Posted by : Vaig a Peu sábado, 10 de febrero de 2018

Menorca ha sido, desde la prehistoria hasta tiempos muy recientes, lugar de paso de distintas culturas a causa de su situación estratégica en el centro del Mediterráneo occidental, que ha propiciado que desde los albores de los tiempos diferentes pueblos hayan codiciado la isla como puerto de escala y refugio. Unos y otros dejaron un rico legado histórico en la isla, que hace de Menorca una tierra con un relevante patrimonio. La presencia humana en la isla ha podido constatarse desde principios de la Edad del Bronce (2.000 a C), momento conocido como período pretalayótico. Hacia el 1400 aC el proceso evolutivo de esta cultura produce unas grandes construcciones en piedra conocidas como talayots, palabra que da nombre al periodo más rico de la prehistoria isleña, el talayótico, con un singular monumento de culto llamado taula.  A partir del año 123 a C, Menorca pasa a formar parte del imperio romano, que trae consigo la transformación de los poblados talayóticos y la preponderancia de tres ciudades junto a otros tantos importantes puertos: Mago (Maó), Jamma (Ciutadella) y Sanisera (Sanitja). Al igual que ocurrió en el resto del archipiélago balear, tras el declive de Roma, Menorca sufrió sucesivas invasiones de vándalos y bizantinos, hasta que a principios del siglo X se incorporó al mundo islámico, primero vinculada al emirato de Córdoba y después al reino taifa de Denia.  Tras casi 400 años de dominio musulmán, en 1287 el rey cristiano Alfonso III el Liberal conquista Menorca y la incorpora a la corona de Aragón y posteriormente al reino de Mallorca. Durante el período que va del siglo XIII al XVIII, que abarca desde el gótico al barroco, la isla fue atesorando las principales joyas de su patrimonio artístico y arquitectónico. Sin embargo es en esta etapa, concretamente durante en el siglo XVI, cuando Menorca vive los momentos más trágicos de su historia, con incesantes incursiones de piratas que producen una gran inestabilidad entre sus habitantes, y que tendrán su punto culminante con la destrucción, a causa de los ataques turcos, de Maó en 1535 y Ciutadella en 1558, hasta el punto que la isla estuvo a punto de quedar abandonada.  En el siglo XVIII Menorca se ve involucrada en los avatares europeos y, como consecuencia de la Guerra de Sucesión, pasa a manos inglesas en 1713. Durante cien años la isla será inglesa con algunos cortos periodos de dominio francés y español. Los ingleses reforzaron las defensas costeras y promovieron importantes obras públicas. Los siglos XIX y XX son tan cosmopolitas como los anteriores, el primero a causa de las continuas llegadas de escuadras extranjeras al puerto de Maó, que durante los primeros años fue puerto franco. De este siglo son el Lazareto y la Fortaleza de Isabel II en la Mola, los dos en el Puerto de Maó. Por otra parte, durante el siglo XX Menorca no se libró de verse plenamente involucrada en la Guerra Civil Española de 1936 a 1939. El siglo XX se caracterizó también por el equilibrio entre los sectores económicos primario, secundario y terciario, hasta que a partir de los años ochenta ha sido el turismo el sector que más ha crecido, y por la incorporación de la isla al proceso democrático, con el desarrollo de las instituciones autonómicas e insulares de autogobierno.


Otra vez en tierras baleares. Ahora toca Menorca tras 32 años desde nuestra última visita. Este año no estaba incluida Menorca para  nuestra comunidad, y a Mallorca ya fuimos el año pasado, así que nos decidimos por Tenerife para el mes de mayo. Teníamos la espinita clavada y antes de final de año, dimos un repaso por si había habido alguna vacante o anulación de última hora y tuvimos suerte, nuestras dos plazas nos estaban esperando.


Solo serán siete días que con la ida y el regreso quedan en nada, pero vale la pena volver. Nuestra intención es, al igual que en Mallorca, alquilar un coche y realizar algunas rutas de senderismo por el GR-223 Camí de Cavalls.


Llegamos ayer a primeras horas de la tarde y estamos alojados en el Hotel almirante Farragut en Cala’n Forcat al lado de Ciutadella, precisamente el mismo hotel que utilizamos la vez anterior. Tras un tentempié, tuvimos la consabida reunión para la oferta de excursiones donde escogimos dos de mediodía y alquilamos el coche.

Hoy ha amanecido lloviendo y seguirá hasta la tarde. No tendremos buen tiempo los primeros días, con viento de tramuntana y muchas posibilidades de que nieve en  Mallorca sobre el Puig Major y Masanella las máximas alturas de la sierra de Tramuntana.

Para las tres de la tarde, después de comer, tenemos la visita guiada por Ciutadella, mientras tanto, después del desayuno, salimos a dar una vuelta andando por conocer los alrededores que han cambiado mucho en 30 años.

Paseamos por las urbanizaciones que están cercanas al Cap de Banyos y nos acercamos a los acantilados donde el mar golpea con fuerza. En verano y con el mar en calma debe ser una delicia bañarse en este lugar a pie de roca.


Seguimos rodeando la costa y llegamos al hotel por la parte de arriba. Está ubicado sobre los acantilados de la Cala’n Forcat y aunque todo está cambiado, recordamos como la gente se lanzaba desde las rocas del acantilado al mar. Ahora está prohibido y los accesos son para bañarse.


Hay también, un sendero a varios niveles que bordea toda la cala rodeando el hotel protegido con artesanales barandas hechas con ramas de árboles. El paseo nos da unas grandes panorámicas de los los brazos  en que al final se divide la alargada Cala’n Forcat.


Seguimos hasta la parte trasera del hotel donde el sendero termina en un pequeño mini-golf entre los pinos. Este recuerdo si que está muy presente en nuestra memoria, ya que más de una tarde veníamos con nuestros hijos ha hacer unos hoyos.


Tras la comida y un café nos vamos de excursión. Ciutadella es una joya de piedra. La piedra que viste las señoriales fachadas de sus palacios. Las piedras que adoquinan las callejuelas dedicadas a los antiguos patrones de los gremios medievales.


Las piedras donde se esculpieron las gárgolas de su catedral. Las piedras de Ciutadella cuentan una historia de nobles feudales, de tradicionalismo medieval, y hasta de piratas turcos, y aún así, la ciudad ha sabido reinventarse y engarzar entre todas estas piedras históricas, locales de diseño donde comprar, terracitas donde sentarse en cualquiera de sus plazoletas y una variada oferta gastronómica en su recogido puerto.


Esa historia y costumbrismo que se respiran en Ciutadella se materializan cada 23 de junio en las emblemáticas Fiestas de Sant Joan. Sant Joan es hoy una cita ineludible para los menorquines y para miles de turistas que se entregan a esta fiesta cálida y vibrante, donde el caballo menorquín es el gran protagonista.


El obelisco de la plaza del Born de Ciutadella recuerda uno de los hechos más luctuosos de la historia menorquina. Nos trasladamos a principios de julio de 1558, cuando el ejército turco, comandado por Pialí Baixà, compuesta por 140 naves y 15.000 soldados, llega a Ciutadella e inicia el asedio de la ciudad.


A pesar de la resistencia menorquina, el 9 de julio los turcos asaltan y saquean la ciudad, matando y esclavizando a miles de hombres y mujeres. Aún hoy en día, cada 9 de julio, la ciudad conmemora aquella tragedia, recordada como “el año de la desgracia”.


La resaca (rissaga) es un fenómeno que se produce, ocasionalmente, entre mediados de mayo y principios de julio y que consiste en oscilaciones del nivel del mar que pueden llegar a alcanzar los dos metros. La causa de este fenómeno está asociada a cambios en la presión atmosférica.

En las calles del centro se nota que estamos en carnaval, el ayuntamiento ha realizado varias figuras de alegorías marinas y se ven grupos de adolescentes disfrazados, también a familias jóvenes con sus retoños.


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