La localidad de
Bonifacio está situada en el extremo sur de Córcega y podría decirse que es una
de las ciudades más bellas de la isla por estar en un emplazamiento privilegiado, en lo alto de un promontorio rocoso de
piedra calcárea blanca, esculpido por el viento, hecho excepcional en
Córcega, donde suele ser granítico. Vista desde el mar o desde algún otro
punto, sorprende por la situación de la Ciudadela, parte alta de la
ciudad, con sus casas colocadas al borde del acantilado y por la belleza de su
entorno. Frente a ella se encuentra el archipiélago de las islas Lavezzi, famosas por la riqueza de sus fondos marinos –
paraíso de los amantes del buceo -, y al fondo la isla
italiana de Cerdeña, lo
que hace que el paisaje y las vistas panorámicas desde la ciudad sean aún más
bellas, si cabe. De ahí que Bonifacio sea una de las ciudades más visitadas de la isla de Córcega, que
atrae todos los años a turistas del mundo entero que vienen a conocer este
entorno natural excepcional. Bonifacio es una ciudad fortaleza que ha sido sitiada y destruida en numerosas
ocasiones. Por ello, su arquitectura ha estado marcada por la edificación
de sucesivas fortificaciones:
la fortificación pisana,
la fortificación medieval o
“genovesa” – se construyó una gran muralla con torres cuadradas – y
la fortificación francesa,
que es lo que vemos en la actualidad. La ciudad se divide en dos partes: la marina, con el puerto
con los barcos pesqueros y deportivos, lleno de cafés y terrazas que invitan al
placer, y dominado por la fortaleza, que marca la entrada a la ville haute –
recuerda un poco a Saint-Tropez -. Que es la segunda parte, la ciudad vieja, con sus casas altas y
sus callejuelas estrechas. Bonifacio fue construida en el siglo IX por el
marqués de Toscana, que le puso su nombre, Bonifacio II. Tras diversas luchas
de siglos por controlar la ciudad, los genoveses
se instalan en 1195, lo cual marca el principio del desarrollo de
Bonifacio, gracias a la gran autonomía que le habían concedido los genoveses y,
sobre todo, gracias a su posición estratégica en medio del Mediterráneo. Se
convirtió en uno de los principales polos militares y marítimos de Córcega. Este desarrollo económico dio lugar a
más ataques, y aunque la ciudad estaba bien protegida desde el punto de vista
militar, no lo estaba para luchar contra la gran peste que diezma tres cuartos
de la población en 1528. Lo que hizo que no aguantase el sitio de Dragut en
1533 que destruyó la fortificación medieval. Reconstruida por los franceses fue
de los genoveses hasta 1768.
CÓMO LLEGAR: Desde Porto
Vecchio a Bonifacio. Aparcar en el puerto.
ITINERARIO: APARCAMIENTO /
BONIFACIO / FARO DE BONIFACIO / BONIFACIO / APARCAMIENTO.
COMPONENTES: VICENTE Y
SUSI.
LA RUTA: Ayer no hicimos ruta y nos dedicamos a trasladarnos a Porto Vecchio, que será nuestra nueva sede. El apartamento lo tenemos a las afueras, lo que nos viene bien, en la Ciudadela es imposible aparcar, pero pasear por ella es un encanto. Está llena de restaurante y pequeños comercios.
Como sabemos que la ruta de Bonifacio no es muy pesada y hoy había mercado en la Ciudadela de Porto Vecchio, hemos subido a comprar para la mochila y para casa. Esto sí que son quesos y charcutería corsa.
En Bonifacio dejamos el coche en uno de los aparcamientos de pago junto al puerto. Nos colocamos las botas y en la mochila buena provisión de líquidos y algo de almuerzo. Pasamos por el embarcadero, y una serie de pérgolas a modo de terrazas que tienen los restaurantes del puerto. Torcemos a la izquierda por la empinada cuesta de la ancha calle Rastello.
Alcanzamos la parte alta, Col St-Roch, y ya tenemos las magnificas vistas al mar y a las murallas de la Ciudadela. Por la derecha sigue una sucesión de rampas que te depositan a las puertas de la Ciudadela, pero nosotros nos vamos hacia la izquierda por el camino que discurre cerca del acantilado.
Nos vamos elevando paulatinamente y alejándonos de la amurallada Ciudadela, pero las miradas hacia atrás son excepcionales. Pocas veces un conjunto de casas ha sido tantas veces fotografiado. Su peculiar posición ocupando la diminuta península que forma el pequeño fiordo, que es el puerto, la hacen parecer un castillo de cuento de hadas y dragones.
El pétreo sendero se asemeja a un antigua calzada de piedra, limitado por una verja de estacas de madera y muretes construidos en piedra seca que nos protegen de los acantilados. Nos acompaña una verde y espesa vegetación achaparrada parecida al ciprés y la sabina.
La estampa de Bonifacio desde el primer mirador es impresionante. Sostenida en lo alto de su base de piedra calcárea, erosionada y carcomida por el embate de las olas y los vientos, flotando sobre un mar azul de aguas transparentes. A nuestros pies tenemos un espolón que sobresale del mar.
En el siguiente mirador ya se perfila, al final de los acantilados el Capu Pertusato y en algunos momentos vemos un pedacito de faro. En esta parte del litoral la erosión también es muy grande y ha formado verticales acantilados donde en días de viento se bate el mar.
Entramos y salimos del camino principal para acercarnos a los diferentes balcones. Rebasamos un especie de enorme cisterna que tiempos atrás abastecía de agua a la zona y obtenemos vistas más cercanas de esta parte de la costa.
Estamos en el punto donde el litoral hace una especie de ángulo recto hasta el Capu Pertusato. En el mar vemos como en ese preciso instante se cruzan dos grandes ferrys. Abajo a pie de acantilado, se forman tres pétreas lenguas que se adentran en el mar, hay gente que baja hasta ellas.
Comenzamos a separarnos del mar para salvar una gran barranquera que separa las dos puntas. Enfrente vemos moverse gente en el Capu Pertusato. En la ancha barranquera hay sendas que llevan hasta el mar, que rompe en las pétreas lenguas que veíamos desde arriba.
Sin llegar a bajar mucho,
LA RUTA: Ayer no hicimos ruta y nos dedicamos a trasladarnos a Porto Vecchio, que será nuestra nueva sede. El apartamento lo tenemos a las afueras, lo que nos viene bien, en la Ciudadela es imposible aparcar, pero pasear por ella es un encanto. Está llena de restaurante y pequeños comercios.
Como sabemos que la ruta de Bonifacio no es muy pesada y hoy había mercado en la Ciudadela de Porto Vecchio, hemos subido a comprar para la mochila y para casa. Esto sí que son quesos y charcutería corsa.
En Bonifacio dejamos el coche en uno de los aparcamientos de pago junto al puerto. Nos colocamos las botas y en la mochila buena provisión de líquidos y algo de almuerzo. Pasamos por el embarcadero, y una serie de pérgolas a modo de terrazas que tienen los restaurantes del puerto. Torcemos a la izquierda por la empinada cuesta de la ancha calle Rastello.
Alcanzamos la parte alta, Col St-Roch, y ya tenemos las magnificas vistas al mar y a las murallas de la Ciudadela. Por la derecha sigue una sucesión de rampas que te depositan a las puertas de la Ciudadela, pero nosotros nos vamos hacia la izquierda por el camino que discurre cerca del acantilado.
Nos vamos elevando paulatinamente y alejándonos de la amurallada Ciudadela, pero las miradas hacia atrás son excepcionales. Pocas veces un conjunto de casas ha sido tantas veces fotografiado. Su peculiar posición ocupando la diminuta península que forma el pequeño fiordo, que es el puerto, la hacen parecer un castillo de cuento de hadas y dragones.
El pétreo sendero se asemeja a un antigua calzada de piedra, limitado por una verja de estacas de madera y muretes construidos en piedra seca que nos protegen de los acantilados. Nos acompaña una verde y espesa vegetación achaparrada parecida al ciprés y la sabina.
La estampa de Bonifacio desde el primer mirador es impresionante. Sostenida en lo alto de su base de piedra calcárea, erosionada y carcomida por el embate de las olas y los vientos, flotando sobre un mar azul de aguas transparentes. A nuestros pies tenemos un espolón que sobresale del mar.
En el siguiente mirador ya se perfila, al final de los acantilados el Capu Pertusato y en algunos momentos vemos un pedacito de faro. En esta parte del litoral la erosión también es muy grande y ha formado verticales acantilados donde en días de viento se bate el mar.
Entramos y salimos del camino principal para acercarnos a los diferentes balcones. Rebasamos un especie de enorme cisterna que tiempos atrás abastecía de agua a la zona y obtenemos vistas más cercanas de esta parte de la costa.
Estamos en el punto donde el litoral hace una especie de ángulo recto hasta el Capu Pertusato. En el mar vemos como en ese preciso instante se cruzan dos grandes ferrys. Abajo a pie de acantilado, se forman tres pétreas lenguas que se adentran en el mar, hay gente que baja hasta ellas.
Comenzamos a separarnos del mar para salvar una gran barranquera que separa las dos puntas. Enfrente vemos moverse gente en el Capu Pertusato. En la ancha barranquera hay sendas que llevan hasta el mar, que rompe en las pétreas lenguas que veíamos desde arriba.
Sin llegar a bajar mucho,
esquivamos la barranquera y cruzamos una carretera que dejamos por la
izquierda un poco después, para hacer una corta pero fuerte subida por una
senda que nos pasa por las ruinas de un viejo cuartel militar.
El sendero vuelve a
conectar con la carretera que termina junto a la torre de un radar militar y
que en la lejanía creíamos que era el faro. Un camino de tierra nos lleva,
ahora sí, al viejo faro en el Capu Pertusato. Las instalaciones están cerradas
y suponemos que funcionará automáticamente.
Nos acercamos a la punta
del acantilado para ver el estrecho que nos separa la isla de Cerdeña, apenas son
12 km de brazo de mar. En él, están situadas, mucho más cercanas, las islas de
Lavezzi, a las que se puede llegar en un paseo marítimo. A esta distancia se
sobreponen unas con otras.
Corre una brisa
perfecta y decidimos comer contemplando las vistas marítimas. A nuestros pies
está el pequeño islote de St-Antoine, al que se puede acceder por una senda que
comienza un poquito antes de llegar al faro. Emprendemos el regreso por el
mismo camino
Una vez salvada la rambla, hay dos opciones de camino. Uno pegado a los acantilados y que hemos utilizado en la ida, y otro, algo más separado del mar, que nos permite tener una visión algo distinta de Bonifacio, que ahora tenemos siempre como punto de referencia.
Más tarde vuelven a unirse junto a los acantilados, donde conseguimos perspectivas inverosímiles. Los miradores de la Ciudadela están repletos de gente quizás contemplándonos. Son de las mejores fotos que hemos realizado en el viaje.
Llegamos al Col St-Roch y descendemos la ancha cuesta hasta el parking. Nos cambiamos de ropa y acicalamos como es debido para recorrer la Ciudadela. Antes paramos en una de las pérgolas del puerto, una especie de chill out, con buena música, donde relajarnos con un refrescante café frappé.
Por no subir otra vez la cuesta Rastello, caminamos por el puerto buscando otra subida. Hay algunos yates y veleros preciosos, pero al final del recorrido nos sorprende atracada una hermosa goleta con bandera de Malta. Es lo que le faltaba a este lugar, y parece dedicada a hacer cruceros.
Empezamos a subir hacia las murallas por unas rampas que lo hacen menos agudo y llevadero. Cuando tomamos algún respiro, tenemos evocativas vistas de la goleta que nos trasladan a otros tiempos. Entramos por la puerta sur de la Ciudadela.
Esta parte es la más tranquila. Sorprenden los edificios de estructura genovesa, altos, y de paredes lisas; de ventanas con contrapuertas de madera, estilo mallorquín; con irreales escaleras, angostas y empinadas que suben a los pisos superiores.
Paseamos por las estrechas callejuelas, entrando en comercios y a una iglesia. Hay gente,
pero es todo muy tranquilo y relajado. La
tarde es larga y las heladerías están repletas. Los helados corsos son
deliciosos.
Recorremos todos los
miradores de la Ciudadela con bellas panorámicas al mar y a la accidentada costa de los acantilados que
antes hemos recorrido y veíamos a la gente, como ellos nos verán ahora.
Iniciamos el regreso
por la misma puerta sur, pero en la primera rampa cambiamos a otra que baja más
directo, pero claro, mucho más empinada. La goleta sigue en su sitio, pero
ahora está haciendo maniobras de atraque, un yate con bandera de Australia, súper
moderno, el ayer y el hoy en el mismo puerto.
De camino a Porto
Vecchio, en nuestras notas tenemos referencias de la Playa de Palombaggia. Así que, nos desviamos
hacia el mar otra vez, La playa está entre dunas con hermosos pinos, lo que
implica muchos kilómetros sorteándolas, pero ha valido la pena. A estas horas
de la tarde, el tranquilo baño es muy relajante.
En Porto Vecchio, ducha
rápida y guapos como para ir de boda, vamos a buscar restaurante. Hoy ha sido
un día intenso y nos merecemos algo especial, terracita mirando al mar con
música de acordeón.
AGUA EN RUTA: NO.
DISTANCIA: 8,8 KM.
TIEMPO: 02:45 HORAS.
TIEMPO: 02:45 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 86 M.
(Faro de Bonifacio)
ALTURA MÍNIMA: 0 M.
(Aparcamiento, nivel del mar)
DESNIVEL POSITIVO: 295 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 295 M.
DIFICULTAD: BAJA.
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