Posted by : Vaig a Peu domingo, 25 de octubre de 2015

El tono rojizo de las hayas, extraño en el otoño gallego, puede visitarse todavía en los bosques de esta especie de la provincia de Lugo, los más occidentales de Europa. El hayedo de A Pintinidoira ocupa algo más de dos hectáreas en una vaguada que mira a los picos Os Ancares y donde convive con acebos y otras caducifolias autóctonas. El acceso es relativamente fácil desde Pedrafita do Cebreiro. Una vez en la capital ancaresa hay que dirigirse a A Pintinidoira y continuar un par de kilómetros para tomar la pista asfaltada en dirección a Bazal. Tras un corto descenso, junto a una fuente, termina el asfalto. Para alcanzar el faial hay que caminar algo más de dos kilómetros por una pista de tierra de buen piso. La vuelta, por el mismo sitio, es en ligero ascenso. Las hayas de A Pintinidoira ocupan unas 2,5 hectáreas en una espectacular vaguada que mira a los picos de Os Ancares. El hayedo de Pintinidoira está en Rede Natura, según recuerda José Manuel Núñez, agente medioambiental en la montaña de Os Ancares gallegos. Son de la especie fagus sylvatic, el haya común que aparece en otras zonas de la Península. Presenta una orientación norte-noreste mirando a los picos de Os Ancares y está asentado en una veta calcárea. Estas dos características suelen ocurrir en los hayedos de la provincia, pero no son universales de las especies. Como particularidad general, las hayas son propias de zonas con precipitaciones horizontales, es decir que precisan humedad ambiental. La característica predisposición de las ramas en capas y en zigzag, facilita que las gotas de agua se deslicen hacia el suelo con facilidad. Otra particularidad del haya es que la frondosidad de sus copas obstaculiza el paso de la luz, por lo que es una especie que domina el estrato herbáceo. Puede verse así que el sotobosque está bastante limpio y destacan en él el acebo emblemático de Os Ancares, que es una especie muy resistente, incluso en sus primeros momentos. Por último, cabe destacar entre comillas, que las hayas constituyen una especie invasora en Galicia, en el sentido de que se está introduciendo, aunque en A Pintinidoira pueden verse magníficos ejemplares longevos, en torno a la pista, lo que es un atractivo añadido a la visita.
CÓMO LLEGAR:  Desde Lugo a Pedrafita do Cebreiro, seguir por la LU-P 4504 y antes de llegar al punto kilométrico 4, tomar por la izquierda la LU-P 3701 hasta Pintinidoira que está en el punto kilométrico 18.
COMPONENTES: VICENTE Y SUSI.
ITINERARIO: PINTINIDOIRA / CRUCE DE REGRESO / RIAMONTE / SANTA MARIÑA / IZQUIERDA / AS COVAS / VILAPASANT / FONTE / FAIAL / FIN FAIAL / CRUCE DE REGRESO / PINTINIDOIRA.

LA RUTA: Llegar a Pintinidoira ha sido fácil. Desde Lugo capital hay muy buena comunicación con Os Ancares y O Curel. Está situado en lo alto de una colina pero apartado del mundanal ruido, entre verdes prados para su ganado vacuno y pequeñas huertas particulares con animales de corral sueltos.

El sencillo paisaje de Os Ancares también enamora. Es como un cuadro impresionista de Gauguin; elevadas y redondeadas lomas cubiertas por los retazos de verdes prados y manchadas con pinceladas de apagados colores que van desde los ocres, marrones y morados, entre los dispersos núcleos habitados.

Iniciamos por la derecha del pueblo, por una corredoira de verde césped con amplias vistas al valle. El día no está claro, quedan nubes y girones de bruma en el ambiente, entre los que el sol intenta abrirse paso. El Faial está muy cerca pero en esta ruta pasaremos por él, al final del recorrido.


Dejamos un cruce por la izquierda que será el regreso del  Faial a la vuelta. Comenzamos un acentuado descenso hacia el valle por un camino donde la foresta arbórea ha disminuido y nos acompaña el matorral bajo; siempre teniendo al frente la mirada al magnífico paisaje acortado por la bruma.


El camino hace un brusco giro a la derecha y se posiciona más horizontal para entrar en un tupido bosque de delgados y espigados robles que buscan la luz. El suelo se tapiza de hojas caídas y se torna más amplio. Entramos en la umbría, donde tenues regatos se deslizan ladera abajo.


Al contrario que las hayas, los robles si consienten que el sotobosque se manifieste creando un estrato de matorral bajo importante. Es un bosque silencioso. La pista se ciñe al contorno de la sinuosa ladera y solo en contadas ocasiones nos permite contemplar algunos retazos del valle.


Poco a poco terminamos de rodear la ladera, cambiamos de orientación y el bosque disminuye, dejando paso a extensas miradas al precioso valle, y a diminutos núcleos de hayas que colorean el paisaje. El camino vuelve a inclinarse haciendo algo más rápido el descenso hacia el valle.


Una vez abajo, hace unos recodos entre grandes ejemplares de castaños, para entrar en la recogida aldea de Riamonte, después de atravesar el arroyo de su mismo nombre. Rural y ganadera entre verdes prados para sus vacas y cuidadas huertas, donde siempre destacan las plantas de grelos.

Proseguimos por un sendero a media altura que nos sitúa en la otra ladera, por encima del hilillo de agua del arroyo, pero siguiendo su curso entre la verde pradera, delimitada a su vez, por la lengua forestal del bosque que antes hemos recorrido, y que ahora observamos desde la otra vertiente.

Es un precioso espectáculo de tenues colores, roto de vez en cuando por la intensidad o saturación de un color concreto, el rojo de algún haya o el amarillo de algún castaño. De estos últimos es tiempo de recolección, y hoy domingo la gente aprovecha para llenar la despensa.


Una improvisada valla nos corta el camino y tenemos que agacharnos entre los alambres de espino. Quizás haya sido puesta para controlar que el ganado no pase a finca ajena. Continuamos por el estrecho y ondulado valle hasta llegar a Santa Mariña, donde hay agrupados varios caseríos.


Cerca de una fuente, nuestra ladera está ocupada por un souto castiñeiro de enormes ejemplares, algunos de ellos gigantescos, donde un abuelo y sus nietos están recolectando castañas para llevar al mercado. Dejamos atrás  un gran caserío abandonado situado dentro de un espacioso patio interior.


Enlazamos con una ancha corredoira que nos pasea a la sombra del castañar con un alfombrado suelo de hojas caídas. El día va mejorando y tornándose más luminoso. Volvemos a lindar con los prados del valle para acercarnos al grupo de casas de As Covas, que sorteamos sin pasar por él.

Dejamos la hermosa corredoira y sus castaños para comenzar a subir por un sendero a la izquierda, saliendo poco a poco del fondo del pequeño valle, que queda a nuestros pies, regalándonos extensas vistas. Una vez en lo alto de la loma, conectamos con un camino de tierra.


La pista nos mete en otro pequeño bosque de robles muy parecido al anterior, y quizás con la misma orientación. Al salir, bajamos un poco para llegar a un cruce de caminos. Un ganadero traslada sus vacas a otros pastos o al establo, nosotros subimos por la izquierda hasta Vilapasant.


Sin dejar de ser diminuta,  es la mayor de las aldeas que hemos cruzado. Silenciosa y sin gentes a la vista, solo unas gallinas sueltas; subimos hasta su pequeña ermita junto a su escueto cementerio. Proseguimos la subida admirando un paisaje de acuarela hasta un cruce con la carretera.

Es el punto más alto de la ruta. A la derecha hay una fuente sin nombre, con un espacio acondicionado formando un larga bancada con losas de pizarra y una cuadrada balsa que recoge el agua de la fuente. Decidimos sentarnos a tomar una sabrosa empanada gallega de hojaldre con bonito que compramos anoche.



Tras el almuerzo continuamos por un ancho camino que por la izquierda de la carretera comienza a descender suavemente. Damos las últimas miradas al precioso valle y a otros núcleos habitados por los que no hemos pasado, y con el zoom podemos ver A Pintinidoira en lo alto de la colina.


Nos vamos acercando al Faial situado justo debajo de la ladera del pueblo. Es una pequeña mancha coloreada que sobresale de entre toda la foresta. Entramos en el bosque, que primero es de robles y otras especies, para luego llegar al centro donde predominan las hayas con sus hojas de color fuego.


El suelo se torna marrón de hojas caídas y pese a la umbría existente, la luz penetra iluminando el ambiente. El ancho camino cruza de parte a parte el pequeño Faial, que pese a ser considerada una especie “invasora” en tierras gallegas, algunos especímenes son de gran envergadura.

Terminado el Faial, en vez de seguir el camino, giramos a la derecha subiendo por detrás de las hayas, haciendo una corta diagonal ascendente, sin senda ni camino. Es un trayecto algo enmarañado, pero nos permite disfrutar de otros grandes ejemplares en la parte alta de la ladera.

Entre troncos y ramas caídas buscamos el mejor paso, encontramos algunas setas de rojos colores vivos que indican su toxicidad, y vamos saliendo de este apretado y exuberante espacio, buscando la conexión con otro camino que ensambla con el principal, que a su vez, cierra el círculo de la ruta.

Admirando el paisaje, en unos cientos de metros llegamos A Pintinidoira. A sido una preciosa ruta, venir solo a ver el Faial hubiera sido demasiado poco. La idea de patear el pequeño valle ha sido una pasada, dejando como colofón el diminuto pero colorido Faial.

VER RUTA EN WIKILOC:
RECORRIDO: CIRCULAR.
AGUA EN RUTA: SI. (Fonte antes de llegar al Faial)
DISTANCIA: 17,9 KM.
TIEMPO EN MOVIMIENTO: 05:50 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 1.235 M. (Fonte)
ALTURA MÍNIMA: 762 M. (Río do Toural)
DESNIVEL POSITIVO: 725 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 725 M.

DIFICULTAD: MODERADA.

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