Posted by : Vaig a Peu domingo, 20 de marzo de 2022

Cala Deià está a 10 kilómetros de Sóller, situada entre Punta de Son Beltran y sa Pedrissa, donde se levantó una torre de defensa contra las incursiones piratas. Los picos imponentes del Teix (1.064 metros d’altitud) y el Caragolí proyectan su sombra hacia Deià. Este entrante de mar bellísimo, rodeado de acantilados medianos, coronados por monte bajo y pinar, finaliza en una playa semicircular en la que desemboca un torrente y se levantan hermosos bancales. Arena gruesa y grava componen su paradisíaco talud de pronunciado desnivel. En los márgenes se hallarán un embarcadero pequeño, escars y unos restaurantes, muy elogiados por sus arroces y pescados a la plancha. Es habitual en verano coincidir con personajes populares de ámbito internacional. Las condiciones marítimas y subacuáticas desaconsejan el fondeo de embarcaciones, puesto que el azote del viento del noroeste-norte-noreste la convierten en una zona peligrosa. Cerca de la playa existe una roca sumergida a tres metros de profundidad y el fondo de arena y roca es inseguro. Si se desea calar, se aconseja hacerlo con luz diurna y frente el embarcadero, sobre fondo de grava y roca, a cuatro metros de la superficie. A 3,7 kilómetros se encuentra Port de Sóller. El acceso por carretera es sencillo siguiendo la señalización viaria. En sus proximidades hay un aparcamiento, siempre abarrotado. Se recomienda bajar caminando este kilómetro final por esta calzada o por los caminos empedrados dels Ribassos y de sa Vinyeta.

CÓMO LLEGAR: Desde Santa Ponsa, por la Ma-1 para enlazar con la Ma-20, Salida dirección Valldemossa por la Ma-1110, seguir por la Ma-1130 y Ma-10 hasta Deiá, seguir hasta la bajada a Cala Deiá, junto a la parada del bús, no está muy señalado. Aparcar a unos 600 metros antes de llegar a la cala, donde el GR-221 cruza el Torrent Major por un puentecito.

COMPONENTES: VICENTE, SUSI, PEPE Y TERE.

ITINERARIO:  INICIO / BOTADOR / GR-221 / SON BUJOSA / CARRETERA / DEJAR CARRETERA / GIRO DCHA. / GIRO IZQ. / SON COLL / FONT DE SES MENTIDES / CRUCE CAMINO / PORTILLO / CAN PROHOM Y SON MICÓ / CAPELLA CASTELLÓ / CARRETERA / DESVÍO DCHA. / CRUCE DEJAR GR / TOMAR IZQ. / CRUCE / VADEAR TORRENTE / CAMÍ D’ALCONASSER / ESCALERAS NO / SIMA / TÁPIA / ZONA AÉREA / FIN ZONA AÉREA / MESA DE PIEDRA / ACANTILADOS / SEGUIR ORILLA / PARED SECA / CALA DEIÁ / FINAL.


LA RUTA: Vamos a repetir la ruta de Cala Deiá. Tiene dos partes totalmente diferentes, la primera por el GR-221 recorriendo la zona alta entre fincas, y la segunda por los acantilados de la costa, que la vez anterior estaba muy deteriorada por un reciente temporal.

 



El Torrent Major apenas trae agua hoy. Iniciamos desde el puentecito, cruzando la carretera para seguir el GR-221, izándonos por la primera de las tapias de escalera que suelen haber en los recorridos parar evitar que el ganado o la caza salga de las fincas.

 



El sendero se encrespa haciendo una fuerte subida entre los bancales de olivos con pared de piedra seca, que forman terrazas para ganarle terreno a la sierra. Al elevarnos vemos nuevas terrazas en la loma de enfrente que llegan hasta su cima, y por detrás de ellas, las altas montañas.

 



Poco a poco vamos tomando altura entre los ancestrales bancales, la mayoría de ellos no están en producción y quedan poco ejemplares de olivos, eso sí, centenarios, mezclados con algún algarrobo y pinos que arraigan entre las rocas. El torrente queda a nuestros pies y el paisaje se abre a las montañas.

 



Último esfuerzo, y en la parte alta el camino comienza a llanear. Las paredes secas de los bancales son de menor alzada y proliferan los ejemplares de olivos centenarios de enormes troncos retorcidos por los años. El día está gris y puede ser que gotee algo.

 



Pasamos junto a Son Bujosa, gran finca con una enorme alquería mallorquina donde todavía se cultivan cítricos, en sus tiempos debió ser importante. Poco después el sendero sube por la derecha y enlaza con la carretera Ma-10. 

 



Transitaremos por ella unos 500 m., ahora en temporada baja apenas hay tráfico. Desde el asfalto tenemos bonitas vistas a las laderas montañosas con bancales de pared seca y hermosas casonas habitadas.

 



La costa nos muestra un mar en calma y diversos acantilados. En algunas fincas lindantes y en altos bancales de piedra seca han podado viejos olivos para que se regeneren y broten de nuevo aunque su cosecha sea moderada.

 



Dejamos la carretera y por la derecha retomamos el GR-221, por un pasillo escalonado entre dos fincas, por el llamado Camí de Castelló que formaba parte de la única vía de comunicación entre Deiá y Sóller hasta finales del siglo XIX. Camino de carro en ocasiones y en otras, simplemente camino de herradura.

 



El camino vuelve a elevarnos por las lomas y vuelven los atávicos bancales de olivos y las paredes secas que con artesanales vallas de alambre y troncos separan unas fincas de otras. Entre recodo y recodo tenemos miradas a un mar tranquilo y reposado.

 



Estacas de madera señalan el sendero GR entre muretes de piedra escalonados, algunos de ellos derruidos por los temporales. Comienza una llovizna leve que nos hace sacar los chubasqueros y proteger las mochilas.

 



Entramos en una zona más húmeda con abundante vegetación donde los pinos y el matorral bajo proliferan. Luego el sendero en suave ascenso se encajona entre paredes, donde algún viejo olivo salta por encina dificultando el paso. La verja de una finca nos muestra varias esculturas de chatarra.

 



Tras una mirada a un rocoso peñón que se adentra en el mar formando una cala, llegamos a Son Coll, antigua aldea que ahora se haya dividida en varias casas particulares. A poca distancia tenemos el desvío a la Font de ses Mentides, que en pocos metros llega a la fuente que mana un pequeño hilo de agua.

 











Volvemos al sendero principal que sinuoso se torna a estrechar entre las paredes secas sin dejar de ascender. Viene un tramo espectacular, con enormes ejemplares de olivos añosos, como viejas esculturas vivientes, después caminamos por un apretado pasillo entre carrascas. Salvamos un portillo de madera.

 



El sendero comienza a subir con fuerza, y tenemos la primera vista al Puig Major (1,443 m.), y nuevas vistas al mar. Atacamos unas rampas rocosas que zigzaguean hasta subirnos a la parte más elevada de hoy (286 m.) cerca del Torrent de Sa Casa Nova.

 



Pasamos por un sector del camino donde las muros de piedra seca entre olivos han sido derruidas por las lluvias torrenciales. Aunque no obstruyen mucho el paso, reconozco que en cinco años no han sido reparadas.

 











La lluvia arrecia al llegar a las casas de Can Prohom y Can Mico. La possessió de Can Prohom era una de las más grandes de la alquería de Castelló. Las cases de Can Prohom y de Son Mico constituyen una sola unidad arquitectónica y son de un volumen considerable, con una fachada de tres plantas.

 



A la derecha, está la parte de Son Mico, y a la izquierda, Can Prohom. En su interior se habilitó una habitación destinada a la reina Isabel II, que visitó Sóller en 1863, aunque nunca llegó a utilizarla. Actualmente las Casas de Son Mico ofrecen la posibilidad de comer y degustar productos de la región.

 



Aprovechamos para hacer un breve descanso para tomar café y bizcocho mientras la lluvia amaina. Desde la terraza y los jardines las miradas a las alturas montañosas de la Serra de Tramuntana son extraordinarias.

 



Retomamos el camino en descenso donde poco más abajo se encuentra la Capella de Castelló del siglo XVII que ha sido restaurada y cuya  finalidad era acoger a los fieles dispersos por los distintos predios de los alrededores.

 



Proseguimos bajando entre diversas propiedades hasta la carretera frente a la hermosa alquería de Son Bleda. Caminaremos unos ciento cincuenta metros por la izquierda de la carretera extremando la precaución.

 



Para después cruzar y seguir por la derecha el GR-221, dirección Sóller por un camino asfaltado. Este tramo es una variante del GR que nos lleva hacia la Urbanización Bens d’Avall con buenas vistas a la sierra y al mar.

 



Más tarde abandonaremos definitivamente el GR-221 que continúa hacia Sóller, por un camino asfaltado de la urbanización, que recorremos haciendo un giro a la izquierda y más tarde en un cruce a la derecha.

 



Caminamos paralelos al cauce de un torrente para en un momento dado bajar para vadearlo, subir por la otra orilla y salir a un camino de cemento entre las casas y los acantilados. Estamos en la zona de Alconásser. 

 



El camino termina en un pequeño rellano que da acceso a unas diminutas calas rocosas y al mar. No descender por las escaleras que van a las calas. Seguir de frente subiendo un poco, por un incipiente sendero que prosigue entre barandas de madera.

 



El sendero se reafirma y comienza un espectacular recorrido ondulado por los acantilados. Tenemos el mar a nuestros pies en la accidentada y recortada ladera inclinada. Las panorámicas son extraordinarias.

 












Es un trayecto escabroso y desmoronado, el sendero no es uniforme entre una masa de pinar de ejemplares espigados y delgados, con multitud de ellos abatidos por los temporales y muchos de los troncos aserrados para poder franquear el paso. Es naturaleza pura de una belleza salvaje.

 



Pasamos por un tramo más sosegado, vuelven el orden y las terrazas abancaladas con olivos y piedra seca, con el pinar hasta el borde de los acantilados. Un Waypoint nos marca la situación de una sima que preferimos no buscar.

 



Se salva la valla de predio subiendo por otra tapia escalonada. El camino se deteriora descendiendo entre bancales con viejos olivos,  subiendo y bajando las ondulaciones del terreno, cerca de las ruinas de una construcción que pudo ser una casa de aperos o un corral de ganado.

 



Nos elevamos un poco y tenemos de nuevo  vistas al mar. Pasamos a otra propiedad por otra tapia escalonada, ésta con menos inclinación y algo más vertical. El sendero entra en una zona más aérea y desprotegida donde los pinos invaden el límite de los acantilados permitiéndonos extensas vistas al mar.

 



Es un área donde tenemos que ser precavidos, aunque no hay un riesgo real si no se hacen tonterías. Retorna un paisaje asilvestrado entre matorral de coscoja y lentisco,  con delgados pinos en un suelo inestable y desmoronado, pero que nos aportan sorprendentes panorámica al mar y a los acantilados.

 



La fragilidad del terreno y su propia escasez debido a su inclinación, hace que en los temporales de lluvia y viento caigan derribados muchos pinos, algunos de ellos se precipitan literalmente al mar. El sendero y los alrededores están sembrados de ramaje y troncos, tal como cayeron en esta poda natural.

 



Metidos de lleno en el entorno, las miradas al escabroso litoral desde las alturas son extraordinarias, con diminutas calas y roquedos de difícil acceso a no ser por mar. Pero como en la zona anterior todo vuelve a su lugar, el sendero deja de ser aéreo y se estabiliza con miradas a las sierras interiores.

 



Descendemos acercándonos al litoral donde el sendero se urbaniza con peldaños de piedras para evitar que la tierra no se desmorone y rusticas barandas de delgados troncos. A este nivel, el acceso al mar y  a las rocas que se adentran son como islotes, es muy asequible para los bañistas.

 



Vamos recorriendo todos los recovecos de la costa acercándonos o separándonos del mar. Aparecen algunas pequeñas fincas con situación privilegiada, en recodos resguardados del viento donde los pinos crecen con soltura.

 



Clavadas en algunos troncos vemos tablillas con alegorías de olas marinas indicando el acceso al mar. Por otra parte, la única señalización vertical que tenemos son las paletas de madera que indican Sóller o Cala Deiá.

 



En un círculo de piedras vemos una rustica mesa de piedra. Después viene un litoral abrupto con puntas rocosas más planas que se adentran en el mar y de nuevo agradable sendero protegido por barandas de troncos, hechas con el ramaje seco de los pinos que en su día fueron derribados.

 



Acantilados peñascosos desde amplias plataformas rocosas que penetran en el mar, nos permiten saborear un accidentado litoral donde todo cambia en pocos pasos y nada es igual a lo anterior. Nos acercamos a un larga pared seca de varios metros de altura con pinos de troncos retorcidos.

 



Nada más dar la vuelta todo cambia. En los recodos donde el viento vapulea de lo lindo, o desembocan ramblas y torrentes intermitentes, todo se precipita al mar, tierra, rocas, árboles. El sendero tiene que tomar de nuevo altura para salvar estos escoyos de naturaleza en movimiento.

 



La altura nos da una bucólica estampa de la diminuta Cala Deiá. Todo es reducido y atávico, su cala, el embarcadero, las casitas, el restaurante, es como un pequeño tesoro escondido. Bajar hasta allí no es tan fácil, el sendero se precipita por un lateral desmoronado, de constantes derrumbes, pero protegido por las artísticas barandas artesanales.

 



A media bajada obtenemos las mejores panorámicas de la Cala Deiá. Estrecha y alargada, encerrada entre dos puntas rocosas que se adentran en el mar dándole forma de herradura. Descendemos hasta las casitas de piedra techadas con tejas, donde una rampa de cemento hace de varadero para pequeñas lanchas.

 



Saboreamos el ambiente y seguimos subiendo junto al cauce del Torrent Major hasta alcanzar el aparcamiento, cerrando una ruta realmente espectacular: Mar y montaña, con ancestrales senderos cargados de olivos centenarios y paredes de piedra seca, sin olvidar las impactantes panorámicas.

 


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/ruta-circular-a-cala-deia-mallorca-100681752




RECORRIDO: CIRCULAR.

AGUA POTABLE EN RUTA: SI. (Font de ses Mentides o en Can Prohom)

DISTANCIA: 12,3 KM.

TIEMPO EN MOVIMIENTO: 05:25 HORAS.

ALTURA MÁXIMA: 286 M. (Camí de Castelló, cerca del Torrent de Sa Casa Nova)

ALTURA MÍNIMA: 1 M. (Cala Deiá)

DESNIVEL POSITIVO: 534 M.

DESNIVEL NEGATIVO: 542 M.

DIFICULTAD: MODERADA.

 

 

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