Posted by : Vaig a Peu jueves, 14 de abril de 2016


Si algo llama la atención en el Cusco, son sus contrastes. Cuando uno se encuentra en el centro de la ciudad -caminando por sus enrevesadas y misteriosas callejuelas, o cómodamente sentado en la plaza- es difícil imaginar que los imponentes cerros vecinos puedan albergar un paisaje semejante al del Valle Sagrado. Pocos lugares del Tahuantinsuyo pudieron competir con la belleza y riqueza de este valle: no en vano le fue otorgado ese nombre. Su carácter "sagrado" ha sobrevivido al paso del tiempo y esa magia continúa seduciendo a los viajeros. Muchos de ellos, rendidos ante su encanto, deciden dejarlo todo y echar raíces bajo la sombra de los eucaliptos, a orillas del río Urubamba. El Valle Sagrado se ha convertido en uno de los centros turísticos más importantes del país. Además de contar con una riqueza histórica inigualable, la región del Urubamba ofrece infinitas posibilidades de distracción al turista: caminatas, baños termales, viajes en balsas o kayaks por el río, vuelos en parapente o ala delta, cabalgatas, montañismo, etc. En los últimos años se han desarrollado programas de turismo participativo, invitando por ejemplo al viajero a trabajar en un andén o a recolectar la sal de una salinera. El Valle Sagrado alberga, además, a dos de los más importantes mercados artesanales del Cusco: Písac y Chinchero. Pese a que en los últimos años ha crecido significativamente la infraestructura turística en el área, ya que se cuenta con una oferta importante-razonable de alojamientos y restaurantes, el valle ha sabido conservar su encantadora paz natural.



Seguimos relajándonos. Hoy toca ruta turística. Tras el desayuno nos recogen para comenzar una excursión que durará todo el día, recorreremos el Valle Sagrado surcado por el río Vilcanota o Urubamba, donde hace unos días iniciamos el Camino Inca. Visitaremos las ferias artesanales Corao y Pisac, y los conjuntos arqueológicos de Pisac y Ollantaytambo.

Una vez visitada la feria artesanal indígena de Corao, ubicada en unas espaciosas naves, continuamos hacia uno de los puntos más elevados convertido en excelente mirador, donde tenemos extensas vistas a todo el Valle Sagrado con sus fértiles huertas regadas por el río Vilcanota.

Seguimos hacia el conjunto arqueológico de Pisac para ingresar por Qantusraqay a 3.446 m.s.n.m. El complejo arqueológico se sitúa en lo alto de un cerro desde donde se domina buena parte del Valle Sagrado. Está compuesto por grupos de andenes y estructuras arquitectónicas dispersas en las laderas y en lo alto del cerro.

Según el arqueólogo y etnohistoriador John Rowe, Písac habría sido parte de la heredad del Inca Pachacútec, quien pudo haber ordenado su edificación. Por su situación y sus características específicas, podemos decir que fue un centro incaico de gran importancia. 

Actualmente se cree que Písac fue una especie de “hacienda real” del inca Pachacútec y, por lo tanto, “pertenecía” a su panaca o grupo de parentesco. Como la mayoría de estas “haciendas”, Písac se compone de núcleos dispersos de andenería, estructuras domésticas y ceremoniales.

Estas construcciones destacan por la calidad de su mampostería. La ubicación del complejo es estratégica: muy cerca del Cusco, a la entrada del Valle Sagrado y en el camino a la selva. El nombre de Písac viene, probablemente, del quechua pisaq, “perdiz”, gallinácea abundante en la zona.

Según el arquitecto Ángel Silva, la forma del asentamiento recuerda a la de dicha ave, lo que se relacionaría con la supuesta usanza de los arquitectos incas de crear sus asentamientos siguiendo trazos figurativos de animales o aves a las que apreciaban.

Desde las ruinas arqueológicas se domina visualmente casi todo el Valle Sagrado. Obtenemos extraordinarias vistas de todos sus rincones. Poco a poco vamos retornando al punto de inicio  saliendo del recinto, donde nuestro transfer nos traslada hacia el pueblo actual de Pisac.

En Pisac visitamos un taller de artesanía donde trabajan la famosa plata de Perú, y proseguimos hacia un restaurante con un hermoso jardín junto al río Vilcanota, donde tenemos concertada la comida amenizada con música folklórica peruana en directo.

Llegamos a Ollantaytambo. Desde varios kilómetros antes de arribar, a la altura de la localidad de Pachar, por ambos lados del valle en las laderas de las vertientes, encontramos un agrupamiento de andenes paralelos entre ellos, con paramentos formidables inclinados hacia el cerro con peldaños que salen encajados en los muros.

La Casa Real del Sol o fortaleza, y Ollantaytambo en su totalidad, aún conserva el trazado de la planificación urbana del incanato. Está conformada por 17 terrazas superpuestas, una sucesión de andenes rectos y amplios orientados hacia el lado de la plaza y el pueblo; el grupo superior de Andenes, corre transversalmente respecto al grupo anterior y a mayor altura.

El Templo del Sol es un impresionante conjunto arquitectónico destruido casi en su totalidad, quedan las inamovibles piezas que conforman un lienzo pétreo que por su solidez, volumen y por su forma de ensamblar resistió la embestida de los extirpadores de idolatrías y también repelió a los saqueadores de tesoros.

Se piensa que todo el conjunto formo el Templo del Sol del que solo ha quedado la pared occidental formada por 6 piedras de pórfido rojo y entre ellos listones que caben con increíble exactitud. Subir hasta lo alto de las terrazas ha sido un duro ejercicio que hemos tomado con paciencia, debido a su altitud sobre el nivel del mar.


De regreso nos detenemos en Chincheros, demostración del proceso de hilado, teñido y tejido en telares con lanas de oveja y alpaca, comprobando que aún practican esta técnica con las mismas costumbres de los Incas. Fue excelente comprobar este proceso ecológico en el Valle Sagrado. 

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