Posted by : Vaig a Peu martes, 5 de septiembre de 2017


La península de Snæfellsnes es una de las regiones más visitadas de Islandia. Algo normal si pensamos en que Snaefellsnes es una especie de compendio de lo que es toda la isla. Encontraremos volcanes, fiordos, cráteres, glaciares, campos de lava llanuras desoladas y pequeños pueblecitos animados. Algunas de las estampas más famosas de Islandia se encuentran allí. Desde Reykiavik e incluso desde Keflavik y la península de Reykjanes podemos contemplar la punta de la península de Snaefellsnes, y de su punto más conocido, el volcán de Snaefellsnesjökull. La península de Snaefellsnes esta al norte de la capital, a 120 km en línea recta, visible sin problema desde Reikiavik desde que el tiempo sea claro y despejado. Bañada por al norte por el fiordo de Breiðafjörður y al sur por el golfo de Faxaflói, Snaefellsnes se va estirando desde la zona de Borganes y Budardalur, hasta la extremidad oeste donde descansa el volcán de Snæfellsjökull. El volcán durmiente que fue la puerta de entrada el centro de la tierra en la novela epónima de Julio Verne. El volcán que mide 1446 metros, está dormido y, claro no se puede entrar porque hay un glaciar sobre él. La zona oeste de la península compone uno de los tres Parques Nacionales de Islandia. Snaefellsnes es un territorio poco poblado y donde la naturaleza sigue primando. Antiguamente la zona era de difícil acceso, sobre todo cuando el viaje en barco era imposible. De hecho la primera carretera para vehículos fue construida en 1963 y la actual, en estado discutible como todas en Islandia data de 1983. En los últimos años los turistas se han hecho más presentes, pero la falta de instalaciones hoteleras (que se reducen a los dos o tres pueblos principales), hace que mucha gente únicamente pase una jornada en Snaefellsnes. Viniendo desde el sur por la carretera 54 nos encontramos con un cráter en miniatura, el cráter de Eldborg, uno de los más perfectos de la zona. La costa sur se parece a buena parte de las llanuras litorales islandesas. Una costa baja se extiende entre el mar y la cadena montañosa que limita el paisaje. Las playas abundan, generalmente de piedra, pero algunas de casi arena negra. El mar es traicionero y salvaje, pero muchos pájaros y animales marinos se acercan. Dependiendo de las fechas se pueden ver cetáceos, focas y otros mamíferos marinos, así como una gran variedad de aves. Por zonas la llanura se recubre de los mantos de coladas de lava solidificadas, por momentos de franjas de limo y escorias producto de inundaciones y corrimientos de tierra. Sobre los antiguos ríos de lava el musgo ha brotado y alguna iglesia perdida se alza el final de una carretea perdida. Otras veces hay alguna granja, pero la zona no es muy poblada. Hay que llegar a Arnarstapi para ver casas. Sin embargo es otra vez la naturaleza la que domina con sus acantilados inundados de aves. El color negro de la roca volcánica que forma órganos, puentes, arcos y cavidades se mezcla con el blanco del guano de las aves. Casi bajo el Snæfellsjökull el humano se hace pequeño y el mundo grande.


Hoy recorreremos la península de Snæfellsnes y volveremos a dormir a Stykkishólmur, ya que mañana cogeremos el ferry que nos trasladará a los Fiordos del Oeste. Hemos madrugado para desayunar antes y salir temprano, tenemos mucho que ver.

El paisaje va cambiando, de momento no tenemos lluvia y circulamos entre la llanura de la costa y las altas montañas, algunas de ellas nevadas. Solicitamos nuestra primera parada al observar una impresionante cascada.

Sin llegar a acercarnos a su base, las vistas son impresionantes. Un largo caudal cae desde lo alto de la sierra, cerca de una casa y el turbulento torrente cruza por debajo de la carretera hasta desembocar en el mar.

También nos detenemos junto a un cartel que relata la historia del mayor asesino en serie de Islandia, Axlar-Björn (el hombre oso) Llegó a matar a 18 personas con un hacha y comer su carne. Fue ejecutado en 1596, descuartizándolo a pedazos.

Poco después tenemos nítidas vistas del volcán de Julio Verne como se le conoce ahora. “Desciende al cráter del Yocul de Snefells que la sombra del Scartaris acaricia antes de las calendas de julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la Tierra, como he llegado yo.“

Esta es la frase que señala el inicio del Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne. La cita imaginada aparece en un manuscrito rúnico que marca las coordenadas de la puerta para el increíble viaje. Julio Verne, que no viajó apenas en su vida, no llegó a conocer la montaña, ni el volcán de Snæfell.


Nos da tiempo a fotografiar las famosas ovejas islandesas, de donde procede su apreciada lana. Pastan en las laderas en libertad mezclándose los rebaños, están anilladas en una oreja y así las recuperan sus propietarios. Suelen pastar formando tríos.









Alcanzamos nuestro primer destino el cañón de Rauðfeldsgjá una vertical y estrecha hendidura que atraviesa la montaña al sur del glaciar Snæfellsjökull. En el país de los elfos y los troll todo son leyendas y sagas, aquí no podía faltar.

El lugar es impresionante y tiene algo de mágico. El frontal de la sierra está como trinchado en varias rebanadas, donde el color verde intenso del musgo resalta sobre la negra roca volcánica. En este abrumador paisaje es difícil medir las distancias a golpe de vista.










El nombre del cañón proviene de los hermanos Rauðfeldur y Sölvi que llegaron a Arnastapi con su padre y su medio hermano Bárður Snæfellsás que era mitad hombre mitad troll que tenia varias hijas,  y la leyenda cuenta que,









Estando jugando los dos hermanos con una de las hijas llanada Helga, la subieron a un  iceberg y la empujaron. Fuertes vientos llevaron el iceberg a mar abierto y desapareció. Cuando el padre lo supo estalló en cólera y arrojó a los dos hermanos de 11 y 12 años por el precipicio del cañón.










La leyenda termina diciendo que la niña llegó a Groenlandia siete días después y fue acogida por la familia de Eric el Rojo donde vivió el resto de sus días. Las nulas comunicaciones de aquella época impidieron al padre saber que su hija vivía.










Cerca de la entrada de la angosta garganta ya distinguimos un hilo de agua que fluye desde su interior. Las paredes del exterior tienen una mullida capa de musgo. La entrada es realmente una rendija estrecha que apenas deja pasar la luz.









Si no quieres mojarte las botas, hay que ir de piedra en piedra procurando no resbalar, todo está muy húmedo y las paredes tienen pocos agarres. Unos metros más adelante todo se ilumina, en la parte alta las paredes se separan un poco dejando entrar la luz del día.








La mayoría de la gente se queda en este espacio que tiene algo místico como un templo donde revolotean las aves. Nosotros continuamos unas decenas de metros más, cuando las paredes se constriñen de nuevo en un retorcido pasadizo de agua y piedras.










Llegamos al punto en que las paredes se juntan y solo se podría pasar escalando por ellas y soportando la caída del agua. Al dar la vuelta encontramos una gaviota en un rincón que debe haber caído y no puede volar. La sacamos fuera y la dejamos en una roca.


Salimos a la luz del día y regresamos contemplando el hermoso paraje, y una playa no muy lejana que forma una ensenada. De nuevo en la furgo nos dirigimos hacia Arnastapi, pero nos detenemos un poco antes de llegar.


Vamos a hacer un pequeño trekking entre Stapa y Hellna de unos 3 km, recorriendo la quebrada costa entre estas dos pequeñas aldeas. Se trata de acantilados de no mucha altitud que el embravecido mar ha ido moldeando con sus embates.

El inicio es idílico, entre las últimas casas del pueblo de Stapa y onduladas colinas herbosas que nos llevan hasta el acantilado, hoy el mar está en calma y podemos situarnos sobre los espolones basálticos y comprobar su erosión.


Tenemos preciosas vistas desde una pequeña laguna donde se reflejan la montaña y las casas de campo, por detrás asoma la gran mole nevada del Snæfell. El mar ha abierto diminutos fiordos entre la rocosa costa.










Este tramo de costa se encuentra regulado y protegido, no quieren masificación de gente y de vez en cuando lo cierran, sobretodo en época de nidificación de las aves. Llegamos a un estrecho y soberbio arco que el oleaje y los vientos han modelado.










Poco después viene un enorme socavón por donde penetra el mar que ha perforado un gran arco, una hermosa ventana al mar. Con cuidado se puede caminar sobre su arco, estéticamente las fotografías son muy espectaculares.

El nivel de la costa se reduce formando casi un frontal rocoso heterogéneo con entradas y salidas al mar, con diversas rocas, que separadas, parecen mínimos islotes flotando. Encontramos bonitas formaciones de basalto y nuevas arcadas.


Pasamos sobre la boca de una gran cueva con una exigua playa de arena negra. Nos vamos separando del acantilado para acercarnos a la estatua de piedras que representa a Bárður Snæfellsás el padre de la niña del iceberg, mitad hombre mitad troll.











Seguimos por un camino para volver a los acantilados que siguen siendo extraordinarios, con puntas que se adentran en el mar como penínsulas, y zonas más bajas donde el mar golpea fuerte y las rocas han quedado muy erosionadas.


Nos maravillan sorprendentes rincones, es la naturaleza en estado puro, y si miramos hacia el interior, nos asombran las vistas al Snæfell con su blanco glaciar entre remotas coladas de lava impregnada de musgo con múltiples tonalidades de verde.


Nos vamos separando del mar subiendo una colina formada por las coladas de lava con musgo, para salir junto a una casita de madera pintada con vivos colores, blanco rojo y azul, y por una pasarela de madera con algunos escalones, llegamos a una playa de guijarros negros.


A toda la gente le ha dado por hacer montoncitos de piedras, y esta playa es un ejemplo. Con la furgo nos acercamos a un mirador donde se puede ver el cráter del Snæfell, el volcán de Julio Verne, pero antes de llegar desistimos, las nubes lo cubren todo.

Nos detenemos en otra playa donde hay un observatorio de aves sobre el escabroso acantilado pero no logramos atisbarlas. Estamos haciendo tiempo para llegar a nuestro turno en la Vatnshellir Cave, la cueva de lava.










Esta actividad es optativa, fuera del programa, y por lo tanto corre a nuestro cargo. Los tickets son carísimos pero creo que algo inusual y difícil de que volvamos a ver otra. Nos ajustamos los cascos y nos entregan una linterna.










En nuestro turno solo hay guía de habla inglesa, así que nos iremos apoyando entre todos. El inicio es bajar por una espectacular escalera de caracol en acero que nos deja en la primera planta. Esta curiosa formación esta abierta al público desde el verano de 2011.

Su nombre significa cueva de agua. La longitud de la gruta de Vatnshellir abierta al público es de 200 metros y se divide en dos secciones principales. En la parte superior encontramos formaciones únicas a ambos lados del tubo de lava.

La segunda zona se interna en las profundidades y se accede a ella por una escalera estrecha que permite ver, la zona está recién descubierta. Los geólogos calculan que la cavidad se formó por una erupción datada hace, entre 4 y 6 mil años.









En las profundidades de la cueva, sin luz ni ruido, las sensaciones son muy extrañas y curiosas. Hoy es un día frenético. De nuevo en la superficie con la furgo enfilamos rumbo a la hermosa playa de guijarros de Djupalonssandur.


La playa se encuentra a unos 500 m, bajamos por un sendero entre curiosas formaciones de lava hasta llegar a la roca Gatklettur por cuyo agujero en días claros se ve el Snæfell. En su base hay cuatro piedras enormes.


Cada una de ellas tiene un peso y un nombre, y servían para marcar la fortaleza de cada uno, cualquier hombre que no pudiera levantar la más pequeña de ellas era considerado inadecuado para una vida como pescador.

Sin llegar a ver el mar, la entrada a la playa es algo desoladora. Entre los guijarros se hayan dispersos los restos del barco de pesca de arrastre Epine que encalló el 13 de marzo de 1948 y dejaron que el mar  lo destruyera, todos los restos que quedan son metálicos.


Djúpalónssandur es una playa de las nombradas de arena negra, formada por pequeñas piedras lisas negras llamadas Djúpalónsperlur “las perlas de Djúpalón”, que además están protegidas. Hay algo enigmático en el ambiente y en los farallones que emergen del mar.

El mar parece en calma, pero las olas que rompen con fuerza forman una gran estela de espuma. Al más grande de sus negros farallones, le encuentro sentido como ilicitano, tiene un gran parecido con el perfil de la Dama de Elche.

Sus fuertes corrientes marítimas desaconsejan el baño. Aquí he visto el único letrero en español avisando del peligro. Regresamos por el mismo camino. Nuestra próxima parada es en el bonito volcán Saxhóll.


Pese a su poca altitud, 109 m sobre el nivel del mar, tiene un cono casi perfecto. Su última erupción se calcula que fue hace 3-4000 años. Sus laderas está formadas por diminutas piedras de lava que se pueden ir desplazando hacia abajo.


Su entorno es muy delicado y está protegido, no se permite hacer montoncitos de piedras. Para preservar el contexto, la subida y bajada del cráter se hace por una plataforma metálica perfectamente diseñada y mimetizada con el paisaje.


Formada con escalones de muy poca altura, rodea la ladera del cráter. Se ha conseguido un desnivel muy llevadero apto para casi todos. El cráter abierto es de forma circular y poco profundo, está prohibido bajar al fondo.


Las vistas son amplias a los campos de lava que lo rodean. Solo se puede caminar por la mitad del círculo del cráter y se regresa por el mismo camino hasta la furgo. Ahora vamos a por nuestro último destino de hoy.


El monte Kirkjufell  es el icono de la península de Snaefellsnes, que junto con su serie de cascadas Kirkjufellsfoss atrae a los amantes de la naturaleza y sobretodo a fotógrafos, es la montaña más fotografiada de Islandia


Hay algo especial sobre la forma, la ubicación y los colores de la montaña Kirkjufell: verde en verano, naranja en invierno, blanco con nieve, con aurora boreal, al amanecer, al atardecer. Nosotros no hemos tenido mucha suerte, una nube está enganchada en su cumbre.











Kirkjufell ha traspasado su fama a la televisión, en la serie Juego de Tronos se exhibe como lugar de rodaje en la temporada 7. Toma su nombre pos su semejanza con el campanario de una iglesia y desde otros ángulos al sombrero de una bruja o a un helado.


Pese a su poca altura se ha cobrado la vida de varios montañeros. A poca distancia se encuentra la catarata Kirkjufellsfoss, escalonada y con dos grandes caídas es el colofón perfecto para ese asombroso paisaje. Todo el mundo quiere fotografiar el ángulo de la cascada y el Kirkjufel.
De regreso a Stykkishólmur nos da tiempo a ducharnos y preparar una suculenta cena. En la sobremesa se presenta una mujer muy mayor preguntando si somos españoles. Ella es manchega y actualmente reside con su hija en Canadá y hace 17 años que no ha vuelto a España, su hija se sienta con nosotros y mantenemos una agradable conversación. A su edad, la señora, añora su país.

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