Posted by : Vaig a Peu domingo, 17 de noviembre de 2019

La diversidad ecológica de la Sierra de Baza, en contraposición con las zonas llanas que la circundan, ha motivado que el Hombre se estableciese en ella de forma continuada desde hace al menos 7.000 años. Estas comunidades prehistóricas aprovecharon la variada oferta de recursos que una montaña mediterránea, como es el caso de la Sierra de Baza, les brindaba: agua abundante y segura todo el año, fértiles suelos en los pequeños valles fluviales, densos bosques constituidos por muchas especies diferentes de arbolado, caza, buenos pastos para el ganado, y, abundancia y variedad de minerales. Desde al menos el V milenio a/C. o lo que en arqueología se conoce como Neolítico Medio, la Sierra de Baza comienza a albergar de forma más o menos estable a pequeñas comunidades de campesinos (agricultores y pastores) que refugiándose en algunas de sus cuevas y abrigos naturales o en pequeños poblados al aire libre de muy frágiles y perecederas construcciones, comienzan a extenderse por todo su territorio. Estas primeras comunidades campesinas cultivaban, aún de forma rudimentaria, las mejores tierras, mediante un sistema de rozas, que consistía en el aclarado de pequeñas extensiones de bosque o zonas de inundación fluvial, que eran abandonadas rápidamente, en cuanto perdían sus nutrientes los suelos, trasladándose a otro lugar próximo, donde de nuevo se repetía el mismo proceso, acompañados de sus rebaños de ovejas y cabras. A su vez, seguían practicando, para completar su dieta, la recolección y la caza. No cabe duda de que nuestra sierra había sido ya explotada y conocida en tiempos anteriores a la conquista cristiana de 1.489 por los Reyes Católicos. Lo atestiguan más que nada los topónimos moriscos de Beneroso, Benajara, Benacebada.... entre otros, que nos dan claros indicios de la presencia árabe en la sierra. Después de la Conquista Cristiana, la sierra no entró en el reparto que se hizo de las huertas y cercados, junto con las casas, entre los caballeros principales y tropa, lo que sí se hizo en 1523 por Real Cédula del Emperador Carlos V su reparto. En el siglo XIX va a suponer un profundo cambio en la Sierra de Baza en cuanto se refiere a la propiedad, a la población y a la vegetación y paisaje. Los tres aspectos interrelacionados entre sí y que se deben a muy diferentes razones: por un lado, y con motivo de la fiebre minera que se despierta en todo el Sureste Español a partir de las leyes liberalizadoras de la explotación del subsuelo, que hasta 1.825 era un monopolio real; y por otros factores como la explotación del suelo y las maderas y leñas. De forma que si en el Catastro de Ensenada se contaban no más de 140 cortijos, con el paso de los tiempos veremos esta cifra acercarse casi al millar. Actualmente la Sierra de Baza, declarada Parque Natural por Ley Autonómica 2/1989, de 18 de julio, se encuentra prácticamente despoblada, con muchas bellas aldeas como El Tesorero, Tablas, Casas de Santa Olalla, Los Mellizos... deshabitadas.
CÓMO LLEGAR: Desde Baza, por la A-334 hasta Caniles, girar a la derecha por la GR-8101 dirección Escullar. Seguir hasta llegar al cartel que indica al Cortijo de Floranes 1 km. Hay espacio para aparcar.
COMPONENTES: VICENTE Y PEPE.
ITINERARIO: CORTIJO DE FLORANES / INICIO SENDERO / POR LA IZQ. / MIRADOR DEL VALLE DEL RÍO BODURRIA / PUENTE / BARRANCO DE PLAZA / MIRADOR NATURAL / BARRANCO DE PETRONILA / ARROYO BODURRIA / CORTIJO ARREDONDO / DEVÍO DCHA. / FUENTE Y A.R. EL PINARILLO / BALSA Y MIRADOR / CASA FORESTAL /  CORTIJO PINAR DE LA HOYA / CASA DERRUIDA / CORTIJO DEL TÍO CAPOTE / INICIO SENDERO.

LA RUTA: Segunda jornada en Baza en la que vamos a seguir indagando por el estrecho valle del arroyo Bodurria, esta vez más al norte, uniendo dos senderos balizados que comienzan a 120 m del cortijo de Floranes.

Sus orígenes se remontan al S. XVIII, como antigua capellanía, la que en el S. XIX se desamortizó pasando a manos de la familia López de Hierro, siendo adquirida a mediados del pasado siglo por el Patrimonio Forestal; en los años 90 aquí se acondicionó una Escuela Taller, que llevaba su nombre, con una serie de buenos intencionados propósitos y objetivos que quedaron en su mayor parte inconclusos.


Iniciamos por el camino que se abre paso por los altos pinares hasta un cortafuegos junto a un amplio collado entre dos cerros significativos: a mi izquierda el más alto, el de Alonso (1.700 m.), y a la derecha el Cerro Panizo (1.608 m.).


En el collado el pinar se despeja y el paisaje se ensancha con amplias vistas;  el camino se bifurca y tomamos el ramal de la izquierda hacia el cortijo Arredondo, y regresaremos por el otro, repitiendo camino hasta Floranes.


Pronto tenemos un espléndido mirador sobre un roquedo que nos muestra grandes panorámicas al valle del río Bodurria, salpicado por diversos cortijos que visitaremos y miradas a los calares de Rapa y Tejera.


El camino prosigue como una ventana abierta al valle observando las manchas de las pequeñas olmedas otoñales que destacan de la arboleda. Un bien conservado puente salva uno de los barrancos que tributa al Bodurria.


Poco después el camino se convierte en estrecho sendero que recorre la ladera con pequeños altibajos y entre la pineda se mezclan algunos bellos ejemplares de encina entre los que divisamos viejas edificaciones.


El despoblamiento general que se aprecia en esta zona es similar al que sufren otras partes del Parque Natural, producido mayoritariamente durante los años sesenta del siglo pasado originado por las masivas emigraciones.












En una pequeña vaguada, subiendo y bajando salvamos el barranco de Plaza, con miradas a los calares y que al regreso volveremos a vadear por la otra vertiente. La vegetación de umbría nos acompaña con gramíneas. 


Pequeñas peanas nos informan sobre el paraje, donde abundan los esquistos, piedras laminadas en las que crece el lastonar aferrándose a sus grietas, y de la importancia que tuvo la encina, muy castigada por su uso en la construcción.


La marcha resulta una delicia entre un bosque cerrado que nos deja pequeñas ventanas al paisaje. Alcanzamos un mirador natural sobre roquedo de esquistos con vistas a los calares y viejos cortijos abandonados.


Más adelante el sendero entra en una zona de pinar, tornándose mullido y marrón con la pinocha caída. Observamos algunos nidos artificiales colgando de las ramas, diminutas casitas de madera para proteger los nidos.


También vemos en la otra vertiente las ruinas de un ancestral molino, distinguiendo su acequia de toma de agua. Hileras de espigados y amarillos chopos marcan las cursos de barrancos que descienden hacia del arroyo Bodurria.


Desciende el sendero haciendo una cerrada curva entre bonitos roquedos para vadear el barranco de la Petronila, manteniéndose en una cota baja que nos deja ver el cauce del Bodurria, marcado por los altivos y otoñales chopos.


Seguimos perdiendo altitud hasta llegar al lecho del arroyo Bodurria. Su delgado curso de agua serpentea entre ramas y arbustos derribados en un piso de hojas caídas. Intentamos no mojarnos al vadearlo.


En la otra orilla el sendero da un rodeo entre la arboleda para subir progresivamente a la privilegiada posición del cortijo de Arredondo (1530 m.), que antaño fue una de las fincas más señeras de esta sierra, cuyo originario propietario era la familia Navarrete de Baza, por lo que también era conocida como "Dehesa de Navarrete".


En torno a esta finca llegaron a vivir 30 familias en el S. XIX, lo que puede dar idea de su importancia, la que con sus más de 600 hectáreas, de ellas 25 has. de riego y 250 has. de secano, fue adquirida por el Patrimonio Forestal del Estado en 1942 por 190.000 Ptas.


Aquí acaba el sendero balizado, pero nosotros continuamos detrás de la casa, tomamos una pista forestal por la derecha que con poco desnivel nos pasea entre pinar y zona de araucarias, vadeando algún ramblizo.


Posteriormente, por la derecha dejamos la pista por un incipiente sendero que se reafirma entre la pineda, hacia una masa de espigados chopos y algún serbal que ofrecen un colorido espectacular entre amarillos y rojizos.


Llegamos al Área Recreativa el Pinarillo con una pequeña casa y varias fuentes a distintos niveles. También está dotada de barbacoas, mesas, bancos y contenedores para basura, aunque recomiendan llevársela.


Volvemos a la pista forestal donde vemos bajar un reguero de agua hacia el arroyo Bodurria. Mirando hacia atrás se distingue enormemente la mancha amarilla de la chopera entre el intenso verde de la pineda.


Dejamos definitivamente la pista por la derecha, acercándonos a una pequeña balsa de riego desde la que tenemos buenas vistas al manto de pineda y al Área Recreativa el Pinarillo y al Calar de la Rapa, que parece nevado.


Por la izquierda tomamos un sendero que nos desciende apresuradamente hasta la Casa Forestal del cortijo de la Loma. Seguimos por la izquierda, por camino con vistas al fondo del cauce del Bodurria que apenas vemos.


Después va girando a la izquierda y luego a la derecha, entre un bosque más heterogéneo y desaliñado que nos ofrece miradas a otra chopera y otra casa situada a un nivel más bajo a media ladera, pero hay que dar un rodeo para llegar.


Se trata del cortijo Pinar de la Hoya, de dos plantas, con corrales y un buen emplazamiento, quedan vestigios de antiguas zonas abancaladas. En las puertas de entrada crecían dos altas  parras y al lado una fulgurante chopera.


Para llegar a una edificación en la otra loma, tenemos que descender al cauce del arroyo de la Fábrica y vadearlo para volver a subir a su margen izquierda, donde está ubicado el cortijo de la Fabriquilla, con una planta de altura y en ruinas.


Fue un antiguo horno de fundición de plomo, por lo que es conocido como Cortijo de la Fábrica, los hornos, así como las numerosas escorias que quedaron en el lugar son aún visibles. Seguimos descendiendo.


Alcanzamos por segunda vez el lecho del arroyo Bodurria, un pequeño reguero en esta zona, pero que sin embargo, la humedad existente mantiene la chopera en su cauce, que aunque deshojada sus troncos se elevan buscando la luz.



El rastro del sendero se pierde entre la maleza y troncos caídos, siguiendo el trazo del Track del GPS abordamos la subida de la otra ladera por restos de muretes de antiguas terrazas abancaladas hasta la parte alta.


Sobre la loma destacan los restos y ruinas del cortijo del Tío capote,  de lo que debió ser la casa principal junto a los corrales, la era, el pajar y los bancales de cultivo. De la nostalgia de un pasado no lejano nos queda un hermoso paisaje despoblado.


Desde la era, con el cartel de “fin de sendero”, que para nosotros es el principio, comienza el corto recorrido de regreso subiendo entre el pinar por la ladera hasta el collado, donde esta mañana se bifurcaba el camino.


Ahora seguimos de frente, dejando el cortafuegos a la derecha, y deshaciendo camino entre los altos pinares hasta las inmediaciones del cortijo de Floranes, donde finalizamos esta preciosa ruta otoñal.

RECORRIDO: CIRCULAR
AGUA POTABLE EN RUTA: SI.
DISTANCIA: 12,5 KM.
TIEMPO EN MOVIMIENTO: 04:00 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 1.585 M. (Mirador de la Balsa)
ALTURA MÍNIMA: 1.356 M. (Vadeando el arroyo Bodurria)
DESNIVEL POSITIVO: 505 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 532 M.
DIFICULTAD: MODERADA.

Leave a Reply

Subscribe to Posts | Subscribe to Comments

Entradas Más Visitadas

Patrocinadores:

Retales Design. Con la tecnología de Blogger.

- Copyright © Vaig a Peu - Buscando Nuevos Senderos -Metrominimalist- Template by Johanes Djogan - Blog Designed by Díez Pérez - Gráfico&Web -