miércoles, 10 de mayo de 2017

LA MEZQUITA DE CÓRDOBA, MÁS DE TRES CULTURAS.

La Mezquita-Catedral de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad desde 1984, es el monumento más importante de todo el Occidente islámico y uno de los más asombrosos del mundo. En su historia se resume la evolución completa del estilo omeya en España, además de los estilos gótico, renacentista y barroco de la construcción cristiana. El lugar que hoy ocupa nuestra Mezquita, Catedral parece haber estado, desde antiguo, dedicado al culto de diferentes divinidades. Bajo dominación visigoda se construyó en este mismo solar la basílica de San Vicente, sobre la que se edificó, tras el pago de parte del solar, la primitiva mezquita. Esta basílica, de planta rectangular fue compartida por los cristianos y musulmanes durante un tiempo. Cuando la población musulmana fue creciendo, la basílica fue adquirida totalmente por Abderraman I y destruida para la definitiva construcción de la primera Mezquita Alhama o principal de la ciudad. En la actualidad algunos elementos constructivos del edificio visigodo se encuentran integrados en el primer tramo de Abderraman I. La gran Mezquita consta de dos zonas diferenciadas, el patio o sahn porticado, donde se levanta el alminar (bajo la torre renacentista), única intervención de Abd al- Rahman III, y la sala de oración o haram. El espacio interior se dispone sobre un concierto de columnas y arcadas bicolores de gran efecto cromático. Cinco son las zonas en las que se divide el recinto, correspondiendo cada una de ellas a las distintas ampliaciones llevadas a cabo.











Hemos madrugado y está lloviendo, pero no importa. Nuestro objetivo de hoy es visitar la Mezquita, la lluvia nos hace adelantar la visita. Nos informaron de que había una entrada libre desde las 08:30 hasta un poco antes de las diez.












Tras un buen desayuno puntualmente entramos por el Patio de los Naranjos y hacemos la clásica foto a la Torre del Campanario. De otros viajes recordamos haber olvidado unas gafas de sol en el patio y haber subido todos los peldaños de la torre.




Con la Mezquita me pasa lo mismo que con la Alhambra, siempre que vaya a estas ciudades he de visitarlas, nunca me canso de verlas, siempre hay algo diferente, quizás sea mi ánimo, pero jamás dejan de sorprenderme.




Esta visita no es guiada, lo cual nos alegra, vamos a nuestro libre albedrío. Las cifras y los datos llega un momento que te cansan. Prefiero pasear ensimismado haciendo fotos, fijándome en pequeños detalles y perspectivas.













No hay demasiada gente y está dispersa, no tienen un orden de visita, con lo cual todo el mundo está relajado y admira cada rincón detenidamente. Casi nadie piensa si es de una religión o de otra, simplemente que es bello.


La enorme sala dedicada a las columnas y arcadas bicolores es impresionante, siempre es la misma, pero nunca es igual. De pequeño recuerdo haber visto en libros fotos en blanco y negro que ya despertaban mi atención.


No importa si vemos antes la parte de Abderramán,  I, II o III, la ampliación de Almanzor, e incluso la parte gótica, cada uno en su tiempo y en su estilo aportaron la esencia de lo que ahora estamos observando.











Hay algunas puertas, arcos, dinteles y jambas de gran suntuosidad que reflejan el poder y el lujo de sus antiguos moradores y que supuso un referente innovador en la arquitectura universal de aquellos tiempos.











Mi forma de ver la catedral dentro de este conjunto, es como estar en una burbuja. Fue la última remodelación, allá por el siglo XVI, y por lo tanto más cercana y predecible a nuestros tiempos. Fastuosa y solemne pero también muy bella.











Pausadamente pero sin despedirnos vamos buscando la salida, ultimando miradas y guardando sensaciones que luego se saborean entre ensoñaciones; mirando atrás y hacia los lados, como creyendo haber olvidado algo. Salimos.


Sigue lloviznando pero menos que esta mañana. A ratos con o sin paraguas, nos dirigimos hacia las murallas, ya no tenemos prisa, visitamos a Averroes, cerca de los fosos, entre balcones engalanados y calles tranquilas.











Aprovechamos que ha dejado de llover para pasear por los estrechos callejones, siempre limpios y relucientes, que sirven de enlace con las grandes avenidas, antiguas iglesias o escondidos y curiosos rincones.


Vamos al puente de Miraflores. Desde su zona intermedia contemplamos el puente Romano y las apagadas aguas del Guadalquivir en un día nuboso y gris donde en la lejanía resaltan la torre y la cúpula de la Mezquita entre otros monumentos.

A la hora de comer vuelve la lluvia pero ya estamos por el Paseo de la Victoria y sin pensarlo dos veces cruzamos y nos metemos en el Mercado de la Victoria a comer. Genial. De un estilo parecido al de San Miguel en Madrid, y con una gran variedad gastronómica.










Tranquilamente callejeamos para llegar al hotel, descansar y preparar las maletas, mañana saldremos temprano dirección Málaga, pero antes pararemos en Ardales para hacer el Caminito del rey, parece que la lluvia nos respetará.


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