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Posted by : Vaig a Peu
lunes, 26 de octubre de 2015
Las poderosas aguas
del Cantábrico han labrado, al paso de los siglos, lo que hoy se antoja como
capricho de la naturaleza. Con formas imposibles, las rocas de la Playa de As
Catedrais sorprenden porque se asemejan más a un decorado, minuciosamente
trazado, que a una sucesión de grutas, pasadizos y arcos, convirtiéndose en una
de las playas más bonitas del mundo.
Es un conjunto de acantilados excepcional que supera la belleza habitual de las
playas del norte de Galicia. Se encuentra entre Foz y Ribadeo, en Lugo, muy
cerca de la frontera con Asturias que hace la ría del Eo. Praia de Augasantas,
se debe, probablemente, a la antigua presencia de un manantial de aguas
medicinales con propiedades milagrosas, según la creencia de los lugareños. Hoy
es popularmente conocida como Praia de As Catedrais, pues sus formaciones
rocosas nos recuerdan los arbotantes de las magníficas catedrales góticas,
haciendo de este enclave la meca
cantábrica del gótico natural. Este entorno natural está constituido por
cuarcitas y pizarras, rocas originadas hace aproximadamente 500 millones de
años atrás en las costas del hemisferio Sur. Estas sufrieron grandes
transformaciones, e incluso hubo un momento en el que formaron parte de una
gran cordillera montañosa semejante en altitud al actual Himalaya, como
consecuencia de la colisión de dos súper continentes, Laurusia y Gondwana, hace
350 millones de años Esta base rocosa ha soportado a lo largo del tiempo la
acción de los movimientos tectónicos, de las sucesivas fases de inundación y
retirada del mar, y la actuación de los agentes erosivos terrestres, dando
lugar todo ello a la singular planicie que hoy contemplamos desplomándose sobre
el Cantábrico. Esta superficie se conoce como la rasa costera que
se extiende desde Burela hasta San Vicente de la Barquera. La presencia de este
singular monumento natural se debe a la combinación entre las distintas
fracturas que muestran los estratos rocosos y su orientación, lo que ofrece una
particular debilidad frente a los constantes embates del mar, dando lugar a
este modelado del acantilado tan característico. Se ha establecido una
evolución temporal para este tramo litoral dividida en cuatro etapas. De ellas
la primera tendría su desarrollo a partir de las fracturas que presentan las
rocas, y donde la erosión marina actúa de forma más intensa. En la segunda
etapa se originarían las furnas o
grutas siguiendo la orientación de las fracturas en las rocas. La tercera etapa,
en la cual se produciría la conexión entre las distintas furnas, así como la presencia de los “ollos” (como se les llaman en el lugar) como consecuencia del
colapso del terreno sobre las furnas. Finalmente
en la cuarta etapa tendría lugar la formación los arcos rocosos, que debido a
su fragilidad e inestabilidad frente a la erosión marina, solo se preservaran
en el tiempo unos pocos, especialmente en aquellas zonas donde los estratos de
roca son más resistentes.
CÓMO LLEGAR: Desde Lugo
capital, por la N-640 hasta Ribadeo. La opción más rápida y bonita para llegar
desde Ribadeo a la Playa de las Catedrales, es cogiendo la N-634, carretera secundaria
que discurre por toda la costa. Hay habilitados aparcamientos.Hoy tocaba descanso de ruta montañera. Nos viene bien porque se anunciaban lluvias en toda la zona, así que hoy de turismo, turismo a nuestra manera, sin dejar de caminar para verlo todo a pie de obra. Hace muchos años que no veníamos a la Playa de las Catedrales, desde nuestra última visita a Asturias.
En Ribadeo vamos a la oficina de turismo, luces encendidas puerta cerrada; perdemos tiempo mientras averiguamos que los lunes no abren. Tomamos un café y por la prensa averiguamos los horarios de las mareas, según el waiter hoy hemos llegado tarde. Pero él no sabe nuestro poder de persuasión.
El aparcamiento de la Playa de las catedrales está prácticamente vacío. El día está muy gris y caen unas gotas. Desde el mirador hacemos las primeras fotos. La marea avanza pero va lenta. Bajamos a la arena. Nada más pisar la playa, Mari, el dios celta de la lluvia nos echa un cable y cesan las gotas.
Nuestros recuerdos eran soleados y veraniegos, nada que ver con el firme piso de arena húmeda y el fuerte contraste de las rocas mojadas que forman estos excepcionales monumentos naturales, en este día lluvioso. Esto es lo que tenemos hoy, y hay que disfrutarlo a tope.
Comenzamos a recorrer rincones espectaculares, enormes rocas varadas como pequeñas islas en un mar seco. Desde la arena es soberbia la barrera rocosa que forma los acantilados, algunos de ellos superan los 32 metros de altura, con sus oscuros colores bruñidos por el embate de las olas.
Nos damos prisa en el recorrido, giramos por un farallón rocoso que se adentra hacia el mar como un cabo. El agua está cerca, la marea avanza implacable. Andamos por laberintos rocosos, grietas y socavones que la erosión del agua ha formado en la parte baja de los acantilados.
Entramos en una profunda cueva bastante amplia y de bóveda alta, que pese a lo nublado del día podemos ver en su interior los distintos estratos que formaron las rocas. Justo al lado entramos en otra cueva de boca más estrecha pero mayor amplitud interior, con un cúmulo de guijarros que el mar ha dejado romos a fuerza de golpearlos.
Las fotos al contraluz desde el interior de las cuevas son preciosas. Intentamos avanzar hacia otras cavidades pero el mar ya ha cubierto la arena. Volvemos atrás. Llegados al farallón que forma el cabo, la marea comienza a cubrirlo. Debemos esperar al retroceso del oleaje para poder pasar sin mojarnos.
Indicamos a una mujer cómo cruzar, y resulta que son madrileños que tienen casa en Santa Pola, no nos vemos allí, y tenemos que conocernos a mil kilómetros de distancia. Nos hacemos fotos, y vamos regresando hacia las escaleras para subir. La marea a cubierto de agua la parte que antes hemos andado.
Las mareas se mueven en la tierra a través de unos puntos nodales en sentido contrario a las agujas del reloj. Las que afectan a Galicia giran alrededor de un punto nodal situado en el Atlántico Norte. La diferencia máxima de altura entre pleamar y bajamar puede superar los cuatro metros. La bajamar se produce pasadas un poco más de seis horas de la pleamar.
El cielo sigue encapotado sin lluvia, y una extraña luminosidad resalta el mar con un tenue color aguamarina entre los acantilados, donde el oleaje comienza a batirse con más intensidad. Empezamos un tranquilo recorrido por las amplias pasarelas que recorren la accidentada costa.
El Monumento Natural alberga también importantes valores ecológicos, que es necesario preservar. Se identifican un total de 16 hábitats de interés comunitario (4 de ellos prioritarios) entre los que destaca el matorral costero de Erica vagans, así como la presencia de especies de flora en peligro de extinción, como Limona dodartii.
Las pasarelas son de un diseño muy semejante a las del río Mao, en la Ribeira Sacra. Pero éstas tienen largos ramales que se adentran por encima de los acantilados hasta puntos estratégicos, donde forman excepcionales miradores desde los que podemos observar sin peligro, los extraordinarios pasadizos, arcos y bóvedas, contra los que rompe el oleaje.
Las singulares formaciones geológicas que dan nombre a la Playa de las Catedrales son resultado de la erosión marina y eólica sobre el acantilado, un proceso que continúa activo en la actualidad y que ha convertido a este sector de la Mariña Lucense en un reclamo turístico a nivel internacional.
Retornamos hasta el aparcamiento y con el coche, de camino a Ribadeo, vamos parando en diversos miradores sobre los acantilados, son cortos recorridos a pie que nos permiten descubrir pequeñas calas escondidas, nuevas formaciones rocosas, y extensas miradas al escabroso litoral.
Paseamos por el centro de la población hasta encontrar el restaurante apetecido. Excelente comida, que luego reposamos andando por sus tranquilas calles. Encantador día turístico.