martes, 5 de noviembre de 2013

FAEDO DE CIÑERA, EL MEJOR BOSQUE DE ESPAÑA

El Faedo es un pequeño bosque situado en Ciñera de Gordón, en la montaña central Leonesa, dentro de la Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga (municipios de Pola de Gordón y Villamanín). El topónimo "Faedo" deriva del nombre latino fagus = haya y el sufijo abundancial -etum, que dio la terminación -edo. La conversión de /f/ en  /H/ fue habitual en el castellano a partir del siglo XV, pero no en las hablas asturianas y leonesas, a las que pertenece el vocablo "faedo" que significa hayedo. Este pequeño rincón de la geografía leonesa ha sido objeto de admiración desde hace años, las caprichosas formas de las hayas,  el arroyo modelando la hoz, el puente de palos que comunicaba el pueblo de Villar del Puerto con el grupo Ibarra, las crestas devónicas, las marmitas de gigante, etc., sirven de reclamo a cada vez un mayor número de visitantes. El bosque cuenta con un ejemplar de haya que ha contribuido a aumentar la fama de este rincón, se trata del arbol conocido como "Fagus" , que según los científicos cumplió 500 años en 2008, lo que le convierte probablemente en el haya más longevo de la península, lo que unido  a su extraña forma, justifica que fuera seleccionado para aparecer en el libro "Arboles, leyendas vivas", que recoge los ejemplares más relevantes del país, y en el que el "Faedo" y "Fagus" se codean con  arboles como el Drago de Tenerife, considerado el árbol más cuidado del mundo. En 2007, a instancia del AMPA del colegio público San Miguel de Ciñera, le fue concedido al bosque "El Faedo" el premio al "Bosque mejor cuidado de España", otorgado por el Ministerio de Medio Ambiente y la asociación Bosques sin Fronteras, lo que supuso un reconocimiento a nivel nacional de la labor llevada a cabo durante años por los vecinos del pueblo de Ciñera, que desde la asociación ADELFA (Amigos Del Faedo) velan por el mantenimiento y la conservación de esta pequeña joya.
Para la población de Ciñera la minería de carbón ha sido su razón de ser y su sustento. A pesar de que han vivido de los recursos de esta tierra, nunca han apreciado la naturaleza que se encontraba a su alrededor. No obstante, esta situación se tiene que entender en su contexto, pues hasta la primera mitad del siglo XIX la mayoría de los poblados de la montaña leonesa no pasaban de ser generalmente pequeños núcleos de población, donde habitaban gentes sencillas e hidalgas dedicadas a la agricultura y ganadería de subsistencia. Pero a partir del año 1840, la vida cambia en muchos de estos pueblos, pues se instala la industria del carbón en sus vidas. La apertura de las minas de carbón llegaría a Ciñera un poco más tarde debido a la decadencia de las minas en otras cuencas. Pronto Ciñera y su zona se convertiría en una de las de mayor producción de la provincia. Hoy, por la adaptación de la normativa comunitaria, sobre Ciñera y otras localidades mineras pesa el monstruo de la reconversión. ¿No sería el momento para mirar de otra forma los recursos naturales de que dispone.
 CÓMO LLEGAR: Desde Vegacervera, por la LE-103-13 hacia Coladilla, pasar Valle de Vegacervera y La Vid. Luego girar a la izquierda por la N-630 para en un kilómetro aproximadamente llegar a Ciñera. Aparcar en las calles antes de llegar a la plaza.
ITINERARIO: IGLESIA DE SAN MIGUEL ARCANGEL / CEMENTERIO / BOCAMINA / ZONA RECREATIVA / FAEDO / FAGUS / MAMITAS DE GIGANTE / REGRESO POR EL MISMO CAMINO A LA IGLESIA DE SAN MIGUEL ARCANGEL.
COMPONENTES: VICENTE Y SUSI.

LA RUTA: Después de comer cobijados en el portal de la iglesia de Cármenes cogemos el coche hasta Ciñera de Bordón, población que vivía de las minas de carbón y ahora lo hace del ecoturismo y su famoso Faedo. Tomamos un café en el bar de la plaza y consultamos por el principio de la ruta.
Iniciamos desde la Iglesia de San Miguel Arcangel tomando la calle siguiente para salir del pueblo por pista asfaltada. Mirando hacia atrás vemos los montes cercanos abarrotados de vegetación y hayas que invaden los farallones rocosos. La tarde ha cambiando por completo las nubes se desgajan y el sol intenta asomarse.

Por la derecha se nos une el arroyo de Ciñera o Villar, al que no abandonaremos en todo el recorrido, cruzándolo en varias ocasiones. Chopos y algún abedul marcan el límite de la pista con fincas y pastos, donde vemos una bonita yegua blanca. Enfrente localizamos en la roca caliza un apretado bosque en tonos granate-azulado.

Pasado el cementerio, siempre en suave ascenso, la pista va perdiendo el asfalto y entramos en campo abierto. El arroyo es más tumultuoso y el sol alumbra a rodales formando bonitas estampas.

Llegamos a un ensanche, una pradera que domina la Bocamina, convertida en pequeño museo de útiles  y devociones mineras. Por fuera también podemos ver alguna vagoneta e ingenios de transporte mientras las herramientas cuelgan en el interior de la mina.

Seguimos de frente y el camino encara la ladera del Pico Cuchillar que presenta un denso bosque mixto en el que destaca algún haya. La vista al atardecer es sublime. Continuamos hasta atravesar el arroyo por primera vez por medio de un pequeño puente de piedra.

Aquí el valle se estrecha y forma una horquilla angosta, el sendero termina en las aguas del arroyo. Tenemos que agarrarnos a las rocas y vadearlo por medio de piedras en el agua. Un breve congosto, cuyos arrastres invernales dejan a la vista la envoltura de cemento de las tuberías que abastecen de agua a Ciñera. Con las últimas lluvias el cauce viene crecido pero no presenta dificultad.

Cruzamos de nuevo el arroyo por un puente de madera y se abre un espacio alpino de claros y bosque. La zona recreativa de mesas y bancos es la antesala del Faedo. Las sendas se encaminan hacia otro puente de madera que sirve de entrada al bosque encantado. Junto a los bancos canturrea el arroyo y vemos las primeras grandes hayas.


La entrada es espectacular, nos recibe una pasarela de madera que cruza otra vez el río y se convierte en una tarima flotante de madera que serpentea por todo el recorrido del Faedo, haciendo que la gente, intuitivamente no pise y maltrate el ecosistema. Por ello en el 2007 fue el bosque mejor cuidado de España.


Resulta reiterativo, pero realmente es un bosque encantado. La belleza de este hayedo resulta grandiosa. Los árboles centenarios retuercen sus troncos sobre un lecho calizo cubierto de hojas, y esperas que los personajes de leyenda comiencen a cobrar vida: princesas, hadas, brujas y gnomos.


Los rayos del sol penetran tímidamente entre las hoyas del hayedo, iluminando el agua saltarina, resaltando los intensos verdes del musgo y los marrones de la hojarasca caída. Composiciones cromáticas maravillosas para la fotografía. Siento que el cuerpo de mi cámara se va calentando con tanto disparo.


La umbría de su interior invita al descanso y se puebla de fantasías. Es un recinto fantástico, con su hada y su Fagus protector, un haya con trompa de elefante, con más de 500 años de edad, una altura de 23 metros y un perímetro de 6,32 metros en la base. Es el abuelo del bosque, habitado por especies singulares y huidizas como el urogallo o el desmán.


Las tarimas continúan llevándonos arroyo arriba entre ensoñaciones y perplejidad. Tenemos la suerte de que apenas hay gente, solo hemos visto pasar a otra persona con un perro. El silencio es total, solamente roto de vez en cuando por el trino de algún pájaro.

 La umbría del faedo se abre a las Hoces del Villar, angosto y tortuoso desfiladero. Cruzamos otro puente de madera y por una pétrea y empinada escalera que como baranda tiene una gruesa cadena para apoyarnos, ascendemos a la parte más alta. En el fondo vemos la caseta de distribución de agua que durante el verano deja el arroyo seco alterando el paisaje.

Pegados a las paredes, y apoyados en otro pasamanos de cadena, seguimos avanzando por la pequeñas y onduladas hoces. Descendemos un poco para llegar a una pasarela o tarima elevada, sujetada en el aire con vigas de hierro, recorre la parte más encajonada y estrecha de las hoces.

Esta pasarela ha sustituido al rudimentario puente Palos por el que bajaban al tajo los mineros de Vegacervera y Villar del Puerto, donde más de uno perdió la vida en los crudos inviernos camino del trabajo en la mina.

 Al otro lado de la angostura, el lecho del arroyo se demora y ensancha en las marmitas de gigante, que se nutren y desaguan por mínimas cascadas. En verano, cuando disminuye el caudal las utilizan para bañarse. Ahora baja tumultuoso y con estrépito.
El sendero continua un tramo más por las hoces hasta llegar a Villar del Puerto y desde allí regresar por carretera a Ciñera. No queremos carretera, y emprendemos el regreso por el mismo camino que hemos venido.


Extremamos la precaución al descender por la escalera de piedra y retornamos al bosque encantado. Que si cabe, ha mejorado con las luces del atardecer. De vuelta nos fijamos en rincones y matices que antes habíamos pasado por alto.


Nos cruzamos con una pareja de fotógrafos profesionales, cada uno con su súper cámara sobre trípode, enfrascados midiendo la luz y manejando el diafragma. Nos comentan que hoy las luces están de ensueño. Que me lo digan a mí que me duele el dedo de tanto apretar el gatillo.


Lentamente salimos de la umbría del Faedo y con paso más largo vamos retornando hasta la iglesia de San Miguel y la plaza. Ha sido una excursión excepcional, el Faedo es pequeño pero grandioso. Ha sobrepasado en mi ranking particular, al hayedo del Achichuelo y las Cascadas del Iregua, en la comarca de Cameros, en La Rioja.
RECORRIDO: LINEAL, IDA Y VUELTA.
AGUA EN RUTA: En el arroyo de Ciñera o de Villar)
DISTANCIA: 6,4 KM.
TIEMPO: 02:00 HORAS.
ALTURA MÁXIMA: 1.258 M. (Marmitas de Gigante)
ALTURA MÍNIMA: 1.050 M. (Iglesia de San Miguel Arcangel)
DESNIVEL POSITIVO: 241 M.
DESNIVEL NEGATIVO: 243 M.

DIFICULTAD: BAJA.

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