Posted by : Vaig a Peu miércoles, 21 de octubre de 2015

El Cañón del Sil es sin duda uno de los parajes de la geografía gallega más interesantes para visitar. El impresionante contraste de las rocas y vegetación hacen de su recorrido un inmejorable placer para el visitante, un paseo en catamarán por el río nos hará disfrutar al máximo de su belleza. Bien desde el cauce del río, bien desde los miradores que podemos encontrar en lo alto de las montañas nos ciega la belleza de este paraje natural. Un microclima especial hace que podamos contemplar vegetación incluso mediterránea como pueden ser los olivos. La riqueza monacal del cañón del Sil transforma el viaje en una experiencia cultural e histórica inigualable, el Monasterio de Santa Cristina es un ejemplo de lo que fue esta zona en tiempos pasados, uno de los rincones que no pueden faltar en la visita al cañón. Comprende la ribera de los ayuntamientos ourensanos de Nogueira de Ramuín y Parada de Sil y en los lucenses de Pantón y Sober. Los límites del cañón del Miño y, sobre todo, de la Ribeira Sacra son mucho más amplios. El río formó a lo largo del tiempo profundos cañones, que en los más abruptos desfiladeros del Sil llegan a los 500 metros de profundidad. Son fracturas graníticas entremezcladas de bosques autóctonos por todos los rincones. A pesar del fuerte desnivel medio, el paisaje está humanizado con bosques y cultivos de viñas por medio de balcones (terrazas de bancales) en las laderas de solana. Es de admirar la difícil vendimia en las pendientes donde la espalda de cada uno sigue siendo el único sistema, excepto pequeñas ayudas modernas de mecanización por medio de raíles. Son reputados desde tiempos romanos los vinos de Amandi y la variedad de uva autóctona, mencía. La Denominación de Origen Ribeira Sacra comprende cinco subzonas: Chantada, Quiroga-Bibei, Amandi, Ribeiras do Sil y Ribeiras do Miño. Designada en 1997 y con más de 2.000 viticultores dedicados a su producción, entre sus variedades destacan por ejemplo la Oureira, Treixadura, Godello, Dona Blanca, Albariño, Torrontés, Mencía, Brancellao o Merenzao.  Está documentado el nombre de Rivoyra Sacrata para referirse al refugio de monjes y eremitas desde tiempos de los suevos en las gargantas fluviales del Sil y del Miño. Hasta una docena de monasterios, la mayoría pasados a la regla benedictina y luego exclaustrados, asentados en parajes que invitan a la reflexión. Aquí los límites de la tierra son tan imprecisos como los del cielo. Nadie sabe dónde empieza y dónde acaba la Ribeira Sacra. En el siglo IV arraigó aquí, con gran fuerza, la herejía del priscilianismo (Prisciliano era un obispo de Ávila, pero de origen gallego), un movimiento que predicaba entre otras cosas el retiro espiritual, la austeridad, la pobreza y, en definitiva, la huida del mundo. Y para eso pocos lugares se pueden encontrar mejores que la Ribeira Sacra, que debió ver en esos primeros siglos del cristianismo la llegada de ermitaños de todas partes. Se dice, por cierto, que Prisciliano está enterrado en uno de los templos más esotéricos e insólitos de Galicia: el templo subterráneo de Santa Eulalia de Bóveda, al norte de aquí, en Lugo. Pero el momento de esplendor de la Ribeira Sacra ocurrió entre los siglos X y XIII, cuando estos paisajes se llenaron de monasterios, con el relevo de la orden Benedictina. Oraciones y cánticos inundaban estos valles profundos y escarpados, y sus ecos han quedado grabados en monasterios, alguno de ellos en un terrible estado de abandono…
CÓMO LLEGAR: Desde Monforte de Lemos por la LU-903 hasta el Club Fluvial de Doade. En estas fechas hay dos salidas, una por la mañana a las 11:00 horas y la otra por la tarde a las 16:00 de miércoles a domingo inclusive. Los billetes se pueden reservar en el teléfono 982 260 196 o en el mismo catamarán 20 minutos antes de la salida. La duración del trayecto es de unas dos horas, una de ida y otra de vuelta.

Teníamos preparada para esta tarde la ruta de las pasarelas del río Mao, pero esta mañana al pasar por el embarcadero del Club Fluvial de Doade hemos pensado en la posibilidad del trayecto en catamarán. Sabíamos los horarios pero no teníamos reserva, por lo que habría que llegar veinte minutos antes de la salida.

Terminada la ruta por el Cañón del río Mao en San Lorenzo de Barxacova decidimos hacer la ruta fluvial. Vamos algo apretados de tiempo pero lo intentamos, nos apetece un paseo en catamarán. Las carreteras aunque sin tráfico, son la que son; llegamos cinco minutos antes de la salida, pero tenemos plaza.

La amable guía nos dice que tenemos tiempo para quitarnos las botas de montaña, ir al servicio y comprar unos refrescos en la cafetería. Genial. Este miércoles hay poca gente, somos unos veinte y va a utilizar la embarcación pequeña, pero si hubiese reservado plazas algún autobús turístico, quizás no lo hubiéramos conseguido.

Las plataformas del embarcadero interrumpen la corriente del río haciendo que se acumule algo de basura, aunque realmente el tramo que vamos a navegar está represado. Subimos a la embarcación. Los asientos son libres y podemos estar protegidos en el interior o subir arriba tomando el sol y el aire.

Hace una tarde preciosa por lo que elegimos estar arriba aunque llevamos en las manos los cortavientos. Comienza la travesía. Esta mañana hemos parado más de una vez para asomarnos a los miradores  y contemplar el río y los viñedos, pero ahora a ras del agua, es realmente impresionante.


Pese al ruidoso motor de la embarcación logramos abstraernos en nuestra observación de las laderas. Vivos colores de otoño que van del verde-amarillo-ocre-rojo motean el paisaje, destacando pequeñas manchas o rodales de tonalidades más intensas. La guía se esfuerza con el micrófono pero apenas la oímos.

Nos habla de las distintas variedades de uva y de “viticultura heroica” por el gran esfuerzo y trabajo que realizan los viticultores en estas inclinadas laderas, algunas de una verticalidad increíble. Antiguamente todo se hacía a mano y en la vendimia la uva se cargaba en cestos a la espalda para remontar las laderas.


Ahora se han instalado estrechos raíles para vagonetas que hacen el remonte hasta arriba, pero lateralmente hay que seguir transportando en cestos a la espalda hasta las vagonetas. El trabajo es duro y la producción reducida, pero vale la pena pagar un poco más por estos excelentes caldos.


A estas horas todavía hay gente trabajando en las soleadas laderas, haciendo trabajos de limpieza y laboreo. En algunas parcelas vemos los cajones de colores que contienen colmenas que producen rica miel de la zona, y varias fincas tienen en diminutos embarcaderos varadas embarcaciones.


También observamos el vuelo de algunos patos o su alborotado amerizaje en las tranquiles aguas del río. Pasamos por debajo del Monasterio de San Cristina y nos acercamos al de San Estevo de Ribas de Sil. Las laderas se tornan más abruptas y rocosas desapareciendo los viñedos.


Varias de las formaciones rocosas parecen curiosas figuras que han bautizado con distintos nombres, según la imaginación popular, el monje sentado, el dedo de dios. Antes de llegar a San Estevo la embarcación comienza a maniobrar para dar la vuelta e iniciar el regreso al embarcadero.

Entramos en la umbría y la ligera brisa hace que nos abriguemos, la última parte del recorrido la hacemos protegidos en la cabina interior. Ha sido una bonita experiencia, cambia mucho el contemplar los viñedos desde esta posición. Al ser el primer día estamos crecidos y nos planteamos hacer otra excursión cultural.


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