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Posted by : Vaig a Peu
jueves, 30 de octubre de 2014
El pequeño barrio de
Oma, en Kortezubi, encierra en las cercanías de las cuevas de Santimamiñe un
enclave singular conocido como el Bosque Animado. Creado en 1984 por el
escultor y pintor bilbaíno Agustín Ibarrola, que atraído por el bosque que
contemplaba desde su caserío, en el fondo del valle, comienza a pintar esta obra.
Desafiando a la perspectiva, con una simple línea horizontal, crea su primera
figura, donde utilizó solamente el color blanco. Él había imaginado el bosque
lleno de figuras… y con el tiempo se hizo realidad. Acompañado de una rústica
escalera que el mismo fabricaba se enfrentó a un lienzo de materiales robustos,
compuesto por cientos de pinos, donde poco a poco fue plasmando las figuras
inspiradas en nuestra cultura, los sentimientos colectivos, la sociedad… Sus
primeras obras fueron en blanco, luego aparecen el rojo y el negro… y
finalmente los otros colores. Y es que Ibarrola estuvo cerca de dos décadas
pintando el bosque, a veces solo, otras en buena compañía… En el año 2000 daba
sus últimas pinceladas, dejando como legado una de las obras más visitadas de
nuestro territorio, una joya del Land Art. Este bosque encantado es un espacio
mágico que apunta una nueva relación entre naturaleza y arte. En él, el artista
dejó huellas en árboles y piedras, con el propósito de unir el trabajo de los
ancestrales artistas del Paleolítico con la tendencia moderna del land
art, una corriente artística que trabaja directamente sobre el entorno
natural, siendo el propio paisaje el lienzo del pintor. De esta forma,
Ibarrola se limitó a pintar la superficie de los pinos, consciente de que el
soporte que utilizaba no es inerte como el lienzo. La mayoría de las figuras se
reparten entre diferentes arboles, situados en distintos planos de profundidad.
Así, Ibarrola, al cubrir de colores y de vida cientos de pinos, compuso un
inmenso lienzo que cada visitante puede recomponer jugando con las perspectivas
mientras camina. Nos encontramos ante la posibilidad de construir una obra
personalizada por medio de las decisiones que tomamos en el interior del
bosque, caminar por uno u otro sendero, mirar en diferentes direcciones...
Existe, por lo tanto, un bosque diferente para cada uno de los que lo visitan.
CÓMO LLEGAR: Desde Murgia
por la AP-68, continuar dirección Francia, a Gernika por la BI-635 y por la
misma carretera a Basondo-Kortezubi y al aparcamiento de Lezika.
ITINERARIO: PARKING DE
LEZIKA / BASOBARRI / BOSQUE PINTADO / BAJADA AL VALLE / OMA / BASONDO / PARKING
DE LEZIKA.
COMPONENTES: VICENTE Y
SUSI.
LA RUTA: Llegamos recién comidos de Gernika y por el final del aparcamiento nos dirigimos a la Cueva de Santimamiñe. Subimos hasta el Centro de Acogida donde nos indican que hemos llegado tarde y además no teníamos reserva. En nuestra visita anterior, hace unos años, nos pasó lo mismo. El horario de otoño es más reducido y muchos colegios copan las reservas.
LA RUTA: Llegamos recién comidos de Gernika y por el final del aparcamiento nos dirigimos a la Cueva de Santimamiñe. Subimos hasta el Centro de Acogida donde nos indican que hemos llegado tarde y además no teníamos reserva. En nuestra visita anterior, hace unos años, nos pasó lo mismo. El horario de otoño es más reducido y muchos colegios copan las reservas.
Nos acercamos a la ermita de San Mamés que también está cerrada, situada a poca distancia, a los pies del monte Ereñozar, entre el bosque de encinas, madroños y algún haya. Sobre la puerta tiene un pequeño tejadillo para proteger su antiquísimo dintel.
Regresamos al restaurante, donde hay poca gente a estas horas, y al inicio de la ruta, por la ancha pista ascendente del PR-BI 180. Hace una tarde preciosa con buena luminosidad, aunque sabemos que a las seis comienza a ponerse el sol y enseguida anochece.
El sol ilumina el monte Ereñozar invadido totalmente por el bosque que comienza a tomar colores otoñales. La pista con un desnivel llevadero entra en el bosque de altos pinos que poco después cambia por eucaliptus. Nos llama la atención la escasez de gente en la ruta.
Seguimos esforzándonos en las largas rampas del camino; vuelve el espigado pinar, solo nos cruzamos con una pareja de jóvenes que van a nuestro ritmo. Entre la vegetación vemos la altura que le hemos ganado al valle. Retornan algunos eucaliptos jóvenes con ese verde azulado que los caracteriza.
Alcanzamos Basobarri, y el cruce del sendero balizado que por la izquierda comienza a descender hacia el Bosque Pintado. Nos acompañan las barandas de madera y después amplios escalones con maderas para proteger el camino en las lluvias. Es conveniente hacer el recorrido con deportivos como mínimo.
Comienza el espectáculo. La primera visualización es un rombo amarillo que recuerda a la bandera de Brasil y luego dando la vuelta hacia la entrada, nos recibe el beso, posicionado entre los troncos de dos pinos. Pese a haberlo visitado anteriormente, es un regocijo contemplarlo.
Traemos un folleto del Centro de Acogida que facilita el itinerario. También hay algún panel en el Bosque y además en el suelo, sujetados con cemento hay unos círculos de plástico con un número de orden y una flecha indicando la dirección en que hemos de mirar.
Todo esto es nuevo, y ayuda a contemplar el Bosque con un cierto orden, pero hoy que está muy tranquilo, y con el sosiego que da la tarde, vale la pena perderse entre los pinos, buscar nuestra propia visión de las figuras que lo componen, o sentarte en una piedra y extasiarte en este museo al aire libre.
Dentro de las composiciones pictóricas, hay grupos de ellas muy definidas y que han sido bautizadas. Hemos dejado atrás el Beso y una serie de figuras, ahora estamos en la línea, que consiste en una simple franja de color blanco en varios troncos que sigue una dirección.
Pintar parece fácil, pero para atreverse a hacer esto en un bosque, logrando conceptos y perspectivas, hay que ser un genio. Luego tenemos el rayo, que mirado fuera de lugar no tiene sentido, pero en la posición correcta vemos serpentear una línea blanca en una decena de árboles.
Los personajes, son una serie de pinturas que representan a figuras humanas en movimiento, y ocupan gran cantidad de árboles. En desorden, pueden tener varias interpretaciones, pero en posición, asemeja a una multitud en apresurado desplazamiento.
El arco iris está esparcido en dos grupos de árboles. Ocupan buena parte de la superficie de los troncos hasta una considerable altura, la rústica escalera de Ibarrola fue de gran ayuda. Consiste en enormes manchas de pintura de diversos colores compuestos al azar.
Los niños. Pequeñas figuras humanas que corretean. Las figuras son de color rosa perfiladas con una línea blanca y siempre sobre fondo de colores fuertes como el rojo y el azul. No todos los árboles están pintados aunque den la sensación de estarlo. Hay gran cantidad de ellos en su estado natural, y que hacen que la obra respire.
El grupo de rayas y ritmos es muy curioso. También pintados hasta gran altura con rayas horizontales, y otras inclinadas a cualquiera de los lados siguiendo una pauta. Otras parecen borrosas páginas de un libro, un texto ilegible con supuestas fotos.
Culminando la loma están los Ojos. Un espacio vivo. Quizás el más extenso e inquietante en algunos momentos. Grandes ojos con vigilantes pupilas que parecen acechar todos nuestros movimientos, siempre abiertos y atentos. Los que están sobre un fondo de colores fuertes se parecen a algún tótem o divinidad ancestral.
Solo queda sentarnos en el suelo y meditar sobre la obra que acabamos de contemplar, expresiones y rasgos, que a nadie dejan indiferente. Es un ente vivo, un bosque pintado, un bosque encantado. Poco a poco iniciamos el descenso hacia el valle.
La vez anterior hicimos el mismo recorrido de ida que de vuelta, pero hoy la haremos circular, regresando por el valle. El camino de bajada hace unas rampas entre el bosque que todavía tiene algunos ejemplares pintados con líneas verticales y de varios colores. Llegamos a un portón y un poste con balizas.
Proseguimos por la izquierda, por un camino asfaltado y enseguida llegamos a los caseríos de Oma. Avanzamos rápido admirando el valle, más tarde, ya comenzando a subir, alcanzamos los caseríos de Basondo y el aparcamiento de Lezika.
RECORRIDO: CIRCULAR.
AGUA EN RUTA: NO.
DISTANCIA: 7,4 KM.
TIEMPO: 02:00 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 270 M.
(Basobarri)
ALTURA MÍNIMA: 10 M.
(Basondo)
DESNIVEL POSITIVO: 320 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 325 M.
DIFICULTAD: MODERADA.