Posted by : Vaig a Peu miércoles, 26 de octubre de 2016

Este espacio protegido fue declarado por la Ley de 5/2006, de 30 de mayo; ocupando terrenos pertenecientes a los concejos de Lena, Quirós y Teverga, en sentido de Este a Oeste, con una superficie total de 45.163 ha., de las que 13.548,30 ha. se corresponden con el concejo de Quirós; esta superficie representa aproximadamente un 64,88% del total de la extensión del concejo y a su vez es el 30% de la superficie total del Parque. El 11 de julio de 2012 fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco. El Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa comprende un territorio de montaña con relieve de pronunciados contrastes, del que se alza, cerca del límite con tierras leonesas, el macizo de Peña Ubiña, la segunda montaña más alta de la región tras los Picos de Europa, con altitudes superiores a los 2.400 metros. Situado en el sector más meridional y central de Asturias, integra los terrenos de los concejos de Lena, Quirós y Teverga incluidos en la Reserva Regional de Caza de Somiedo. Los valores ambientales que definen al parque son la diversidad biológica que presenta y su magnífico estado de conservación. En su superficie se encuentran ejemplos de más de la mitad de las familias vegetales asturianas, con más de un tercio del espacio ocupado por bosques maduros y dominados por el hayedo. La fauna cantábrica se encuentra muy bien representada, con especies como el oso pardo y el urogallo cantábrico, incluidas en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas, o la nutria y el desmán, dos grupos asociados a cursos de agua de elevada calidad ambiental. Las aves rapaces, el corzo, el venado, el rebeco, el lobo o el zorro forman también parte de su vida animal. Entre las aguas que discurren por el Parque Natural de Las Ubiñas – La Mesa, destaca el desfiladero formado por el río Val de Sampedro, en el que se encuentra Cueva Huerta, declarada Monumento Natural. A esta riqueza ambiental se unen sus numerosos valores culturales. Cuenta con una de las más ricas estaciones rupestres del noroeste peninsular (Abrigos Rupestres de Fresnedo), de representaciones pictóricas de la Edad de Bronce – Edad de Hierro. Conserva además restos de la época castreña, aunque sin duda sus elementos más representativos son la Vía Carisa y el Camino Real de la Mesa, ambas calzadas romanas tan antiguas como los primeros indígenas astures, que comunicaba la región con la meseta leonesa. En los pueblos del entorno aún se pueden ver buenos ejemplos de la arquitectura tradicional de la montaña asturiana, con viviendas de piedra con corredores de madera. Junto a estos núcleos coexistieron las brañas, zonas de pasto de verano, en las que se construían las sencillas cabañas de piedra cubiertas de teja o escoba -los teitos-, además de los corros o cabanos, construcciones circulares con falsa cúpula de piedra.

CÓMO LLEGAR: Desde Pola de Lena a Lindes por la AS-230, nos ha costado un poco encontrarlo, puesto que en Cortes, no había cartel del desvío a Lindes.

COMPONENTES: VICENTE Y SUSI

ITINERARIO: LINDES / PASARELA / ARROYO DEL ESQUIL / VADEAR / VADEAR RÍO / PASARELA GIRO DERECHA / COLLAU / FUENTE DE LA TROCERA / LINDES.

LA RUTA: Al regreso de la ruta de ayer nos dio tiempo para dejar las maletas preparadas, puesto que hoy después de la ruta nos iremos directamente a Cangas de Onís, nuestro próximo centro de actividades. Ultimamos algunas compras, tomamos unas sidras con aperitivo y cenamos opíparamente.

Hemos madrugado y tras el desayuno, cargamos las maletas y salimos para Lindes. Para sorpresa nuestra caen unas gotas que cesan antes de llegar al primer puerto donde paramos para hacer fotos a un lindo amanecer con nubes. Nos cuesta encontrar el camino a Lindes.


La falta de un cartel indicador nos retrasa un poco. Para confirmarlo preguntamos a un señor mayor a la puerta de una finca. El hombre es muy amable y nos quiere enseñar los sorprendentes animales de su granja, dos llamas de color marrón, un avestruz, varios cabritillos y gallinas. Alucinante.


Lindes,  pequeño pueblo rural y ganadero desde donde parten rutas a su hayedo y a la Peña Rueda (2.152 m.) Somos los primeros pero enseguida llega otro coche que van a subir a la peña, nos invitan a acompañarles pero preferimos hacer nuestra ruta del hayedo, ellos por la derecha y nosotros por la izquierda.


Nuestro camino de tierra alberga una gran humedad y se abre paso entre exuberante vegetación de colorido otoñal. El sol termina por imponerse a las nubes y la temperatura es muy agradable. El ramaje de la foresta forma un verde túnel que nos protege del sol.


Por algunos huecos a modo de ventanas, vemos el ganado vacuno en los pastizales. Al sol le cuesta filtrase por las ramas, vienen las primeras grandes hayas, hay hojarasca en el suelo y musgo en los troncos pero el verde impera sobre otros tonos, y la humedad retrasa el colorido.









Vamos paralelos al cauce del río Lindes aunque solo oímos su tintineo. Más adelante se le une el arroyo Barbéu, un poco antes nuestro track marca un waypoint para vadear el río pero es una zona poco apta para hacerlo, hay caudal y las piedras son resbaladizas.


Decidimos seguir por la misma ribera y en unos cien metros aparece una pasarela  de madera, antigua pero en perfecto estado. He cambiado un waypoint por otro. El camino continua por la otra ribera entre la apretada vegetación y enormes hayas cargadas de años.


Nos separamos del río y, el camino se torna en agradable sendero que surca la ladera ahora poblada de hayas jóvenes y espigadas que comienzan a teñirse de amarillo. Entre la hojarasca del suelo descubrimos una clase de setas parecidas a una esponja de mar de color amarillo.









Con los esbeltos ejemplares jóvenes que buscan la luz del sol se mezclan otros mucho más veteranos con los troncos untados de musgo. Es curioso la altitud que llegan a alcanzar, algunos sobrepasan los veinte metros, mientras que en el suelo los helechos mantienen su verdor.


Poco a poco vamos saliendo a un claro y entre la alfombra de hojas caídas descubrimos varias especies de setas, nunca cosechamos porque no somos expertos pero nos gusta verlas en su hábitat. Por detrás tenemos la portentosa mole de la Peña Rueda con el manto rojizo de los robles.


El claro es bastante herboso y con profuso matorral bajo. Es un paso de transición hacia otro paraje. El sendero desciende suavemente hasta cruzar el arroyo del Esquil que aporta muy poco caudal al río Lindes, aquí hacemos un giro cerrado a la derecha pasando a la otra vertiente.


Entramos en un corto tramo de hayedo para salir a una pradera inclinada y de nuevo hayedo, donde vemos dos ejemplares de Amanita Phalloides, de intenso rojo anunciando su peligro. Además cruzamos el arroyo Faya Carbono que también tributa sus aguas al río Lindes.


A partir de este punto el río Lindes pasa a llamarse río de la Foz Grande con un caudal algo más sonoro y amplio en algunos tramos. Al mismo tiempo nos introducimos en un bosque de hayas en una orilla y de robles en la otra, pero en un entorno muy asilvestrado, de naturaleza libre y descuidada.


El sendero pasa a estar poco definido siguiendo el curso del río y tenemos que estar muy atentos al track del GPS, a cambio tenemos un paisaje extraordinario, de una belleza brutal y de incandescente colorido, con rocas y troncos atestados de musgo y líquenes que resaltan del mullido suelo.

Caminar por los márgenes del río sin sendero es muy laborioso, y cuando tenemos que esquivar un tramo rocoso o un pequeño salto de agua se complica más al tener que buscar el lugar idóneo para vadear el río con seguridad, las piedras son muy resbaladizas y no queremos mojarnos.

En cortos tramos nos separamos del cauce y el desaliñado bosque nos cobija en su esplendor otoñal, la luz del sol entra como filtrada por ramaje, aumentando los tonos en una gama de inusitada belleza. Las riberas de la Foz Grande es uno de esos sitios donde se disfruta del otoño.


El río y el paisaje empiezan a encajonarse entre las elevadas paredes montañosas haciendo grandes hoces, de ahí nombre de la Foz Grande. En los sitios más tranquilos podemos vadearlo lateralmente sin tener que cruzarlo, y en otros el camino se cierra y tenemos que volver atrás.


Todo se constriñe un poco, viejos tocones de árboles caídos que obstruyen el paso y el camino se cierra, tenemos que volver a vadear hacia la ribera izquierda mucho más despejada. Ya somos casi expertos en buscar sitios factibles, los bastones ayudan a mantener el equilibrio en las rocas.

En esta orilla hay un pequeño claro en la umbría, el GPS marca un giro brusco a la derecha, y aparece otra pasarela de madera que abre camino al frente dejando la hoz del río, y nosotros por la derecha también nos alejamos del cauce. El camino es más franco y aparece un sendero.

Ahora que todo está más claro aprovechamos para tomar un descanso y comer, aunque las vistas son cortas dada la vegetación y las enormes paredes, estamos dentro de un entorno majestuoso. Repuestos comenzamos a subir, la verdad es que nos apetecía después de vadear tanto el cauce.


Poco a poco y por senda muy definida que zigzaguea entre la vegetación alcanzamos el Collau (1.266 m.) nuestra máxima altura de hoy. Es un rellano herboso entre robles y con la enorme figura de la Peña Rueda a nuestras espaldas. Comienza un suave descenso por la otra vertiente.

Pero el camino comienza a inclinarse con fuerte desnivel, lo cual no tendría mucha importancia, si no fuera porque al ser paso del ganado vacuno que pasta en la parte alta y el constante desagüe de algunas chorreras el camino se enfanga hasta límites inusitados, y nuestras botas lo sufren en demasía.


Alternamos tramos de fango con pequeños descansillos pero las chorreras no dejan de gotear manteniendo pringoso el camino. Al menos el hayedo que nos acompaña en el descenso nos alivia los sentidos con el incandescente colorido, algunos rincones son realmente bellos.


Se turnan reducidas zonas de hayedos con grupos de delgados robles, el desnivel va remitiendo pero el oscuro fango persiste. Tras algunos roquedos se abren claros entre la vegetación y contemplamos los montes cercanos atestados de robledos de colorido siena tostado.


Retornan las grandes hayas y bosquetes de espigados ejemplares jóvenes con el suelo tapizado de hojarasca marrón. Comenzamos a llanear y el barro desaparece; un poste informativo de otras rutas nos indica que nos vamos acercando al pueblo de Lindes.


El bosque de hayas comienza a remitir y se destapan las vistas, la vegetación cambia, vienen los helechos y distinta arboleda. En las lomas de enfrente se distinguen los rojizos robles. Llegamos a una fuente con un abrevadero y aprovechamos para lavar nuestras botas enfangadas.


Marchamos con el sendero junto a antiguas casitas de aperos ganaderos, cercadas por la maleza y que todavía se mantienen en pie como reliquias del pasado. Las panorámicas se amplían y nos muestran todos los montes manchados de color otoñal, con los verdes, ocres y marrones rojizos.

El camino se ensancha para entrar en el pueblo, tan solitario y tranquilo como lo habíamos dejado, su iglesia permanece cerrada. Arriba otro grupo que ha realizado otra ruta distinta a nosotros. Nos cambiamos y aseamos un poco y ponemos el GPS del coche rumbo a Cangas de Onís.


De camino, y poco antes de llegar a Cangas, nos relajamos visitando el Mirador de El Fitu, espectacular balcón suspendido en el aire desde donde se puede observar toda la comarca. Nosotros no tuvimos suerte, ya que un mar de nubes cubrió todas las panorámicas.
RECORRIDO: CIRCULAR

AGUA EN RUTA: SI. (Fuente de la Trocera)

DISTANCIA: 9,3 KM.

TIEMPO EN MOVIMIENTO: 05:05 HORAS

ALTURA MÁXIMA: 1.266 M. (En el Collau)

ALTURA MÍNIMA: 875 M. (en la Pasarela)

DESNIVEL POSITIVO: 635 M.

DESNIVEL NEGATIVO: 635 M.

DIFICULTAD: MODERADA.


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