Posted by : Vaig a Peu domingo, 23 de noviembre de 2014

No hay ninguna ciudad española que cuente con tres bienes inscritos en las diferentes categorías de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Eso nos hace definitivamente únicos. El primer reconocimiento llegó en el año 2000, cuando el Palmeral histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Se premiaba así no sólo la labor de nuestros antepasados, dando vida a ese palmeral que ahora nos configura, acompaña y enriquece; sino a las ilicitanas e ilicitanos que, a lo largo de los siglos, han sabido conservarlo como parte indisoluble de su forma de ser, incluso más allá de su rentabilidad económica como cultivo. La palmera es, en Elche, un bien sagrado. La recompensa hacia esa convicción es un devenir cotidiano envuelto y custodiado por su amorosa sombra. Un año después, en 2001, se creó en la Unesco la categoría de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Y el Misteri, o Festa d'Elx, tuvo el sin duda merecido honor de ser la primera manifestación festiva española que figuró en ella. Junto al palmeral, la Festa es nuestra otra seña de identidad. Tenemos aún una tercera (trilogía mítica donde las haya), la Dama de Elche, que ostenta el raro privilegio de bilocarse, es decir, estar en dos sitios a la vez: en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en el corazón de todos los ilicitanos, sin excepción. Este singular espacio museístico, cuyo nombre completo (y muy ajustado a la realidad) es Centro de Cultura Tradicional Museo Escolar de Pusol, pasó a formar parte en 2009 del Registro de Prácticas Ejemplares, cuyas inclusiones decide el Comité para la Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial de la Unesco. Se reconoce así internacionalmente la cuidadosa, intensa y esforzada labor de quienes, desde finales de los años sesenta del pasado siglo, tuvieron siempre muy claro que para mirar al futuro es imprescindible conocer quiénes somos y de dónde venimos.
CÓMO LLEGAR: Desde la ciudad de Elche, bajar a las laderas del río Vinalopó por cualquiera de sus accesos.
ITINERARIO: CAUCE DEL RÍO VINALOPÓ / PONT DE BARRACHINA / RÍO VINALOPÓ / PARTIDOR DE RIEGO / SENDA ACEQUIA / CRUCE CARRETERA DEL LEÓN / SENDA BANCAL / CHALETS / CAMÍ DE LA PEDRA ESCRITA / MUSEO DE PUSOL / ARCÉN CARRETERA MATOLA / CRUCE CARRETERA DEL LEÓN / MONASTERIO CARMELITAS / CAMINO ASFALTADO / CAUCE DEL RÍO VINALOPÓ.
COMPONENTES: VICENTE Y SUSI.

LA RUTA: Hace ahora más de tres años que hice esta ruta y al describirla me quejaba de su total abandono. Hace muchos años que fue marcada como PR pero no estaba homologado. Del trabajo realizado apenas quedan cuatro estacas de madera, que curiosamente se han mantenido fuera del ámbito de la ciudad.


Iniciamos bajando a la ladera derecha del río Vinalopó por el acceso del Pont de Altamira. Caminamos un poco por la derecha, hasta las primeras escalerillas habilitadas para descender al piso de cemento del cauce del Río Vinalopó. El espectáculo está servido: el mural del Proyecto Víbora II es sorprendente.


Hace 23  años el cauce del Río Vinalopó se transformó en un enorme mural que causó el asombro y la admiración de todo aquel que lo contemplaba. En el llamado ‘Proyecto Víbora’ participaron más de cien personas de todas las nacionalidades, utilizando más de seis toneladas de pintura en un tramo de 1,5 km de longitud. Fue certificado por el Guinness World Records como el mayor mural del mundo.

Este año, a primeros de agosto y promovido por un grupo de artistas ilicitanos, el reto ha sido volver a decorar con graffitis y murales el cauce del río con un área mucho más extensa: 35.100 metros cuadrados, que parten desde el Pont del Bimil·lenari hasta el Pont de Barrachina, aproximadamente unos tres kilómetros de cauce. Convocando a artistas urbanos nacionales y extranjeros, así como estudiantes de Bellas Artes.

El resultado ha sido una extensa obra de arte al aire libre que cruza la ciudad por su parte más angosta, y que se puede observar desde los seis puentes que cruzan el Vinalopó en este tramo, además de cinco pasarelas peatonales que constituyen miradores estratégicos.


Por el piso del cauce caminamos sobre los murales haciendo fotos con hermosas perspectivas en el sinuoso lecho del río; del que solo queda constancia un canalillo de cemento con las aguas residuales desde su nacimiento en la Font de la Coveta en Bañeres de Mariola.


Después de pasar por debajo de todos los puentes y pasarelas llegamos al último de ellos, el de menos altura, y el final de la obra pintada, el Pont de Barrachina,  que traspasamos por su cuarto ojo. Aquí se acaba el cemento y la obra urbana, la primera visión es del moderno puente todavía no inaugurado de la nueva autovía en construcción.

A partir de aquí el Vinalopó sigue su curso libre, ya no hay estructuras que lo encaucen, aparece el carrizal que nos priva de ver el agua durante un trecho a cambio de oír el canto e incluso ver remontar el vuelo de alguna garceta a nuestro paso.

Por la margen izquierda y camino de tierra en este inicio, a ambos lados vemos algunas viviendas, antiguas casas de campo o construcciones que lindan con el cauce, y enseguida la moderna estructura del nuevo puente de la autovía. Desde abajo contemplamos las plataformas que sostienen los amplios carriles de circulación.


Dejamos atrás la modernidad. La vegetación de cañizo y tamarit se aprieta junto al curso del agua, angostando el camino y convirtiéndolo en una estrecha vereda. Inmerso entre la alta espesura y durante un tramo no vemos el curso del río, pero  oímos a algunas aves alborotadas a nuestro paso.

Intentamos no hacer ruido al marchar por la senda esperando algún claro para poder ver y fotografiar algún ave, pero resulta imposible, apenas un movimiento y toman el vuelo. Había tres ánades o fochas con reflejos metálicos en su plumaje que no hemos logrado captar.

La espesura se abre y volvemos a contemplar el cauce, que ahora se ensancha un poco. En la ladera de la derecha, vemos unos invernaderos entre palmeras y la gran nave de la moderna depuradora de aguas. El sendero se eleva por una pequeña balsa para cruzar a la otra ladera.

Han encajonado el río con estructuras de cemento formando una pequeña cascada fácil de pasar. Pero una vez en el otro lado, faltan algunas marcas en el cemento que te guíen por sitio adecuado. Marchamos sobre un ancho margen que separaba el canal de las aguas depuradas y que ahora está seco.

El cauce se amplía mucho más y en  días  claros se puede ver el mar; enfrente en la otra ladera, podemos oír relinchos de los caballos de un centro de cría y equitación. El camino cruza la carreterita del Pont dels Quatre Pilars, y poco a poco nos vamos separando de la rambla.

Seguimos en dirección a una casa de campo derruida que tenemos enfrente, poco antes de llegar hay una balsa vallada a la derecha; aquí dejaremos la rambla y el cauce del río, con las últimas miradas a las bonitas casas de campo de la otra ladera.


Junto a un partidor de regadío, este es otro punto negro que habría que marcar bien, para poder ver por donde superar una tubería elevada y seguir por la izquierda. Unos metros después sí hay una baliza de madera, la número 8. O sea, que las siete anteriores se han perdido. Debemos torcer a la derecha, por el margen de una vieja acequia junto a una casa de campo que suele tener plantones de árboles en maceta.


Una vez superada la casa salimos de la acequia y tenemos la baliza número 9. El camino nos lleva entre bancales de brócoli con enormes hojas y los restos de una plantación de coles que ya han sido recolectadas. Los grupos de palmeras motean el paisaje. Estamos en pleno Camp d’Elx.

Llegamos al cruce con la carretera del León. Mucha precaución. En la otra parte hay un vistoso partidor de riego múltiple y debemos continuar por encima de una tubería de riego que linda con unos bancales plantados,  quizás, de matas de ñoras, o me lo parece.

Proseguimos por camino asfaltado entre chalets y casas de campo. A la entrada hay marcas de PR, blancas y amarillas. Los perros ladran a nuestro paso; la mayoría de ellas están habitadas, y en una de las vallas lucen floridas buganvillas de vivos los colores.


Siguiente cruce con carretera. El Camí de la Pedra Escrita. Carencia absoluta de marcas y balizas. Debemos girar a la izquierda y caminar por el estrecho arcén con precaución. En este bonito tramo podemos ver muchas casas de campo y alguna explotación ganadera, plantaciones de granados, apio y otras hortalizas; y el paisaje, nuestro paisaje llano, limitado por las montañas de Crevillente y Callosa, y en el que sobresalen altas y esbeltas nuestras palmeras.


Durante unos dos kilómetros continuamos por la carretera, con solo una marca de  PR en la mitad aproximadamente. Lo importante es que hubiera estado al principio en el cruce. Llegamos al enlace con la carretera que va a Matola, lindado con la misma están el Colegio Público y el Centro de Cultura Tradicional Museo Escolar de Pusol, nuestra meta de hoy.

Decidimos no entrar a visitarlo porque lo hemos visto varias veces. Aprovechamos para tomar dos trozos de coca salada y té que traemos en la mochila. 
Iniciamos el regreso. Para ello, por la izquierda continuamos por el arcén, mucho más ancho de la carretera de Matola, hasta llegar al cruce con la carretera del León. De nuevo precaución.

En la otra parte tenemos una estaca de madera balizada. Una sugerencia. Se puede organizar la ruta para almorzar o comer en el Restaurante Cachito, a unos pasos de aquí. Marchamos en dirección al Monasterio de la Hermanas Carmelitas que dejamos a nuestra derecha.

Encaramos la valla de de una finca en cuya esquina hay un poste metálico de tendido eléctrico. Otro punto negro sin marcas que se debería corregir. Seguimos por la derecha y luego por la izquierda, con camino asfaltado entre chalets y casas de campo.


Sin soltar este camino, no tenemos pérdida. Entre bancales de olivos, las palmeras, y grandes casonas antiguas que han sido rehabilitadas, vamos entrando poco a poco de nuevo en la rambla y el cauce del Vinalopó, por debajo de la casa derruida que en la ida nos sirvió de referencia.

Cerramos el círculo que hemos hecho por el Camp d’Elx, ahora es desandar el camino de la ida. Pero nosotros hacemos una pequeña incursión fuera del recorrido oficial.  No subimos para enlazar con el camino y seguimos bajando hasta el cauce del río.

Tomamos una senda que prosigue paralela al curso del agua pero con vegetación muy profusa que a veces nos cierra el paso teniendo que esquivar la maraña de matorral. Encontramos huellas de caballo, quizás la utilicen para paseos. Pero una vez superado por debajo el Pont dels Quatre Pilars, remontamos la ladera y seguimos por camino oficial.

Cruzamos a la otra parte del río desandando camino, dejamos atrás el nuevo puente y llegamos al de Barrachina, esta zona está muy animada puesto que hay otra escuela equina, pasamos por el cuarto ojo pero no seguimos por el lecho de cemento y subimos a la ladera izquierda en el sentido de la marcha.


Por la pasarela blanca recién inaugurada, cambiamos de ladera. Desde esta altura volvemos a repasar visualmente los murales del Proyecto Víbora, atravesando por debajo puentes y pasarelas hasta cambiar de ladera otra vez entre el Pont Vell y el Pont Nou, y finalizar nuestro recorrido.

La otra vez hice un comentario para la nueva alcaldesa y ahora que termina su mandato, insisto de nuevo: No deje que se pierda este sendero. Balícelo y márquelo otra vez, imprima folletos y publíquelo en Web. Proyecto Víbora solo hay uno y el Camp d’Elx, es único. Distinto a todos.
RECORRIDO: CIRCULAR DESDE LA SALIDA DEL CAUCE HASTA SU REGRESO AL MISMO.
AGUA EN RUTA: NO.
DISTANCIA: 16,4 KM.
TIEMPO: 04:20 HORAS.
DESNIVEL: PRÁCTICAMENTE NULO.

DIFICULTAD: MODERADA, POR LA LONGITUD.

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