HAYEDO DE MONTEJO DE LA SIERRA (MADRID)
COMPONENTES: VICENTE, SUSI Y CAROL
ITINERARIO:
Desde Madrid carretera nacional A-1 hacia Burgos, salida 76 en Buitrago del Lozoya, seguir por la M-137 a Gandullas, Prádena del Rincón hasta Montejo de la Sierra. Centro de Recursos e Información de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón. Calle Real núm. 64 Telf. 91 8697058 y en la red www.sierradelrincon.net
Las visitas al hayedo son guiadas y están restringidas, se necesita un permiso para su acceso, que se puede conseguir de forma presencial el mismo día de la visita en el Centro de Recursos e Información de 09:30H a 15:30H o por Internet.
Los permisos de forma presencial no están garantizados. Una vez cubierto el cupo diario no se entregarán mas permisos. Las visitas serán en grupos de veinte personas cada media hora.
Se accede por la zona recreativa que se encuentra a la entrada del Hayedo de Montejo, por la carretera M-139 Montejo-El Cardoso km 8 .
Hay que estar en esta zona unos minutos antes de la hora asignada en el permiso. Los permisos son gratuitos y se entregarán un máximo de cinco por persona.
Hemos tardado una hora aproximadamente en llegar, no son todavía las nueve y la cola es larga. El comentario es el mismo para todos ¿habrá pases para todos?.
Tenemos suerte y conseguimos pases para las tres y media de la tarde. Hay mucho tiempo por delante y pedimos información para hacer alguna ruta cercana. Nos recomiendan la número 3 Por la Dehesa del Boyal, que transcurre por un bosque de robles y sale del mismo pueblo. Tiene algo más de 5 km de recorrido y 1:30H de duración.
Decidimos tomar unas empanadas rellenas de matanza, brandada de bacalao y cebolla caramelizada que hemos comprado en el horno del pueblo. La señora es una vendedora nata, estudiantes de Marketing y Mercados deberían venir a tomar clases. Ella sola, en habitáculo pequeño y abarrotado de gente. De vez en cuando van lanzando al público unos pastelillos de hojaldre y hace correr una bota de vino fresquito. Raro es el que no se lleva una caja o dos de pastelillos.
La Dehesa del Boyal es un recorrido circular, por camino de herradura y con muy poco desnivel, los robles no son muy grandes pero están cuidados, hay algunos ejemplares de ganado vacuno con sus crías de pocas semanas y un chozo de pastor.
En los robles, el otoño es más pálido y menos luminoso que en las hayas, pero es un bonito y tranquilo trayecto.
Al terminar todavía tenemos unas dos horas hasta nuestro turno en el Hayedo, comemos a base de tapas en la terraza de uno de los restaurantes. Están acostumbrados a la tranquilidad del resto de días de la semana, que se ponen nerviosos y les cuesta atender a todos. Pese a ello el pueblo vive del Hayedo.
También visitamos la pequeña iglesia del pueblo que ha sido recientemente remozada y le han cambiado los techos de madera policromada que han quedado preciosos.
Llegamos media hora antes de nuestro turno a la zona recreativa, el turno que nos precede va a comenzar. Dos personas jóvenes nos dicen si queremos cambiar el turno y comenzar ahora, pero somos tres. Consultamos con el guarda y no hay problema, el grupo de ahora será de veintiuna persona y el siguiente de diecinueve. Para nosotros ha sido un alivio, ahora tenemos más tiempo para el regreso y llegar a las 19:00H a la función de teatro.
Comienza el Hayedo. El guarda nos reúne y comenta algunas características del recorrido. Tiene unos dos kilómetros y medio entre ida y vuelta, no podemos salir de la senda que transcurre por la margen derecha del río Jarama, la margen izquierda pertenece a la provincia de Guadalajara y por ella el acceso no está controlado, ni tan cuidado y por supuesto no hay ejemplares tan espectaculares.
Vamos parando en cada rincón y nos va informado de las clases de haya y de algún roble. Entre la hojarasca nos hacer ver diminutos ejemplares de hayas de ocho o diez centímetros de altura y tronco de fideo que pueden tener una edad de seis o siete años. He ahí el porque hay que procurar no salirse de la senda.
Hay ejemplares fabulosos con doscientos o trescientos años de edad, de retorcidos troncos con alargadas y horizontales ramas, otros esbeltos y altos.
Y el color. Explosión sensorial. Con toda la gama de verdes, amarillos y rojos. Laderas tapizadas de hojas caídas y el Jarama fluyendo plácidamente.
Hemos tenido suerte, estamos en las fechas idóneas, quince días antes o después no hubiera sido lo mismo. También ha influido el calor de las semanas pasadas.
Llovió hace unos días, el musgo mantiene su humedad y espléndido verdor en troncos y base de algunos árboles, así como otros líquenes se adhieren en las ramas.
En algunos tramos el río se ensancha un poco formando un pequeño remanso donde las hayas se reflejan componiendo rincones bucólicos.
En uno de ellos vemos un eral, que viniendo desde la otra orilla está en medio del río bebiendo. Él está más acostumbrado a vernos que nosotros a él.
Hay un gran tronco de haya que sigue en pie pese haberse secado hace muchos años. Más adelante hay otro tronco derribado y carcomido de un haya de más de trescientos años que se secó en el año 2007 y la Comunidad de Madrid le ha dedicado una pequeña referencia en una plaquita de metacrilato.
Sin embargo los trinos de los pájaros son abundantes y los vemos en sus cortos vuelos de roble en roble y de haya en haya.
Cerca del final tenemos una fuente por donde mana un buen chorro de agua fresca y cristalina que nadie se resiste a probar.
El final del sendero forma una pequeña explanada rodeada de esbeltas hayas y marcada por un círculo de troncos y piedras.
Damos la vuelta e iniciamos el regreso por el mismo sendero, teniendo una perspectiva diferente, pudiendo observar distintos detalles y rincones.
Nosotros consultamos con el guarda si podemos adelantarnos para ganar un poco más de tiempo, no hay problema, pero al cruzarnos con el otro grupo que inició media hora después, debemos comentárselo también.
Poco a poco vamos deshaciendo camino y nos acercamos a la caseta de madera en la zona recreativa por donde comenzamos. Ha sido una hora y media que va a quedar guardada en nuestras mentes. Hermosas imágenes, pero sobretodo la sensación de paz, reposo. Supongo que cada uno lo sentimos de distinta manera y tendremos las fotos para rememorar, pero lo que vieron mis ojos y como lo vieron solamente lo se yo.
01/11/2011
PARQUE EL CAPRICHO (MADRID)
ITINERARIO:
Ubicado en el distrito de Barajas, en la Alameda de Osuna s/n. Metro: El Capricho L5 y Autobús 101, 105, 151. Solamente abre los sábados, domingos y festivos.
Se trata de uno de los parques más bellos de Madrid y, paradójicamente, es todavía un gran desconocido incluso para los propios madrileños.
Este jardín de 14 hectáreas, nace en 1784 cuando los Duques de Osuna, una de las familias más poderosas del momento, adquieren esta finca para dar rienda suelta a sus inquietudes artísticas. Fue la duquesa doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel la principal impulsora del parque, considerada como la mujer más inteligente de la época, creó en la finca un auténtico paraíso artístico natural.
A su muerte su primer nieto heredó el ducado de Osuna y con él El Capricho. Sin embargo, cuando muere, pasa a manos de su hermano, con quien llegaría el primer declive. Auténtico derrochador y de carácter excéntrico, perdió toda la fortuna familiar y a su muerte hubo que subastar la finca para pagar sus deudas. Pasó entonces a la familia Baüer. Pese a que mantuvieron el paraje en aceptable estado de conservación, su decadencia no tenía marcha atrás.
Durante la Guerra Civil, lo que había sido un lugar de recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército del Centro, de cuya época queda una entramado de bunkers que recorre el jardín. Finalizada la guerra, la finca pasó por manos de varias inmobiliarias hasta que en 1974 el Ayuntamiento de Madrid comprase el parque y varios años después comenzase su restauración. Tras varios periodos de abandono, fue recuperado en 1999, trabajo que en 2001 le valió el diploma Europa Nostra.
A la finca se accede por una plaza circular que en su momento albergó corridas de toros y da lugar al Paseo de los Duelistas, que representa a distancia que separa a dos personas que se baten a muerte. Más adelante, la Plaza de los Emperadores, los bustos de doce emperadores romanos, y la Exedra, una construcción descubierta de planta semicircular y reminiscencias clásicas.
La excelencia paisajista de El Capricho en tres tipos de jardines clásicos: el parterre o jardín francés, el paisajista inglés y el giardino italiano. Delante de la fachada oeste del palacio se extiende el parterre, con sus setos recortados. En la parte baja se sitúa el italiano, el espacio más antiguo de la finca. Cerca de éste, el laberinto, concebido para el juego amoroso y los escondites, respeta los planos del que se plantó en vida de la duquesa. Por último, el resto del parque está concebido como un típico jardín paisajista inglés.
La visita en otoño es plácida y tranquila entre sus grandiosos árboles vestidos de ocres y rojos. La Casa de las Cañas con su lago, donde patos, cisnes negros y el pequeño embarcadero dan un aspecto bucólico a este hermoso rincón.
Tendremos que programar otra visita en primavera, que aquí debe ser esplendorosa.
A su muerte su primer nieto heredó el ducado de Osuna y con él El Capricho. Sin embargo, cuando muere, pasa a manos de su hermano, con quien llegaría el primer declive. Auténtico derrochador y de carácter excéntrico, perdió toda la fortuna familiar y a su muerte hubo que subastar la finca para pagar sus deudas. Pasó entonces a la familia Baüer. Pese a que mantuvieron el paraje en aceptable estado de conservación, su decadencia no tenía marcha atrás.
Durante la Guerra Civil, lo que había sido un lugar de recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército del Centro, de cuya época queda una entramado de bunkers que recorre el jardín. Finalizada la guerra, la finca pasó por manos de varias inmobiliarias hasta que en 1974 el Ayuntamiento de Madrid comprase el parque y varios años después comenzase su restauración. Tras varios periodos de abandono, fue recuperado en 1999, trabajo que en 2001 le valió el diploma Europa Nostra.
A la finca se accede por una plaza circular que en su momento albergó corridas de toros y da lugar al Paseo de los Duelistas, que representa a distancia que separa a dos personas que se baten a muerte. Más adelante, la Plaza de los Emperadores, los bustos de doce emperadores romanos, y la Exedra, una construcción descubierta de planta semicircular y reminiscencias clásicas.
La excelencia paisajista de El Capricho en tres tipos de jardines clásicos: el parterre o jardín francés, el paisajista inglés y el giardino italiano. Delante de la fachada oeste del palacio se extiende el parterre, con sus setos recortados. En la parte baja se sitúa el italiano, el espacio más antiguo de la finca. Cerca de éste, el laberinto, concebido para el juego amoroso y los escondites, respeta los planos del que se plantó en vida de la duquesa. Por último, el resto del parque está concebido como un típico jardín paisajista inglés.
La visita en otoño es plácida y tranquila entre sus grandiosos árboles vestidos de ocres y rojos. La Casa de las Cañas con su lago, donde patos, cisnes negros y el pequeño embarcadero dan un aspecto bucólico a este hermoso rincón.
Tendremos que programar otra visita en primavera, que aquí debe ser esplendorosa.
01/11/2011
REAL JARDIN BOTANICO (MADRID)
ITINERARIO:
Situado en la Plaza de Murillo, 2 frente a la entrada del Museo del Prado en la misma plaza. Acceso en Metro: Línea 1 Pinar de Chamartin/Valdecarros, estaciones de Atocha y Atocha Renfe, Línea 2 Cuatrocaminos/La Elipa, estación de Banco de España. Autobuses: Paseo del Prado 10-14-27-34-37-45, Plaza Emperador Carlos V 6-19-26-32-59-85-86-C1 y C2, Plaza de Cibeles 1-2-202-3-5-9-15-20-51-52-53-74-146-150.
Cualquier época del año es bella para visitar el Real Jardín Botánico pero, el otoño es una de las preferidas del público.
Los árboles, con su cambiante paleta de color, los arbustos de hoja caduca, en combinación con las variadas tonalidades de verde de las plantas perennes, ofrecen, desde cualquier ángulo, escenas únicas de relajada belleza.
Los días a veces un poco sombríos propios del otoño envuelven al Jardín en una atmósfera especial donde el color de cada planta adquiere una individualidad armónica con el conjunto.
Pero darse un paseo por las avenidas del Jardín en un día soleado y observar a nuestros pies los juegos de luces que las últimas hojas de los árboles no han conseguido filtrar no deja indiferente a nadie.
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