos que aún existen en Cantabria. Es un valle de gran belleza paisajista. Caloca es el tercer pueblo más alto de Cantabria (1.108 m.) y posee una interesante iglesia románica, fechada en el siglo XIII. Se trata de un templo pequeño, con puerta con arquivoltas y capiteles decorados, y espadaña. Es el monumento de mayor valor patrimonial del municipio.
El pueblo lebaniego de Cueva (800 m.) con unos 27 habitantes, mantiene el encanto de las aldeas de estas montañas. Situado en el Valle de Valdeprado, este pequeño pueblo, junto al río Bullón, está rodeado por el Monte Hoyona, con un magnífico hayedo que sus lugareños han sabido conservar. En lo alto, sobresaliendo sobre el extenso hayedo, está la mole caliza de la Peña Ciquera o Peña de Brez, cuya cumbre llega a los 1.626 m. de altitud. Estas montañas y bosques albergan una rica y variada fauna de jabalíes, venados, corzos, gatos monteses y mustélidos como la marta y el tasugo (Tejón). También por la Peña Ciquera merodea una manada de rebecos y en el bosque podemos oír al escandaloso arrendajo o "jayo" avisando de nuestra presencia. Un bosque maduro como el monte Hoyona, conserva grandes ejemplares de hayas y robles en su interior, lo que garantiza la nidificación de una comunidad de los más eficaces guardas forestales, estos son los pájaros carpinteros como el pico picapinos, pico mediano y el pito negro, que mantienen a raya a las larvas e insectos devoradores de madera, evitando las plagas que podrían acabar con el bosque. También, con cierta frecuencia, están presentes las especies más emblemáticas de estas montañas, el lobo y el oso. El último año según aseguran sus paisanos, con fotos incluidas, merodea el gran plantígrado, acercándose, en ocasiones, hasta las inmediaciones del pueblo.
CÓMO LLEGAR: Desde Ojedo por la CA-184 en dirección al Puerto de Piedrasluengas. Tras pasar Avellanedo, tomar el desvío a la derecha hacia el pueblo de Cueva. Aparcar junto a la iglesia.

COMPONENTES: VICENTE Y SUSI

ITINERARIO: CUEVA / IZQUIERDA / HAYEDO / HAYEDO-1 / PRAO CIQUERA / HAYEDO-2 / HAYEDO-3 / PUENTE Y RÍO BULLÓN / CUEVA.

LA RUTA: Tras la visita ayer a la prodigiosa Cueva del Soplao reanudamos las rutas a los hayedos. Nos vamos directamente al cercano pueblo lebaniego de Cueva casi al límite con las tierras palentinas de Piedrasluengas. Como todos los pueblos ganaderos es un remanso de paz y llaman la atención sus floridas balconadas.

Iniciamos por la derecha de la fuente de los tres caños, dicen en el pueblo que el de en medio trae la mejor agua. Nada más subir la cuesta tenemos a nuestros pies las casas del pueblo apretadas junto a los montes pintados de otoño. Volvemos a tener un día espléndido.


Pasamos junto a un redil de ganado y dos terneros nos marcan el camino que en un principio es de grava y cemento, con suaves rampas que nos van subiendo. Pronto tenemos las primeras hayas y el bosque se condensa con robles y abedules tomando colorido. Giramos a la izquierda por camino carretero.


Sin dejar de subir el camino ondula entre las laderas del monte con abundante arbolado. A medida nos metemos en la umbría las hayas van tomando posesión de la foresta y el suelo se llena de hojarasca caída. En algunos recodos el sol penetra iluminado el bosque, avivando los colores.


Se abren algunas ventanas entre el arbolado y podemos ver parte de las agrestes crestas de Peña Ciquera y en la otra vertiente los sinuosos montes tapizados en su totalidad del manto de bosque otoñal, con sus colores rojizos, marrones y ocres. Mientras el camino se abre paso entre el hayedo.


El bosque se vuelve más luminoso aunque por el calor inusual de estos días las hojas han caído en mayor cantidad. En la otra vertiente los tonos cálidos y oscuros nos subyugan, ampliándose a todo el valle, que culmina con la elevada Peña Labra y su singular silueta en tierras palestinas.










Del luminoso hayedo pasamos  a zonas más umbrosas con solo torcer un recodo, con especímenes más delgados y espigados, con poco porte, que buscan el sol en las alturas. Los helechos acompañan en las orillas del camino, que ha dejado de subir relajando su tránsito.


En el tramo siguiente los claros son más frecuentes y la poderosa Peña Labra está mucho más cercana, acaparando todas las miradas al final del valle, y sobre nuestras cabezas resalta la mole caliza de Peña Ciquera y el rojo de su bosque cimero. Entramos de nuevo en el hayedo.

Esta vez las inclinadas laderas están acolchadas de hojarasca marrón y pequeñas ramas secas caídas de la poda natural, con bonitos colores entre el amarillo y los verdes, formando vistosas estampas otoñales. La huella del ganado vacuno salpica de excrementos el camino.


Una corta subida y dos curvas del camino con nuevas miradas a la peculiar Peña Labra, nos vuelven a introducir en otra zona de hayedo, algo más descuidada con restos de ramaje podado recientemente, pero igual de colorista y luminosa.


Tras bordear una enorme roca el bosque termina momentáneamente, salimos a un espacio abierto, una amplia majada casi pegada a las paredes de la Peña Ciquera, es el Prao Ciquera. Aunque no se distinguen marcas, se intuye la continuación del ahora mullido camino que nos desciende.


Bajo la atenta mirada del ganado cruzamos el Prao hasta entrar de nuevo en zona boscosa, bajando un corto tramo y girando a la izquierda, es el límite más cercano a Peña Labra. Por estrecho sendero nos deslizamos por el alfombrado piso del hayedo con ejemplares jóvenes.








Desembocamos en otro camino amplio que seguimos por la izquierda. Vamos cerrando el círculo y caminamos casi paralelos al camino inicial de la Peña Ciquera, pero a un nivel más bajo y muy cercano al curso del río Bullón, del que oímos el tintineo de sus aguas pero no las vemos.


La cercanía del río impregna de humedad esta parte del hayedo haciendo que en troncos y piedras se adhieran los musgos y líquenes aportando gran vistosidad al paraje. Se convierte en un bosque maduro como dicen los expertos, aunque en el recorrido no hemos visto hayas centenarias.









Al caminar a un nivel inferior las perspectivas a través de los huecos que nos deja el ramaje han cambiado por completo, nuestras miradas se centran solamente en las onduladas colinas del Monte Hoyona cubierto casi en su totalidad de masa boscosa, salvo en los claros de algún pasto.









Cobijados en la umbría seguimos avanzando y admirando los matices que el bosque nos ofrece, cortos tramos de robledal apretado y rojizo, y de nuevo la persistente haya dominadora de esta zona. Volvemos a tener una mirada elevada de la Peña Labra.


Cuando más húmeda es la zona por la cercanía del río o el por cruce de una chorrera o arroyo que le tributa sus aguas, más concentración de hayedo y colorido nos otorga el paisaje con hayas añejas . Mirando atrás se intuye el cauce del río por la unión de las dos vertientes.


Poco a poco las hayas son más esporádicas y el paisaje se abre al denso bosque del Monte Hoyona con multitud de matices en su colorido. Predominan los robles, los arces, abedules y algún espigado olmo que amarillea, destacándose sobre el resto de la arboleda.


Llegamos al cruce con el cauce del río Bullón, donde vadeándolo por un pequeño puente de cemento comienza el camino hacia la Venta Pepín y al puerto de Piedrasluengas. También hay una pasarela de madera. Nosotros seguimos recto, sin vadear el río.

En unas decenas de metros tenemos la diminuta Área Recreativa de Cueva, cercada y con alguna mesa y bancos de madera. Tomamos unos hidratos de carbono y proseguimos, es pronto para comer. El paisaje se alarga por ambos lados, damos la última mirada a Peña Labra.


La presencia de ganado vacuno en el camino delata la cercanía del pueblo de Cueva que atravesamos por el lado contrario de esta mañana. Callejeamos por sus grandes casonas hasta llegar a la iglesia y su cementerio adosado, donde tenemos el coche.

Volvemos a Ojedo prosiguiendo hasta las modernas instalaciones del Centro de Visitantes Sotama del Parque Nacional de los Picos de Europa, donde definimos la ruta para mañana, teníamos varias pero siempre atendemos los consejos. También decidimos acercarnos a Fuente De.


No lo teníamos planeado porque sabemos de la avería que sufre el cable del teleférico que impide su funcionamiento, pero es un buen lugar para comer y pasar el resto de la tarde. Nos pedimos dos birras y nos tomamos nuestro almuerzo lebaniego en una mesa al sol.


Es impresionante contemplar los Picos de Europa desde la mullida pradera tumbados en la hierba. Distinguimos la caseta del cable en las alturas y recordamos nuestra primera subida hace muchos años, las maravillosas vistas y el recorrido que hicimos caminando.

De regreso pasamos por el pueblo de Pido famoso por sus quesos lebaniegos para hacer algunas compras, aunque mañana la ruta pasa por el pueblo, pero no queremos cargar las mochilas. Pero no están y un cartel nos dice que nos atenderán en Espinama. Lo dejaremos para el final de la ruta.

RECORRIDO: CIRCULAR.

AGUA EN RUTA: SI. (Fuente de los Tres Caños en Cueva)

DISTANCIA: 8,9 KM.

TIEMPO EN MOVIMIENTO: 02:40 HORAS

ALTURA MÁXIMA: 1.172M. (Bajo Peña Ciquera)

ALTURA MÍNIMA: 754 M. (Puente y río Bullón)

DESNIVEL POSITIVO: 452 M.

DESNIVEL NEGATIVO: 452 M.

DIFICULTAD: BAJA.

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