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- HUELVA, LA RÁBITA Y ALBUFEIRA, EL ALGARVE, PORTUGAL.
Madrugamos. Cerramos la maleta y nos despedimos del hotel. Bajamos al aparcamiento y la dejamos en el coche, y subimos a buscar una cafetería para desayunar tranquilamente y dar otro vistazo por los comercios.
De nuevo en el coche ponemos el GPS rumbo a Huelva. Buen trayecto con poco tráfico y aparcamos en el centro de la capital onubense. A estas horas Huelva es un remanso de paz. Paseamos por el centro visitando los monumentos a Cristóbal Colón y a la Virgen del Rocío.
Continuamos hacia la Rábida, al muelle de las carabelas. Hace muchos años que estuvimos y todo ha cambiado. En el centro de visitantes vimos un cortometraje sobre el fabuloso viaje de Colón y las carabelas.
El muelle ha sido preparado para las visitas turísticas con tres pantalanes donde están amarradas las tres carabelas: la Pinta, la Miña y la Santa María, eso permite que se puedan controlar las visitas en los días de mucha afluencia.
Está permitido subir a las embarcaciones y recorrer sus entresijos. Han sido decoradas con los enseres de la época, donde se puede constatar la difícil vida a bordo en tampoco espacio y un viaje tan largo sin rumbo cierto.
En el puerto también han montado tenderetes donde las embarcaciones se aprovisionaban de comida y enseres para su gran aventura. Nos quedamos a comer en el Restaurante Los Descubridores antes de partir hacia Portugal.
Por Ayamonte cruzamos la frontera y entramos en el Algarbe portugués circulando cerca del mar hasta llegar a Albufeira. No fue difícil llegar a nuestro hotelito en el Cerro y una vez instalados bajamos al centro a conocer nuestro nuevo destino.
Bajamos a pie entre callejones, parándonos a ver las panorámicas de la hermosa playa de Albufeira situada entre acantilados, y a la que se puede acceder desde la parte baja del pueblo, o por un ascensor en la zona media.
El pueblo es muy turístico, estrechas callejuelas repletas de tiendas y restaurantes, y una gran plaza rodeada de cafeterías y sitios de comida rápida. Está todo muy animado pero en estas fechas no está masificado.
Comienza el atardecer, las puestas de sol en esta zona son largas y espectaculares. Nos decidimos por una terracita a pie de playa para cenar mientras cae la noche. La comida marinera es excelente con la variedad del océano Atlántico.
Con la noche cerrada comenzamos a subir hacia nuestro hotelito, son unos quince minutos relajados admirando el pueblo ahora iluminado. Arriba en el Cerro todo es calma y tranquilidad. Mañana comenzamos a recorrer el Algarbe.