Posted by : Vaig a Peu sábado, 9 de junio de 2018

Después de la conquista de Jaume I en el siglo XII, la población musulmana del Reino de Valencia continuó siendo mayoritaria durante mucho tiempo. Normalmente se acepta como fecha de la incorporación de la ciudad de Dénia, en el mundo de los cristianos, la dada por las fuentes musulmanas el 11 de mayo de 1244, desgraciadamente la incorporación de la Marina nos es desconocida. Casi 400 años después de la conquista de Jaume I, en la Marina salvo las villas de cristianos viejos de Dénia, Xábia, Teulada, Benissa y Calpe o en la población mixta de Ondara y Forna, el resto de lugares de nuestra comarca estaban íntegramente habitados por moriscos. En 1348 el rey Pedro IV, el Ceremonioso, ordena a los sarracenos llevar turbante para poder distinguirlos de los cristianos, lo cual nos hace pensar que se parecían muchísimo. El decreto de expulsión de los moriscos tuvo unas repercusiones muy negativas para nuestras tierras, pero para tratar de buscar las causas cabe hacer un pequeño análisis del contexto histórico: La convivencia entre las comunidades cristiana y musulmana fueron degradándose poco a poco y el enfrentamiento fue incubándose hasta que estallaron las Germanias, que fueron unas luchas entre los campesinos y la nobleza con sus vasallos mudéjares. Por una parte los mudéjares cultivaban las tierras y pagaban altos impuestos, eran la auténtica riqueza de los señores, que los tenían como esclavos. En el otro lado estaban los hermanados (agermanats): campesinos, artesanos y gente de oficio que no podían competir con los sueldos de la comunidad islámica que además estaban muy manipulados por la jerarquía católica. Eso unido al aumento del precio de los productos básicos, la epidemia de la peste del año 1519, los ataques de la piratería, hicieron estallar la situación. Los agermants fueron derrotados, pero a los musulmanes se les aplicó progresivamente más restricciones por parte de las autoridades. Fueron obligados a bautizarse y pasaron a llamarse moriscos o cristianos nuevos, aunque obviamente, continuaron practicando su religión a escondidas, se les prohibió cambiar de casa, hablar su lengua, su manera de vestir y sus tradiciones. Tampoco podían circular cerca de la costa porque se les acusaba de ayudar a los piratas berberiscos. No se les permitía la posesión de armas. Trascendental en el proceso de expulsión fue el desarme de la población morisca en 1563. Por parte cristiana nunca existió la verdadera voluntad de integrar a la población vencida, sumisa y perseguida. La conquista de Jaume I había supuesto dar las mejores tierras y regadíos a los nuevos repobladores, arrinconando a los moriscos en las montañas, donde pasaron a ser esclavos de sus señores. La Marina pasó a ser un gran reducto morisco. Sin embargo la obsesión por la unificación de la fe encabezada por el Santo Oficio los reprimió fuertemente. La intransigencia religiosa perseguía cualquier brote de herejía y la Inquisición prohibió la importación de libros o estudiar en el extranjero. También se registraron las bibliotecas para destruir cualquier disidencia. Desde los púlpitos se sugería otra vez la posibilidad de un alzamiento morisco para atemorizar a los cristianos viejos, sembrando el miedo y el silencio que acabó transformándose en odio irracional y temor recíproco. Predicar una cruzada contra el islam en un Reino con una numerosa comunidad islámica alimentó la violencia, que iniciada por unos pocos era muy fácil de arraigar. Entre los años 1580 y 1595 el Santo Oficio juzgó a 1.266 moriscos, el 78% del total de procesados. Llegaron a proponer al rey soluciones abominables, como la castración de todos los varones moriscos o el embarque masivo en bajeles sin timón. Muy pronto comenzó a hablarse de una posible expulsión de los moriscos. La nobleza se oponía, se quedarían sin mano de obra barata y sumisa. Mientras que las clases medias y algunos intelectuales rechazaron la medida, pudo ser por recortar la influencia de la nobleza, atacando directamente sus intereses económicos. La situación fue empeorando progresivamente durante todo el siglo XVI, hasta que se decretó la expulsión de los moriscos en el año 1609. Por lo tanto se les dieron tres días para embarcarse hacia el norte de África, y abandonar unas tierras donde habían vivido y trabajado durante casi 9 siglos. Aquello que no pudieran llevarse pasaba a ser propiedad de sus señores, también se prohibía explícitamente vejar, esconder y encubrir moriscos. Al principio se establecieron algunas excepciones, como por ejemplo permitir que se quedaran los menores de 4 años con permiso de los padres y a los menores de 6 años si el padre era cristiano viejo aunque la madre fuera morisca. Pero muy pronto se revocaron y modificaron, y la mayoría de historiadores coinciden en afirmar que se quedaron muy pocos. El Marqués de Carracena estimaba que no se embarcaron 1.832 infantes en todo en Reino de Valencia, mientras que fueron expulsados 111.396 moriscos, de una población estimada entre moriscos y cristianos de 450.000 habitantes, aproximadamente. Para tranquilizarlos se permitió que 10 de los moriscos que se embarcaron en el primer viaje volvieran para dar noticias al resto. La primera expedición volvió el 19 de octubre, y, las malas noticias que llegaron hicieron estallar la situación, y 17.000 moriscos se amotinaron en la montaña del Cavall Verd donde resistieron más de dos meses, hasta que finalmente fueron reducidos. Por los puertos de Xábia y Dénia fueron expulsados un total de unos 43.000 moriscos. Esta decisión provocó uno de los mayores dramas humanos de nuestra historia, además de una gran crisis económica provocada entre otras razones por el abandono de los campos por falta de mano de obra. Nuestras tierras tardarían muchos años en recuperarse de la gran crisis económica, social y cultural que provocó la expulsión, con repercusiones posteriores, malas cosechas, epidemias, la perpetuación de un régimen señorial opresor, que favorecieron fenómenos como el bandolerismo. (Traducido de Fent Camí).
CÓMO LLEGAR:Autopista A-7 hacia Valencia, salida en la nº 62 ONDARA/DENIA/JAVEA, seguir por la N-332 a Ondara, por la derecha tomar salida por la CV-731 a BENIARBEIG / BENIDOLEIG / ORBA / FONTILLES, al salir de Orba, continuar por la CV-715 durante 1 km y torcer a la izquierda por la CV-721 hasta llegar a Fleix, hay un parking a la salida del pueblo, junto al inicio de la ruta.
COMPONENTES:VICENTE Y PEPE.
ITINERARIO:FLEIX / FONT GROSSA Y LAVADERO / BAJAR / FORAT / RIU GIRONA / A LA COVA / BARRANC DE L’INFERN / COVA SANTA / POU DE LA JUVEA / LES JUVEES D’ENMIG / GIRO IZQDA. / ENCINAS / FONT DE REINÓS / CAUCE DEL BARRANC / POU Y CASA / LES JUVEES DE DALT / BAJADA / CASA DEL BARRANCO / BARRANC DE RACONS / CARRETERA / FONT DELS OLBIS / BENIMAURELL / FONT DE BENIMAURELL / LAVADERO / FLEIX.

LA RUTA:Los años pasan y hace ya unos cuantos que no realizamos la clásica ruta del PR-CV 147 la Catedral del Senderismo. En las últimas visitas hemos utilizado otras vías, que las hay, y muchas. Añadiremos la variante a la Cova Santa.


Iniciamos desde el pequeño rellano que han habilitado como parking, con miradas a los lomos del Cavall Verd. Cruzamos para coger la carreterita asfaltada que une por el interior los pueblos de Fleix y Benimaurell.


Enseguida tenemos vistas al pueblo de Benimaurell, al hotel Laguar, y a algunos cerezos que no han sido recolectados y están repletos de frutos rojos. Pasamos por debajo de una ancestral higuera de exuberante tronco y ramaje.


Nos llevamos una decepción al llegar al Llavador y a la Font Grossa, siempre la he visto manar por sus cuatro caños, e incluso rebosar por las paredes y ahora está seca, apenas un poco de humedad en las piletas.


Esto nos da una idea de la sequía que arrastramos, los acuíferos están vacíos y las últimas lluvias no los reponen. Giramos a la derecha para bajar al lecho del río Girona en dirección a les Juvees d’Enmig, pasamos por un pequeño túnel de vegetación. 


Los escalones y los zigzags iniciales nos conducen entre los bucólicos bancales de almendros y cerezos, deleitándonos con la panorámica visión del lecho del río Girona y el sinuoso trazado con escalinatas y sendas que nos hacen placentero el caminar.


Al llegar al pequeño arroyo que da caudal a la cascada, también está seco, traspasamos el agujero escavado en la roca, donde han colocado una pasarela de madera para superar los destrozos que ocasiona el agua en las lluvias torrenciales.











Al otro lado, las vistas son maravillosa. El desnivel a descender es fuerte pero con los lazos escalonados que efectúa la senda es muy fácil.  Desde esta posición comenzamos a tener una visión parcial de la catarata, que como suponíamos está seca.











Es frustrante ver la pared de caída y la poza secas pese a las recientes lluvias. La cascada era el toque bucólico, el resto del paraje sigue siendo impresionante. Los escalones terminan en la base de la cubeta vacía donde cruzamos a la otra vertiente.


Continuamos elevándonos por la otra ladera pegados a las paredes, para luego descender poco a poco hasta el lecho del río Girona. Mientras, disfrutamos de las vistas a las ennegrecidas paredes calizas como proas de buques.


Una vez llegados al lecho del río Girona giramos a la izquierda por su cauce de piedras de aluvión. Pocas veces hemos visto agua en el río, siempre se filtra bajo las piedras y desaparece hasta cerca de la presa d’Isbert.












Aquí da comienzo la variante a la Cova Santa. Es un trayecto de unos dos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta por el cauce del río. Al principio es algo incómodo por el pedregal ya que no existe sendero.


El cauce es muy sinuoso con muchas revueltas y altos paredones, que paulatinamente se va angostando hasta encajonarse. La segunda parte es más entretenida, aparecen grandes rocas en el cauce y la piedra caliza moldeadas por la erosión.


Pronto tenemos un gran mojón en el lecho del río que marca el inicio de un sendero lateral por la izquierda que remonta la ladera y conecta en el barranc de Racons, con el sendero principal para llegar a Benimaurell.


Lógicamente lo desechamos y continuamos por el cauce, que sigue estrechándose entre un hermoso colorido de adelfas en flor que dan el toque primaveral a este agreste paraje de paredes inhóspitas pobladas de matorral.












El barranc de l’Infern se retuerce en un pronunciado recodo y termina de estrangularse, sus paredes parecen tocarse, y el lecho ya es de piedra caliza tremendamente erosionada por el paso de caudales torrenciales.











Todavía hace un recodo más donde las paredes casi llegan a unirse formando una capsula de piedra y un angosto pasadizo para entrar a una especie de burbuja extraordinaria, el silencio es atronador, entramos en la Cova Santa.


Es un lugar místico. La burbuja vuelve a estrecharse y hay una pequeña poza con agua. Recuerdo que habían más agarres para evitar la poza, ahora solo quedan dos pivotes de hierro clavados en la roca, pero son suficiente.












Dejamos las mochilas y los palos para subir. El interior es como en una catedral, diminutas burbujas que parecen capillas, cada una más reducida y escasa de espacio. Sin embargo, suben hasta arriba buscando la luz.












Hay otras pequeñas pozas y charcos fáciles de evitar, hasta que traspasando un arco de piedra llegamos a la última, donde el barranco se cierra totalmente. Se puede salvar, puesto que hay una cuerda con nudos para izarse.











También está equipada con unas diez grapas o peldaños y una cadena para izarse, pero eso está preparado para los barranquistas que vienen de cruzar el barranc de l’Infern. Nosotros somos senderistas y nuestra curiosidad llega hasta aquí.


Emprendemos el regreso. Deshacemos el paso de los pivotes y recuperamos las mochilas y los palos. Pasamos por una poza que se salva con un tablón en sus aguas y poco a poco salimos de nuevo a campo abierto.

El regreso es mucho más ágil y rápido al ir aprovechando los cortos trazos y recortes de sendero que tomamos por los laterales, evitando en gran parte el pedregoso cauce del río hasta llegar al principio del desvío. 











Comienza la elegante subida a les Juvees del Poble d’Enmig. Sus largas y bien peritadas rampas, sirvieron antaño para que  moriscos y mulas acarrearan con los aperos de labranza y subieran hasta la parte alta, llana y abancalada.













El desnivel es erizado, pero entre largas lazadas  con bajos escalones, paulatinamente vamos ganando altura. Enfrente vemos el trazado que hemos recorrido y el blanco cauce del río en dirección a la Cova Santa.


En el segundo tramo de rampas por la otra ladera del barranco también hay que currárselo  hasta llegar al Pou de la Juvea. Seguimos en ascenso por la pista que luego pierde el asfalto, hasta arribar a les Juvees D’Enmig. 


Dejamos atrás varias casas de campo antes de girar a la izquierda cerca de la gran casona y pasar por el boquete de encinas. Hay carteles con descripciones de los tramos del barranc de l’Infern, por aquí suelen aparcar los barranquistas.


El sendero prosigue en suave descenso cerca de un aljibe y antiguos bancales hasta llegar a la cornisa del barranc  de l’Infern, con unas miradas impresionantes a las altas laderas. Comienzan las largas lazadas.


Las primeras nos descienden por debajo de rocas calizas rojizas ennegrecidas por las lluvias, haciendo un pequeño desvío por un reciente desprendimiento, es zona muy inestable y hay vestigios de otros anteriores.











Cortas rampas hacen el descenso más vertical hasta llegar a la Font de Reinós, de la que al menos sigue manando un reguero de agua en sus exiguas piletas. Entre plantas de humedal la bajada se acelera hasta el lecho del barranco.


Caminamos un breve tramo por la derecha del cauce hasta la comenzar a subir por la otra ladera. Rocosos peldaños nos hacen tomar altura con rapidez y tenemos vistas al cauce del barranco que va hacia el encajonamiento de la Cova Santa. 


A media ladera el sendero se estabiliza haciendo más suave el ascenso. Entramos en antiguas zonas abancaladas moriscas, con las ruinas de una casa y un viejo aljibe, y con tremendas miradas al barranc de l’Infern.



Otras lazadas y rampas nos sitúan en les Juvees de Dalt,  desde donde observamos los desfiladeros del barranco. Quedan los restos de algunas casas y otras que han intentado restaurar, también varios aljibes.


Tras un buen almuerzo iniciamos el descenso por la izquierda, un estirado sendero escalonado,  suavemente nos baja por el barranc del Tuerto, dejando en la otra ladera las ruinas de los corrales y la Casa del Barranc.


Este barranco tributa a otro de mayor entidad, el barranc dels Racons, por el que ahora el escalonado sendero nos comienza a elevar desde su lecho. Es una larga y bonita subida que nos eleva a la parte alta del cauce.


En este punto cambiamos de ladera para seguir subiendo entre restos de yermos bancales moriscos. En este lado el desnivel es mucho más fuerte, por lo que el sendero efectúa largas lazadas para superarlo con moderación.


Comenzamos a tener extensas miradas a todo el camino recorrido por el cauce del barranc dels Racons, que llegan hasta la sierra de la Carrasca en la Vall de Ebo. Las últimas rampas se acortan hasta alcanzar la otra vertiente.

Concluida la tercera subida de hoy, las panorámicas son preciosas, aunque hay algo de bruma en el mar, los lomos del Cavall Verd, el Montgó y el edificio del hotel Laguar sobre la cornisa del barranc de l’Infern. 


Salimos a la carretera donde está el panel del sendero PR-CV 147, muy cerca de la Font dels Olbis, que desistimos de bajar a comprobar si mana agua, y seguimos por el asfalto hacia el pueblo de Benimaurell.












Entramos en el pueblo admirando los bonitos roquedos del Cavall verd y bajamos a la Font de Benimaurell y su lavadero, donde nos refrescamos en sus dos caños, pese al cartel de “agua no tratada”.


Ahora solo nos queda caminar por la pista asfaltada los poco menos de dos kilómetros que hay hasta Fleix, paseando por las huertas particulares y luego admirando las trazas del sendero de esta mañana para llegar a les Juvees d’Enmig.

Pasado el lavadero y la seca Font Grossa llegamos a Fleix cerrando esta preciosa ruta. Si no lo habéis hecho, es muy aconsejable desplazarse por el cauce del río Girona hasta la Cova Santa. Espectacular.
RECORRIDO:CIRCULAR.
AGUA POTABLE EN RUTA:SI. (Font de Reinós, Font dels  Olbis, Font de Benimaurell) 
DISTANCIA:17,5 KM.
TIEMPO EN MOVIMIENTO:06:35 HORAS
ALTURA MÁXIMA:596 M. (En la subida del Barranc dels Racons)
ALTURA MÍNIMA:178 M. (Riu Girona)
DESNIVEL POSITIVO:982 M.
DESNIVEL NEGATIVO:982 M.
DIFICULTAD:ALTA.

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